Estreno de
La Cenerentola en el teatro Ópera Garnier de París, al mismo precio que el resto de los días. Entrada sacada por Internet y concedida aleatoriamente por una máquina, que resultó ser buena, la entrada, no la máquina. Unos minipalcos con mucho encanto y bastante visibilidad. Hay cosas que no tienen mucho sentido, como que no se pueda recoger la entrada hasta una hora antes del espectáculo o que esta sea un papel impreso a lo Ryanair. Supongo que por ser de las baratas.
El reparto no es que fuera de campanillas, sino de Campanella:
Cenetentola: Karine Deshayes
Don Magnifico: Carlos Chausson
Don Ramiro: Javier Camarena
Alidoro: Alex Exposito
Clorinda: Jeannette Fischer
Tisbe: Abba Wall
Dandini: Riccardo Novaro
Director musical: Bruno Campanella
Director escénico: Jean-Pierre Ponnelle
No empezó muy bien la cosa. Las voces femeninas sonaban muy lánguidas, tapadas una orquesta que no era muy densa y a su lado la de Chausson era un torrente. "¡Hala, como
Las bodas de Madrid!" -pensé-, la sombra del manolitachenismo se extendía por París como la niebla. Menos mal que no fue para tanto:
Deshayes mejoró poco a poco, se hizo oír en los conjuntos y acabó con una espléndida "Non più mesta" muy aplaudida. Los graves no son muy allá pero sacó bien el papel. Sus dos compañeras no remontaron, muy normalitas. A lo mejor las napias que les pusieron a las pobres les tapaba media boca.
Camarena, en cambio, empezó muy bien pero se fue desintegrando poco a poco sin desaparecer del todo. La coloratura es lamentable, parecía como si le tiemblaran las canillas y se tragó la mitad de las notas, aunque en honor a la verdad, sus agudos fueron buenos, limpios y seguros, lo que no es moco de pavo. Pero salvo los agudos...
A
Chausson es la primera vez que le veo en un papel de envergadura, acostumbrado a los secundarios o terciarios. Se le oye aceptablemente bien, sufre en las notas más bajas pero la coloratura es buena. Al lado de sus hijas brilló con su "Miei rampolli femminini" (¡qué listo!), estuvo magnífico (valga la redundancia) en el "Intendente! Direttor!" pero tras la coloratura de su tercera aria empezó a flaquear y hubo de gritar para que se le oyera. Se le nota la voz desgastada, ya no es un chaval. Aun así, en el dueto cómico casi se come a su compañero y criado
Novaro, que suplía sus carencias con un histrionismo controlado. Igual que Chausson, lo que pasa es que éste tiene más tablas. Con el "Già sapea che la commedia", se puso a medio bailar y gesticular y metió un gallo con pollo roncando que fue una delicia para los que no habíamos cenado. La comedia no acabó en tragedia pero casi. El Alidoro de Exposito, normalito. Ni fu ni fa.
La puesta en escena, puro cartón piedra, parecido a la película que con otros cantantes hizo el amigo Ponnelle (creía que estaba ya retirado o fallecido). Pero a mí me gustó. La casa era una especie de 13 Rue del Percebe pero se adivinaba bien lo que pasaba. Bien las luces en la tormenta y algo sobreactuados algunos momentos. Pero en la obertura, ni ruidos, ni gente moviéndose ni haciendo memeces, la orquesta es la protagonista.
El programa, más bien la hoja, un asquito. Media cuartilla con el reparto (me la saco yo con más lujo de Internet), parece que los teatros están compitiendo en racanería. Pues a 11€ que cobran el vino, ya sea de Saumur o de Reims, bien podrían presentar algo más aparente.