Efectivamente, depende de gustos y de estar más o menos "acostumbrado" a este "tipo de estética" que se comenta antes, pero esta ópera no desdice de Written on skin y comparte con ella un acertado tratamiento vocal y una orquestación riquísima, combinadas con maestría.
Obviamente, como pasa casi desde el Pélleas o una buena parte de la obra de Strauss, Janáček por citar músicos que ya estrenaban hace ya más de un siglo y otros, la línea vocal y musical no se sustenta en la melodía, sino en el mismo texto, resaltándolo y complementándolo, cifrando en la expresividad y en la transmisión de un mensaje mediante la combinación de los dos elementos. Este cierto rechazo al canto declamado sería similar al que se daría en el público de principios del XX ante estas obras que se apartaban de la melodía cerrada o la declamación wagneriana. Pero vamos: que es un tipo de canto, el de Benjamin, com el de Britten, Messiaen o casi cualquier autor operístico del siglo XX, incluido Menotti. Cierto es que Benjamin apunta más disonancias en la orquesta y en algunas inflexiones vocales, pero nunca fuerza la voz, no hay crispación en el canto, está lejos de esas obras en que los cantantes están constantemente en el extremo de la tesitura y acaban hiriendo los oídos. Al contrario: el canto fluye de forma bastante natural, con inflexiones y disonancias expresivas, pero para nada BCR: no es un "bodrio", ni un "coñazo" (y me disculpo, pero es una cita) ni mucho menos "ruido". Que esto se puede aplicar a otras obras contemporáneas, no digo que no (por ejemplo, L'enigma de Lea resultó un "coñazo", pero por un libreto fallido: en absoluto se podría hablar de "ruido"), pero aquí... no.
Brillantísima la orquesta, donde es evidente, como lo ha sido en otras prestaciones en repertorios más antiguos, el trabajo lento, pero eficaz, de Pons con el grupo. Suena grande, con una gran calidad en los matices, con exquisitos planos sonoros y un nivel de calidad uniforme en todas las familias. Gran, gran trabajo de un director a menudo tan denostado y, a menudo, más por prejuicios que por resultados. En lo referente a la obra, la orquesta juega un papel básico: tanto mientras se desarrolla la acción cantada como en los interludios entre escenas, de una brillantez pasmosa.
El libreto es brillante y, aunque parta del Edward II marlowiano, es una obra original: sintetiza sapientísimamente el conflicto principal, la relación entre el rey y Galveston casi queda en un segundo plano ante el juego de poder, la conspiración y los intentos de "apropiación" del heredero por parte de su madre y Mortimer. Excelentes, por su planteamiento dramático, por su resolución musical y por la ejecución escénica, las dos o tres últimas escenas, en particular la penúltima, con una muerte de Eduardo que podría tener un paralelo con la de Boris Godunov, ambos solos y entre alucinaciones, como punto final de un drama personal que se sobrepone al panorama histórico. Es cierto que el conocimiento previo de la historia, incluso del drama de Marlowe, ayuda a entender mejor el conjunto, sobre todo en las elipsis.
La interpretación, buena en general. La orquesta, fuera del foso, quizás sonaba más de lo que se hubiera oído en su lugar "natural" y podía llegar a tapar algo alguna voz en determinados momentos. Excelentes los barítonos, el rey y Galveston, misma voz y dos caras de una misma moneda; bien, pero no tanto la reina y bien y expresivo el príncipe heredero, aunque con una voz demasiado "fina": muy adecuada para interpretar a un joven, casi un niño, pero que en algunos momentos necesitaba más peso o volumen vocal.
La escena, como se ha apuntado, atemporal (contemporánea, vamos), bien llevada, efectiva y con un movimiento escénico inteligente que responde a lo que se dice y ocurre en el libreto. Como ha de ser, vamos. Muy bien resueltos algunos momentos que podrían ser complejos, como la aparición de Gaveston en la escena de la muerte del rey o las mismas muertes de este o de Mortimer.
Ha sido un buen espectáculo (lo sigue siendo) y, a parte de consideraciones y gustos personales, una excelente representación de una obra más que interesante, de las que, probablemente, serán el SCR del siglo XXI y que, en el fondo, no hace más que continuar una tradición que todos tenemos ya asumida: no veo (no oigo, sería mejor) que este tipo de canto sea una "novedad" sino una revisitación contemporánea de un canto recitado/declamado/más prosódico o como se le quiera llamar que, en el fondo, no difiere del de Britten, que no difiere del de Berg, que no difiere del de Strauss, de Wagner o, si lo miramos bien, del parlar cantando monteverdiano.
Podrá gustar más o menos, pero es una obra muy, muy recomendable.
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