Si comparamos la situación actual de la Ópera en España con la de los años 70, vemos que:
En aquel entonces, la única temporada de Ópera digna de tal nombre era la del Liceo, que constaba de unos 18-20 tìtulos con triple representación de cada uno (tengo los programas). Madrid y Valencia tenían una minitemporada en primavera, con 7-8 títulos con función doble. Bilbao, Oviedo y Las Palmas daban 6-7 títulos con función única. El resto, prácticamente no existía, salvo representaciones esporádicas. Actualmente, hay más temporadas, y sobre todo, ha aumentado mucho el número de funciones por título.
Dicho esto, pienso que el mayor problema que tiene hoy la Ópera es la dictadura de los registas. Para mí, la labor de estos señores debe limitarse a cuidar los aspectos escénicos, procurando que los decorados, el vestuario, el movimiento, etc sean adecuados a la obra que se representa. Es absolutamente inconcebible que se erijan en protagonistas absolutos del evento operístico, dando versiones en abierta contradicción con el espíritu, el significado y la intención del autor. Pero más inconcebible aún es que los cantantes hayan renunciado, con una mansedumbre inaudita, al protagonismo que les corresponde por derecho propio. Antiguamente un cantante tenía "su" versión de un determinado papel, y la hacía en todas partes. Hasta llevaba su propio vestuario. Y esto era así porque el público pagaba por ver el "Otello de Del Monaco". Hoy podemos ver fotografías de un tenor español representando el Almaviva del Barbero con un disfraz de libélula ¿y no se rebeló?. El vestuario se ha simplificado mucho: no importa si la obra trata de romanos, de moros o de la revolución francesa. Basta con que el teatro tenga en el almacén unas cuantas gabardinas (ya salió el tema. Lo siento), o bien ni siquiera esto, ya que los mismos intérpretes se las pueden traer de casa. Y en cuanto a los directores musicales, que también tuvieron su época de esplendor, admiten sin rechistar que el genio de turno ordene cortes o cambios en la partitura. En el "Rosenkavalier" de Munich (1979) que vi anteayer los cantantes saludaron, incluso alguno individualmente, al final de los actos, a telón bajado. Era lo normal entonces. Ahora sólo se saluda al final, con la ridícula pantomima en que van saliendo arropados por los demás y al final la "prima donna" va a buscar al director musical. En la primera función, al final salen los produccioneros, que suelen ser acogidos con indiferencia, cuando no con abucheos. Pero no importa, porque el director artístico del teatro los volverá a contratar, y el crítico de turno nos mostrará con suficiencia su nivel intelectual dedicando un 70% de la crónica a tratar de explicarnos lo que hemos visto, si es que las notas del programa no eran suficientes.
Hay que acabar con esto. Pero ¿cómo? Creo que los directores artísticos tienen mucho que hacer, contratando producciones respetuosas con la obra y sus autores. Los cantantes y directores musicales, no tolerando situaciones ridículas (tenor cantando colgado por los pies) ni intromisiones. Y el público, sí, el público, que se queja en privado pero no se atreve a manifestarlo abiertamente por miedo a que le llamen retrógado o por temor a no atesorar en grado suficiente esa inefable virtud llamada "corrección política".
Última edición por joseluis el 21 Sep 2016 0:05, editado 1 vez en total
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