Tenía curiosidad desde hacía algún tiempo de ver esta famosa versión película de 1954 de Boris Godunov, con la compañía del Teatro Bolshoi de Moscú.
Esta película dirigida por
Vera Stroeva, que condensa la ópera en menos de dos horas, es un ejemplo de la edad de oro operística vivida en la Unión Soviética en aquellos años, especialmente de la espléndida escuela rusa de bajos (esta ópera les pertenece). Desde el protagonista hasta el policía del prólogo, todos presentan unas poderosas y totémicas voces, de proyección encomiable: hoy en día se los rifarían y llenarían todos los grandes teatros del mundo. Pero el resto de cuerdas no se quedan atrás tampoco.
De lo que sí pueden adolecer estos artistas, es que la actuación no está muy bien cuidada. En muchos casos porque es hija de su tiempo y porque están más centrados en cantar, emitir, proyectar, frasear que en hacer creíbles sus personajes. En algunos momentos, como la escena del reloj, uno parece estar viendo cine mudo. El montaje parece (siento decirlo, pero no he visto tanto cine soviético) influenciado por las tendencias estéticas e ideológicas de su tiempo.
Por un lado parece estar influido por el realismo soviético, cargado de ideología, pero las escenas terminan siendo muy recargadas, como en los exteriores o el acto polaco. Por otro lado, la calidad de la imagen y los cortes terminan por impedir que la magia de una función pueda fluir. Sin embargo, es una buena película.
Aleksandr Pirogov interpreta al protagonista. En 1954 ya estaba casi al final de su carrera, tras treinta años en el Bolshoi. La voz es de bajo profundo, pero no llega a la emoción de un Reizen, no digamos ya un Chaliapin. Es una voz más bien totémica, pero de un material impecable. La escena de la muerte es el momento más emotivo, donde consigue una interpretación vocal impecable, así como una actuación conmovedora.
Giorgi Nelepp es el Falso Dimitri. La voz de Nelepp, el Herman de referencia, es heroica y lírica al mismo tiempo. Impresionante vocalmente en la escena de la posada y en el dúo con Marina. También sabe actuar: cuando Pimen le revela que de estar vivo el zarevich Dimitri tendría su edad, a Nelepp se le ilumina la cara de tal forma que consigue ser el personaje, como si en ese momento muriera el monje y naciera el nuevo Dimitri. Sencillamente impresionante.
Pero el gato al agua en esta película se lo lleva el legendario
Ivan Kozlovsky como el Idiota. Seis décadas más tarde, no ha sido superado. Y difícilmente lo será. En sus breves intervenciones aparece como una figura beatífica, en completo trance debido a su locura, totalmente sufriente por el destino de su país. Y si con esto no bastara, vocalmente es de otro mundo. Una voz de tenor bella, lírica aunque también comprimaria al mismo tiempo (si bien Kozlovsky interpretaría roles protagonistas como Lohengrin o el Duque), que sumado al retrato psicológico que hace de su personaje consigue que su voz sea la del dolor. Aunque a veces se pasa un poco para mi gusto, la prolongación de algunas notas altas contribuye eficazmente al dramatismo, como en la terrible frase
plach', plach', dusha pravoslavnaya! ( llora, llora, alma creyente) donde el patetismo insuperable. Kozlovsky se transforma en su personaje de tal forma que con su breve papel consigue que la función termine por ser suya. Historia de la ópera con mayúsculas.
Nikander Khanayev es un buen Shuisky, aunque con una buena interpretación a veces arcaica, si bien consigue transmitir lo intrigante y falso de su personaje. Vocalmente, es un excelente tenor de carácter, que hoy cantaría roles protagonistas debido a su buena voz.
El resto del reparto está, como ya he dicho, al más excelso nivel vocal posible.
Los bajos ponen los pelos de punta con sus impresionantes voces: el veterano
Maksim Mijáilov es un Pimen de voz oscura y autoritario.
Alexei Krivchenya es un Varlaam cómico y zafio, pero impecable en su canción, y
Sergey Krasovsky es un brutal y temible policía, con una voz de bajo profundo de ultratumba.
Ilya Bogdanov es un Schelkalov de gran elegancia y nobleza, con una bella voz de barítono bajo en su preciosa aria del prólogo.
Ivan Sipaev es un joven y apuesto Mityukha.
Las mujeres no están a un menor nivel aunque sus intervenciones sean menores que las de sus colegas masculinos:
Larisa Abdeyeva es una gran Marina: bella y con una deliciosa voz, con notable proyección.
Alexandra Turchina es también una Posadera excelente, con una belleza y caracterización muy folclóricos y vocalmente solvente, resultando divertida en su canción del patito.
Nadezhda Klyagina en el breve rol de Xenia también destaca por su deliciosa voz, que hace una preciosa versión de su melancólica aria.
Los coros del Bolshoi están en el brillante nivel que tenían en ese entonces (son los mejores coros que puede haber para esta ópera, junto a los del Mariinsky), y la orquesta dirigida por
Vasily Nebolsin cumple muy bien su cometido, pese a los cortes.
Pese a las limitaciones, es una versión de obligado visionado para los amantes de esta obra, de una época dorada en el Teatro Bolshoi, cuando tenía una de las mejores compañías de canto del mundo.