Función del 1 de marzo de 2022.
La temporada pasada, el Teatro Real sorprendió a todo el mundo cuando al anunciar su nueva temporada, figuraban dos funciones de Lakmé, de Léo Delibes en versión concierto. Delibes fue un compositor romántico francés, más conocido hoy en día por el ballet Coppelia y por los dos números más conocidos de esta ópera: el dúo de las flores (tan repetido ad nauseam en películas, anuncios, desfiles de moda y hasta remixes con música electrónica) y el aria de las campanillas, una de las grandes arias de coloratura.
Delibes apareció en un momento de la música francesa, en la que junto a otros nombres como Bizet, Saint-Saëns o Massenet, esta producía obras de una riqueza melódica, además también en una época donde el exotismo interesaba y mucho en Europa. Óperas ambientadas en lugares dispares o al menos alejados de lo que se consideraba "civilización", en unas visiones para el gusto del espectador francés, que casi nunca casaban con la realidad: ahí tenemos las controversias con la Carmen de Bizet ya que esa maravillosa España no era realmente la de Fernando VII. En este caso, se trata de una obra ambientada en la India, una sacerdotisa enamorada de un militar británico, cuando empezaba la colonización del país y los indios piden ayuda a sus dioses para echar al bárbaro inglés.
La música de Delibes tiene en su mayoría esas melodías de corte "orientalista", descriptiva, hechizante, evocadora, aunque también bastante convencional en los dúos, recitativos y escenas donde aparecen los personajes occidentales. Los interludios orquestales son bellos, especialmente los preludios del primer y el tercer acto.
Lakmé en su día tuvo un éxito enorme, con centenares de funciones en París desde su estreno en 1883. Hoy en día es más bien una rareza, pese a la fama de sus dos números más conocidos. En el Teatro Real las últimas funciones tuvieron lugar ¡en 1921! Con la gran María Barrientos en el rol titular. Ahora vuelve en una versión concierto, ciento un años más tarde, con un reparto a camino entre lo notable y lo cumplidor.
Leo Hussain dirigió a la Orquesta Titular del Teatro Real con unos tempos lentos, de hecho, el programa decía que la función duraba dos horas y veinte minutos, pero lo cierto es que superó cómodamente las tres horas, lo que también da a entender que se ofreció la obra completa y sin cortes. La orquesta parecía todavía no haberle cogido el tranquillo a la obra, pero hizo al mando de Hussain hizo lo que humanamente pudo. Tras un primer acto un tanto regular, en el segundo la orquesta pareció tomar inspiración y durante las danzas se pudo ver una mejora de la cuerda, así como del viento, tan esencial a la hora de recrear exotismo. La flauta sí tuvo una intervención destacable, especialmente en el segundo acto. Durante el tercero, Hussain supo crear un ambiente relajado, conveniente al preludio y la escena de Lakmé. Si bien la cuerda continuó bien, no así el viento, que esta vez no estuvo como debiera. El Coro ha tenido que batallar con la orquesta en varios momentos, ya que lo tapaba. Curiosamente, su mejor momento fue fuera de escena en el tercer acto.
Sabine Devieilhe fue la encargada de interpretar a la protagonista. Tras su éxito en el Ciclo de Lied de la Zarzuela, la soprano francesa debuta en el Teatro Real. Devieilhe ha salido airosa del reto, pero no sin dificultad. Su voz es bella, tiene un timbre candoroso, pero no siempre resiste y a veces llega justa. Tras una entrada enigmática, seductora, se encontró bien durante el primer acto. En el segundo tenía ya que lanzarse: cantar la famosa aria de las campanillas. La soprano domina la coloratura, y la introducción a esta aria la abordó muy bien, incluso luciendo un fuerte primer sobreagudo. Luego el famoso pasaje junto a la celesta, donde estuvo muy bien aunque le faltaba algo de rotundidad. Curiosamente, no se sabe si por desconocimiento o por entusiasmo, el público rompió a aplaudir tras la primera mitad. Después, continuó a un muy destacable nivel, aunque el sobreagudo final no le duró demasiado, lo que quitó algo de efectismo, si bien se llevó una justa ovación. En el tercer acto sí dio una estupenda versión del aria de entrada, dando ahora sí un largo sobreagudo final. Igualmente espléndida estuvo en el resto del acto.
Xabier Anduaga interpretó a Gérald, el soldado inglés que se enamora y del que se enamora Lakmé. Este joven tenor español es una de las voces más prometedoras de nuestro panorama lírico. Con su vigorosa, potente, brillante y juvenil voz se metió al público en el bolsillo. Ya desde su primera entrada sorprendió por su volumen vocal. Aun así, la dificultad que entraña esta partitura para su voz se manifestó momentáneamente durante su aria del primer acto, donde tuvo algunos problemas. Sin embargo, todo quedó superado a partir de su primer dúo con Lakmé, donde volvió a mostrar su torrente vocal, que llegó a su plenitud en el tercer acto con un agudo impresionante. Sin duda, ha estado muy cerca de robarle el protagonismo a Devieilhe.
El barítono Stéphane Degout como Nilakantha no tuvo la voz más grata de la noche. En el primer acto sonó gutural, no muy agradable, pese a tener una voz que se dejaba oír en la sala. Ya en el segundo mejoró, donde se llevó un sonoro bravo tras su aria.
David Menéndez como Fréderic fue de base mejor que Degout, en cuanto el centro tiene un sonido más bello, pero la zona alta le resulta difícil, como dejó claro su escena del primer acto.
Heloïse Mas fue una cálida, estupenda Mallika, con un timbre oscuro bastante atractivo. Inés Ballesteros fue una brillante Miss Ellen, con una estupenda voz de soprano ligera. Del mismo modo, Cristina Toledo fue igualmente una excelente Miss Rose. La veterana Enkelejda Skhosa demostró que quien tuvo retuvo, ya que en el comprimario rol de Mistress Bentson sonó potente, con un timbre aún bello y firme emisión, además de que como actriz estuvo tan graciosa como su puritano personaje. Gerardo López como Hadji estuvo cumplidor, con un timbre baritonal, en su breve aria.
No se sabe bien la razón de por qué el Teatro Real se ha equivocado con la duración de la obra. A las 22:06 terminó el segundo acto, justo cuando se decía que debía acabar la representación. A muchos nos sonaba tan raro que Lakmé acabase tan súbitamente. Incluso las puertas se abrieron y hubo gente que salía. Pero las luces no se encendían. La orquesta estaba quieta y afinando. Entonces cuando el director Hussain volvió para dirigir el tercer acto, supimos que la función duraría media hora más, trastocando los planes del público, ya que incluso vi a una mujer abandonar el teatro poco antes de que acabara la obra.
Con todo, el público del Real parecía estar contento, y premió a Degout, Anduaga y Devieilhe con bravos y sonoros aplausos. Uno piensa que esta obra ganaría más escenificada. Al fin y al cabo, así fue concebida, y la rica orquestación sugiere los exuberantes bosques indios. Pero es de agradecer que esta poco frecuente obra, con dos números archiconocidos, pueda exhibirse completa en el Real aunque sea en concierto, de lo contrario sería muy difícil verla escenificada.
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