Despinetta escribió:
Yo sigo recordando que Herheim recortó parte del libreto y de la música de "Rusalka" porque no le iba bien a su montaje escénico, en Barcelona.
A mí, no me entusiasman; es más, apagan la pasión de música y vocalidad muchas veces, cuando la gente se fija únicamente en la escenografía.
Y se puede ver la selección de cantantes por figura, no por voz, lo cual es detrimento para el canto lírico.
Y el fenómeno de " epatar" va ligado a una corriente dramática, renacida en los setenta, con nuevas obras teatrales, con un mensaje determinado; porque sí, no lo hicieron.
Que yo sepa, el público aplaude siempre los montajes de Zeffirelli, aunque los conozca.
No me piquen, que desde luego hay escenografía mucho mejor que la de Tcherniakov ( "Onegin" o la mesa) o Bieito ( jamás le perdonaré lo del "Don Giovanni").
Así, que vivan las versiones de concierto; en las que yo he vivido, siempre los intérpretes actuaban.
Por partes. Intervenir las óperas bajo el criterio del creador (director de escena) con mayor o menor fortuna es algo que en TEATRO se lleva haciendo desde tiempos inmemoriales. Cuando uno va a ver un Shakespeare rara vez se le ofrece el texto tal cual (salvo que vayas al Globe). No veo por qué no lo vamos a poder hacer en ópera que, a fin de cuentas, no es más que teatro. Yo apoyo la potestad de los directores de escena para intervenir las obras a su gusto, otra cosa es que el resultado quede mejor o peor. Lo que comentas de Herheim con la Rusalka es un caso; pero yo vi una Traviata de Konwitschny en la que corta los dos coros de la segunda escena del segundo acto (bajo mi punto de vista con muy buen criterio: nunca entendí qué aportan esos dos números), a Carlos Saura cortar el final de Don Giovanni porque le parecía más espectacular cerrar con la escena del Comendador (puede tener su lógica), o incluso aquella performance en la que el mismo Peter Konwitschny convertía el Auto de Fe de Don Carlos, en su ya mítico montaje para Viena que se vio en el Liceu. Si la ópera es teatro, no debería extrañarnos que el material se intervenga: en el teatro se hace.
Tratar de buscar una cierta adecuación física a los roles que se interpretan
en algunos casos concretos me puede parecer hasta de cierta lógica: Salomé, Mimí o Violetta no deberían ser señoras orondas; del mismo modo que las dos parejas de Cosí deberían ser de jóvenes con respecto al Don Alfonso; y sería de esperar que los personajes de Bohéme fuesen también jóvenes en la medida de lo posible. ¿Qué sentido tiene un Roddolfo que pasa los 50? Ninguno. No digo que haya que contratar a los cantantes por su físico, pero sí se debería cuidar a quién le ofrezco qué. Hay edades para todo tipo de personajes y está bien dentro de la carrera del propio cantante que se evolucione con el paso de los años. Son muchos los que empiezan con papeles de primera figura y, a lo largo del tiempo, se van refugiando en papeles de carácter con éxito. Muchas Crisontemis acaban haciendo Elektra, muchas Elektras acaban haciendo Crisontemis, casi todas las Susannas acaban haciendo la Condesa y más de un Fígaro ha hecho el Conde. No pasa nada: es lo normal.
Cada vez me convence menos (y menos con lo que se escucha hoy en los escenarios el hecho de ir a la ópera solamente por la parte musical: para eso me pongo un cd y me quedo en mi casa.
Una última cosa: la ópera en concierto NO ES ÓPERA porque tiene mutilada la parte teatral. Es una interpretación de la partitura. Pero la ópera, como tal, para ser ópera, necesita de un montaje escénico.