Buenas noches, señores,
la semana pasada terminé de escuchar este fantástico registro que seguro muchos de ustedes conocerán bien. Ahora, con una semana de por medio, más reposado y con las ideas ordenadas, les diré lo que me parece.
Para empezar, hay que apuntar que es un registro histórico que todo wagneriano debería conocer. Como bien dijo Cooke en su momento, nos encontraríamos en la categoría de 'acontecimiento discográfico', frente al 'logro discográfico' que supondría el de Solti, por ejemplo. Sé que se ha dicho mil veces, pero quería señalarlo antes de ponerle reparos, que los tiene.
Si nos movemos en orden, el comienzo es fantásico.
Este Oro del Rin es de categoría, principalmente por tres personas: el propio Furtwängler (que se luce, y de qué manera, en este prólogo), Ferdinand Frantz, y Elisabeth Höngen. Lo de Frantz es impresionante se mire por donde se mire, con una cuarta escena magistral. Höngen ha sido una absoluta sorpresa para mí, su Fricka es posiblemente la que más me ha gustado de todas las que he escuchado. Junto a ellos, el Alberich de Pernerstorfer no desentona: a mí personalmente me gusta (tanto aquí como en el Anillo de Turín 3 años más tarde), y está bien salir de vez en cuando de Neidlinger. Ludwig Weber, como no podría ser de otra forma, hace un Fasolt magnífico. A su lado, el Fafner de Albert Emmerich decepciona absolutamente. Es uno de los lunares de este Oro; lo cual no sería tan grave si fuese el único. Y es que precisamente en este registro se evidencia ya el mayor problema del Anillo milanés, la irregularidad de los elencos.
Si Albert Emmerich me ha disgustado, no lo han hecho menos Joachim Sattler y Peter Markwort, unos Loge y Mime que muestran la peor faceta del estilo interpretativo anterior a la guerra, histriónico y vulgar. Investigué algo a Sattler, y debió ser un tenor respetado en los años 30. Preiser tiene publicado un disco con fragmentos suyos que no conozco. En cualquier caso su presencia no es capaz de lastrar seriamente el conjunto, y al final uno queda muy satisfecho. De verdad que la dirección de Furtwängler hay que oírla.
En la Walkyria las cosas mejoran. La pareja de Welsungos es muy buena, ya sé que Treptow tiene sus detractores, pero a mí su Siegmund me ha parecido realmente bueno (aunque no sea, evidentemente, ni Windgassen, ni Vickers, ni King). Konetzni repitió el papel en Milán, y creo que es un acierto, aunque tampoco sea la mejor Sieglinde del disco, es algo plana, pero nada serio. Como Hunding tenemos de nuevo al gran Ludwig Weber, todo un lujo, aunque sin el salvajismo de Frick.
La pareja de dioses es la misma que en el Oro, y mis elogios no disminuyen. Frantz hace un segundo acto que quita el aliento. Su Wotan es colérico, pero sin dejar de dar otros matices al personaje. Al final de la primera escena, cuando Fricka se marcha, dejando a Wotan lleno de resignación, y ella le exhorta para que jure que dejará morir a Siegmund; el dios responde
Nimm den Eid! (¡Toma el juramento!) mientras se sienta. Frantz escupe ese
Eid! con auténtica furia, con un grito que condensa toda la impotencia del personaje.
Realmente tengo que redescubrir a este cantante. Quizá otros foreros mejor informados nos puedan decir algo de él.
¿Qué decir de Flagstad? Sobran los adjetivos. Pese a la edad, sigue siendo la mejor Brünnhilde de la que tenemos un registro completo. Realmente lamentable el corte en su diálogo con Wotan, pues oír el trío Frantz-Flagstad-Furtwängler es una experiencia difícil de olvidar.
La dirección de Furt vuelve a ser magistral. De nuevo destacaré el segundo acto: el Anuncio de la muerte es antológico.
Con Sigfrido llegamos a lo que es probablemente lo peor de este Anillo. Para empezar, debemos soportar al Mime de Markwort una vez más, aunque si uno se acostumbra no es demasiado grave. De todas formas, el nivel baja otro peldaño con la llegada a la cueva del nibelungo de Wotan disfrazado. Y, ¡vaya si disfrazado! ¡ya no es Ferdinand Frantz, sino Josef Herrmann!.
Las razones que llevaron a Furtwängler a elegir a Herrmann para el papel se me escapan del todo (he leído por ahí que eligió él mismo a los cantantes); su Viandante es totalmente inadecuado, con una voz más ligera de lo deseable y una interpretación plana y carente de interés. Una auténtica pena.
Svanholm hace un primer acto deslumbrante, lo que nos hace demasiadas ilusiones de cara a los actos restantes. En el segundo su voz se va mostrando cada vez más cansada y, al final, pareciera que al mover el cuerpo del dragón muerto todas las fuerzas que le quedaban se esfuman. Cuando llega el tercer acto comienza a hacer aguas por todas partes, y los problemas en el dúo final son plenamente audibles.
Uno no sabe si agradecer en estas condiciones el corte que hay en el encuentro de Wotan y Sigfrido, corte absolutamente atroz para la dramaturgia de la obra, pero que nos "ahorra" escuchar a Herrmann y Svanholm jadear juntos.
El ascenso a la roca de Brunhilda y el despertar de Flagstad son fantásticos. La dirección de Furtwängler vuelve a rayar el cielo, y Flagstad se supera. Es esto lo que eleva la grabación por encima del suficiente que se merecería: el director y la soprano.
La última jornada me ha dejado hasta ahora sentimientos encontrados. Sinceramente esperaba mucho más del Sigfrido de Max Lorenz, pero lo he encontrado gritón y con la voz absolutamente envejecida. En ocasiones ni se le oye y -cuando sí- su matización es inexistente. De todas formas en el tercer acto sube el nivel, y la escena de la muerte es muy interesante. Los gibichungos (Weber, Herrmann y Konetzni) son notables, pero tampoco llegan a las cotas de otros Anillos: Weber es el mejor de los tres con diferencia.
La Waltraute de Höngen maravillosa y el Alberich de Pernerstorfer de nuevo muy interesante (al igual que en Sigfrido, por cierto).
Al final, vuelve a ser Flagstad la que salva la situación, con una actuación que incluso supera a las anteriores: la mejor inmolación que he escuchado jamás.
Furtwängler sigue siendo sobresaliente, aunque en este Ocaso lo veo menos inspirado que en el resto (sé que esto es muy subjetivo). Especialmente me ha decepcionado su Marcha fúnebre, muy lejos de la grabada para EMI (no recuerdo la del 53).
En suma, un anillo indispensable por Flagstad y Furt, que culminan juntos algunos de los mejores momentos de la discografía de la Tetralogía. Junto a ellos hay muchos grandes cantantes (algunos realmente grandes, como el propio Frantz): Konetzni, Höngen, Pernerstorfer, etc.
¿Lo peor? Los cortes y el Wanderer de Herrmann. También Markwort como Mime y Sattler como Loge son lunares en el reparto.
En cuanto a los tenores que encarnan Sigfrido, me parece que Svanholm está mucho mejor que Lorenz, pero el cansancio del primero conforme avanza la ópera, y las condiciones vocales del segundo nos hacen lamentar que no hubiese alguna otra opción (el propio Aldenhoff al año siguiente en Bayreuth es globalmente preferible). Aún así rompo una lanza por Svanholm, de verdad que el primer acto es de quitarse el sombrero.
Por cierto que, en cuanto a la orquesta, no puedo estar más en desacuerdo con quienes critican el rendimiento de los músicos de La Scala. Siempre se señalan las orquestas italianas de las Tetralogías de este director como un punto negativo: para nada, tampoco en el de la RAI del 53. Evidentemente la orquesta no estaba familiarizada con este repertorio, y su estilo era el idóneo para otras obras, pero no creo que eso sea malo. Michael Tanner, en las notas a la edición de Gebhardt, habla de cómo puede apreciarse la mano de Victor de Sabata (el director del teatro) en el sonido global. Completamente de acuerdo, de hecho la interpretación es precisa y afilada como pocas, a lo que ayudan los tempi ligeros de Furtwängler. Evidentemente no es la Filarmónica de Viena de Solti ni la orquesta de Bayreuth, pero sigue siendo de primera fila. Hay pifias, claro, pero también las había los teatros alemanes de la época. En fin, nada malo que decir de los músicos italianos, el propio director consideró que habían trabajado muchísimo -Franco Capuana estuvo semanas ensayando con ellos- y consideró una gran experiencia dirigir estos ciclos de 1950. Hay que tener en cuenta que apenas 5 años antes se habían hundido el 3er Reich y el régimen de Mussolini, lo que le añade cierto significado histórico a un documento que -de por sí- es impresionante.
Para resumir, un Anillo que -de no ser por los cortes, Sigfrido y el Viandante- merecería tranquilamente un 10, aunque por los méritos amasados yo no lo bajaría del notable alto.
¿Qué les parece a ustedes?
Muchas gracias!
Saludos
José Manuel