The Mikado (1939). Esta adaptación en 1939 de la famosa opereta de
Gilbert y Sullivan tiene hoy en día más interés como artefacto cultural que como una película en sí.
La producción, adaptación y dirección musical corrió a cargo del impulsor del proyecto,
Geoffrey Toye, quien contrató a
Victor Schertzinger como director.
Marcel Vertès firma una colorida dirección artística. El problema es que el resultado tiene demasiados cambios como para ser una versión en vídeo de una función teatral y demasiado pocos como para funcionar como película.
En efecto, con solo 90 min de duración hay muchos cortes, lo que sería más entendible si no hubiesen añadido un absurdo prólogo (con un diálogo malo) que no sirve ninguna función. Es más, en la película hay cortes pero también, increíblemente, bises. Y digo bises literalmente, pues al parecer la idea era proyectarlos en el cine solamente si el público aplaudía mucho. A menudo se incluye música de Sullivan de fondo en las escenas de diálogo, un poco de pegote.
En el reparto hay dos estrellas de la compañía D'Oyly Carte.
Martyn Green hace de Ko-Ko, en una interpretación que parece reproducir exactamente lo que haría sobre un escenario, lo cual es interesante por su valor «de archivo» pero no siempre funciona en la pantalla. Aún así, su Lord High Executioner es de referencia. El otro veterano «saboyardo» es
Sydney Granville, cuyo Poo-Bah sí que funciona a todos los niveles.
Entre los demás personajes hay dos interesantes:
John Barclay muy efectivo como un Mikado algo diferente a lo habitual y
Constance Willis que crea un personaje como Katisha, a pesar de que los cortes la dejan en la raspa (sin «There is beauty in the bellow of the blas», por ejemplo) y de un desafortunado bigote postizo. Hay también algunos patinazos, el más claro es un
Kenny Baker, concesión a la taquilla norteamericana, que no se entera de nada.
Con todo esto, y a pesar del atractivo visual, el primer acto lo deja a uno bastante frío, ni la comedia funciona ni se deja que la música respire lo suficiente. La llegada del Mikado, sin embargo, mejora mucho las cosas y por fin hay escenas exitosas. Entre ella, debemos destacar «The criminal cried as he dropped him down» y el diálogo posterior, que sí funciona bien cinematográficamente.
En definitiva, es una película creo que solo para aficionados a Gilbert y Sullivan, que disfrutarán con los buenos momentos sueltos (que los hay) y con la producción.
La edición de Criterion, además de un comentario y de una entrevista con dos expertos en Gilbert Sullivan, incluye un interesante vídeo con
Mike Leigh. Este director, como se sabrá, dirigió
Topsy-Turvy, una excelente adaptación cinematográfica de la historia de la composición y escenificación del
Mikado (esta sí recomendable para cualquiera), y tiene cosas inteligentes que comentar.