La rosa del azafrán o la puesta en escena más tradicional que se ha visto en el Teatro de la Zarzuela desde hace años (bueno, desde la Tabernera, tampoco hace tanto).
¿Eres de los que se ofusca cuando Maruxa sale sin oveja y se te llevan los demonios si Tosca no coloca los candelabros como dios manda? ¿Gritaste en la Doña Francisquita y no entendiste lo del cine de la Luisa Fernanda? Entonces disfrutarás de esta zarzuela porque todo está "como debe ser": salen molinos, campos de labranza, trigos al viento, mujeres deshojando flores y hasta el escritorio de Windows XP de fondo. Afortunadamente hay un gran trabajo detrás, delante y encima de todo esto y se ha cuidado mucho para que no resulte casposo (entiéndaseme al final de esta crónica). Con solo unos pocos cortes en las partes habladas (oh, anatema, hemos cercenado una obra de arte -inclúyase aquí una pedorreta-), la supresión del intermedio y la inteligente inclusión de una cantante popular y unos panderos cuadrados, se consigue crear un ritmo dramático adecuado y que la obra fluya sin resultar arcaica.
Otra cosa es la obra en sí, claro, que a mí me parece un truño de cuidado, sobre todo por la pareja protagonista, que me resulta muy antipática. No consigo empatizar con ellos ni en sus dramas ni en sus amores. Me interesan más las microhistorias que los rodean. Es una obra que se sostiene por la música, inspirada en melodías populares y con un puñado generoso de piezas famosas para los aficionados a la zarzuela.
Como he dicho, la aparición de una cantante no lírica acompañada de panderos ayuda a las transiciones entre escenas y, si bien es una licencia, no es ningún invento, porque canta fragmentos de la obra pero en su estilo. A mí me ha recordado a otra ilustre manchega, la albaceteña Karmento que se dio a conocer el año pasado en el Benidorm Fest y que está haciendo cosas más que interesantes con el folk. Os invito a escuchar "La Serrana" o "Fango".
Muy bien elegidos también los actores característicos sin caer en la exageración ni en el chiste facilón. Muy en su sitio Vicky Peña y Mario Gas, a quien oh maravilla le cortaron todo el rollo carlista del personaje. Por cierto, que tuvo un lapsus y se le fue el texto pero con tablas supo salir del entuerto a los pocos segundos.
Ángel Ruiz de tenor ligero vuelve a demostrar una vis cómica innata en Moniquito. Y muy adecuada también de actuación y canto la Catalina de Carolina Moncada.
Y ahora voy con la odiosa pareja protagonista. Juan Pedro estuvo interpretado por Rodrigo Esteves con elegancia y una prosodia notables. Más noble que gañán. Y Sagrario fue Carmen Romeu, que se mueve como quiere en el registro medio y grave con una voz plena y potente, con el agudo ya más comprometido.
Correcta para mi gusto la orquesta y un punto por encima el coro, con unas dinámicas muy conseguidas, especialmente ellas.
¿Conclusión? Una buena función de zarzuela en una producción "como dios manda" que contenta a la ranciosfera sin tampoco irritar a los progreguays. ¿Me gustó? Sí, pero es que no es una obra que me emocione mucho (¡a ver cuándo nos ponen un Huésped del Sevillano, que esa sí que me pone como una moto!), pero bueno, esto ya son cosas mías. Lo que reconozco es que está bien cantada, pensada y montada con mucho cuidado.
Teatro lleno, gran éxito y, vale que es el turno de los domingos a las 18 horas que suele estar lleno de yayos, pero otra vez me vino la reflexión de siempre: si yo, que soy mayor que la cantante de Nebulossa que ganó la noche anterior el Benidorm Fest para ir a Eurovisión (toma metarreferencia) me sentía un jovenzuelo, qué será del público de este género en unos años.
Porque a lo que vamos con lo de casposo que decía al principio. No lo puse en este foro porque fue tan mediocre que daba pena, pero el verano pasado vi otra Rosa Del Azafrán en un teatro de Madrid con una compañía privada. Un amigo que trabaja en un teatro lírico extranjero vino en agosto y quería ver zarzuela, y era lo único que había en esas fechas. A él le pareció un espanto la pobreza de medios: Orquesta y coro paupérrimos y decorado de función de colegio. El fondo sí que era la proyección del escritorio de Windows. Yo le explicaba que no se puede comparar un teatro con financiación pública como La Zarzuela o en el que él trabaja con una compañía privada y que a mí lo de los decorados de cartón me daba igual. Pero no me daba igual el tratamiento a la obra en sí: sin cambiar ni una coma, con los chistes anticuados reforzados por actuaciones exageradas, un protagonista que se creía protagonista y todo giraba en torno a él. Todos los números terminados con un chimpón estático y arcaico... Y el respetable aplaudiendo como loco. Pero es que si ya el público del Teatro de la Zarzuela tiene una edad media avanzada, la edad media de este teatro era eso mismo, La Edad Media. Y me cuenta mi amigo que en Alemania ocurre lo mismo con la opereta en teatros "de provincias": el público cada vez es más mayor y los jóvenes no van fundamentalmente porque el tratamiento que se les da a las obras es el de hacerlas exactamente como se hacían hace siglo/siglo y medio y lo que atraía y hacía gracia entonces ahora resulta anacrónico y aburrido. Me comenta que lo que más irrita es la manera de interpretar las partes habladas.
Y, por favor, no me vengáis ahora con que nadie se atrevería a quitarle una coma a Shakespeare ni a Calderón de la Barca porque mira, bonita, los libretos de zarzuela y opereta no son eso y porque además, si se va al teatro ahora a ver clásicos comprobaréis que sí se les quitan y se les ponen comas y mucho más.
Por eso veo tan necesario el proyecto Zarza y las adaptaciones de las zarzuelas. En este foro se ha masacrado con los habituales chistecillos la Maruxa que fue de lo mejor que se ha visto en Madrid en décadas o la Francisquita que ganó un premio Max (vale, sí, el primer acto fue un peñazo) y muchos se llevan la mano al pecho en plan salvadores de la patria exigiendo que un teatro público haga las cosas tal como quieren ellos. No. ¿Que no te gusta? Pues vale, pero muchos otros opinamos que esas producciones son imprescindibles, al igual que si se hace algo en plan tradicional se haga con mucho trabajo y muy pensado, como se hicieron Tabernera, Manojo o esta Rosa del Azafrán. Es que si no vamos a acabar cuatro gatos viendo muermos como el del teatro Amaya, que de verdad no había por dónde cogerlo y eso que era tal y como se hacía en 1930.
id si podéis a esta Rosa del Azafrán, pero está con todo vendido ya.
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. operitas
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