La vi el sábado, en cine (en este caso en teatro, con sonido algo opaco pero aceptable). De acuerdo en líneas generales con lo dicho, salvo sobre la dirección musical: es cierto que el señor Benini tiene oficio y acompañó con mimo a los cantantes, pero a su lectura, para mi gusto, le faltó en general intensidad y garra, con algún tempo más moroso de la cuenta y numerosos ataques más bien flácidos. Las cabalettas me parecieron especialmente deslucidas. El final le quedó bonito, todo sea dicho. Tampoco estoy tan contento con los coros como la mayoría de ustedes: entre la batuta de Benini, las voces y ese vestuario entre Iluminati y tripulación de Star Trek, uno de los
cori di zingari más sosos que recuerdo.
En cuanto a los protagonistas, coincido bastante con Tip. Semenchuk la mejor, aunque esperaba algo más de ella en el final. Tezier más que solvente. Y Agresta y Meli supieron potenciar sus virtudes y maquillar sus carencias, siempre que corramos un tupido velo sobre
La Pira (cuya pifia fue más allá de los dichosos agudos). No son voces de hojalata (la de Meli es la más problemática, pero tampoco es un indocumentado). El problema, a mi juicio, es doble: primero, que este sea uno de los mejores repartos disponibles en la actualidad para esta obra, y segundo, que todos ellos (me) transmiten una notable falta de convicción. Pongamos el caso de Tezier: ¿de verdad creen los sabios del foro que se necesitan más medios y más técnica para crear un conde de Luna emocionante? ¿Por qué entonces terminamos unos cuantos (también compartíamos asiento operófilos y debutantes) con la misma lacónica conclusión de “la ha cantado bien”? Sin más. ¿No siente mi admirada Despinetta que cantantes como Tezier o Agresta parecen, en este tipo de papeles, más finalistas de un concurso de canto (de un gran concurso, no se me malinterprete) que actores? Y eso, en esta antología del disparate romántico que es
Il Trovatore, resulta una muy mala receta para ganar aficionados. Porque
Il Trovatore o se hace a tumba abierta, con chulería, o mejor pasamos a otra cosa. Para marcar distancia respecto a la “chifladura decimonónica” ya tenemos a registas como el tal Negrín, que no merece más comentario (aunque no debería
perdonarle nunca lo que ha hecho con Zaragoza
).