Los muertos que vos matas gozan de buena salud
Ha merecido la pena. He llegado a las cinco de la mañana, me voy a una boda pero no puedo irme sin decir dos cositas altas y claras: la primera, que la valoración del espectáculo de ayer es notable, rayando el sobresaliente. Y la segunda, que Saint François d'Assise ha superado con creces las supuestas limitaciones impuestas y que no han de perdérsela. Evidentemente, no todo ha sido positivo pero ha merecido la pena y mi recomendación es absoluta.
Ha sido la función más exigente de mi vida. Una cosa es escuchar esta ópera en casa, en CD o DVD y dosificar la misma sin mayores problemas pero para un servidor las cuatro horas largas de música me exigieron como nunca recuerdo. La ausencia de dramaturgia o el hecho de que la misma se desarrolle exclusivamente en el interior de los personajes nos colocó -a efectos prácticos- en una versión de concierto con vestuario dada la contención de los personajes, de los actores, de la acción.
Y quizás aquí resida el "pero" mayor a la función: más de cuatro horas disfrutando de la música y no miré la cúpula ni dos veces, es decir, ese elemento me pareció superfluo ante la absoluta supremacía de la música; incluso diría que ante la absoluta necesidad de centrarse en la música. Antes hablaba de función exigente y quiero decir que a mí me exigía tanta atención que no reparé ni en los colores, ni en las formas ni en los cambios.
Y sin embargo el traslado al Madrid Arena se ha hecho con enorme dignidad y acierto. ¿Se acuerdan de la fabulación sobre el calor sahariano en el recinto? La gente, con la chaqueta puesta. ¿Recuerdan la fabulación sobre la incomodidad de las sillas? Más que aceptable. ¿Recuerdan el conteo "macabro" de las entradas sin vender? Al inicio, un 80% de capacidad.
El púbico. Muy bien. Sin paliativos. Hay un forero abyecto que hizo un conteo partícular y a el se lo dejo pero los dos primeros actos fueron vistos por practicamente la totalidad de los espectadores. Pero esta ópera es exigente, el asistir a la misma, voluntario y en el tercer acto un número reseñable se fue. De todas formas el comportamiento del público fue ejemplar: apenas toses, un par de teléfonos y un respeto y atención emocionantes. Y terminamos aplaudiendo y más que contentos muchos de ellos. Y la alegría en todo el equipo artístico era más que evidente. Un exito sin paliativos con una obra árida.
En el aspecto músical todo fue bien. Si hacemos una autopsia forense encontraremos fallos. Pero Alejandro Marco-Bührmester cumplió con enorme acierto en un papel agotador (¿Habrá muchos papeles en la historia de la ópera con más texto que recitar y más tiempo de actuación?) Camilla Tilling fue angelical en un papel-bombón, de esos que hay que ser muy mala para fallar, estilos Liu o Micaela. Michael König hizo un leproso pelín histérico y me pareció la voz menos interesante, cantanto mucho en abierto. Los frailes, muy bien, especialmente Tom Randle (Hermano Maseo) y Wiard Witholt (el miedoso Hermano León).
Pero si a alguien hay que aplaudir (además de al protagonista) es a Sylvain Cambreling, que hizo una labor excepcional. ¿Es este señor un agitapalos o un mindundi, como se ha insinuado aquí? Pues ayer recibió la mayor ovación porque consiguió, además, que la SWR Sinfonierorchester Baden-Baden-Freiburg sonara muy bien. Y muy bien tambien los dos coros, el títular y el de la Generalitat Valenciana. Espectacular tercer acto el que nos regalaron.
¿Fracaso de Mortier? Pues me apunto, porque como todos los fracasos sean como este, no se cómo serán sus éxitos.
Tengo que dejaros. Una ducha, desayunar y a la boda. Seguro que a la noche podré mejorar esta precipitada valoración.
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