Back in my home town, con una iluminación navideña, triste, tristísima comparada con la de la Villa y Corte (¡pedazo de bolinga que se han marcado al comienzo de la Gran Vía, oiga!), que no desentona ante la triste, tristísima iluminación de la ciudad con la que nos obsequia cada día nuestro alcalde, sobre todo en el centro de la ciudad, donde las tiendas son las que iluminan la calle, y que nos hace recordar con añoranza cuando Valencia era una ciudad limpia, iluminada y donde daba gusto pasear de noche, me fui a ver el último, por ahora y puede que para siempre, papel de ópera de Plácido en el antiguo cauce del Turia. Esperemos que no.
Acercándome a tan grande evento, me encontré algo que voy a intentar describir con hechos, para, aunque será difícil, no forzar a la moderación a una censura no deseada, ya que, si lo describo con opiniones y no con hechos, la edición es segura.
El hecho es que un grupo, veintiséis feministas (no caeré en la tentación de describirlas como se merecen), montaron una manifestación en las puertas del Palau contra Plácido. Eran veintiséis y varias de ellas son reconocibles ya que viven exclusivamente de esto, es decir de las subvenciones que les dan para que acosen a otros acusándoles de acosar. Sus gritos eran ¡Nabucodonosor es un acosador! y ¡Barítono-tenor es un acosador! ¿Pruebas?, para qué. Lo que es justicia y lo que es democracia lo deciden ellas. Es curioso, no las vi el año pasado cuando Alfred Kim vino a cantar Tosca a Valencia. Kim ha sido detenido e imputado por pegar a su mujer, pero eso, o lo desconocen, o no les importa, o no les subvencionan para ello. Si les importa negar la presunción de inocencia a un anciano que lo ha dado todo por la ópera de Valencia y al que ya se ha apuntado algun polític@ oportunista para pedirle la hoguera pública.
Y al día siguiente, es un hecho, el diario el País tuvo la poca vergüenza de publicar un artículo titulado “Una protesta contra Plácido Domingo divide al público antes de su último ‘Nabucco’ en Valencia “. Son libres de publicar lo que quieran, faltaría más, y es noticia, no lo niego, pero la protesta no dividió al público. Fuera, 26 insultaban, dentro 1.412 aplaudían y vitoreaban en su 4 función. 1.412 por 4 son 5.648, contra 26. Nadie dividió nada, Plácido cantó y el público le aplaudió.
Hasta aquí el pre espectáculo.
Describir lo que artísticamente aconteció es difícil tras la crónica de Jose Luis. Tras él, uno sólo puede inspirarse (antes le llamaban plagio) y asentir con la cabeza.
La puesta en escena de Thaddeus Strassberger a mí me gustó. Es el manido teatro dentro del teatro, pero muy trabajado, colorista y original. Incluso la patochada final me hizo gracia. El único, pero importantísimo borrón, fue en el primer Va pensiero, que fue tan recargado en la escenografía, tantas cosas todas a la vez, que mató toda emoción posible, y es que, a veces, más es menos.
El coro excelso, salvo en el Va pensiero, manda güevos, que, mediatizado por la escenografía, fue plano, plano, plano.
La orquesta estuvo bien dirigida por Jordi Bernácer, respetando las voces, y tirando de decibelios de tanto en tanto, que aquí, aficionados como somos a las tracas, los recibimos con algarabía.
Anna Pirozzi tiene un cañón de voz, y el papel de Abigail se las trae (no repetiré lo del salto interválico del recitativo). Ya la tuvimos de Abigail con Ambrogio Maestri de Nabucco y sigue siendo una voz poderosa, bien timbrada y valiente.
Zaccaria fue un justito Riccardo Zanellato al que yo me pasé la noche llamándole Zenatello, como si de central del Inter de Milan se tratase. Rubini me sacó de mi error cuando ya era tarde y los efluvios del vino hicieron que me diera igual.
Fenena fue una buena Alisa Kolosova, buena Mezzo, buena moza, de clara y joven, aunque potente voz.
Ismaele fue el ya conocido Arturo Chacón Cruz, que en su tercer papel en Les Arts ha corroborado lo que ya sabíamos de él, le viene grande casi cada papel que intenta. Como Ismaele es un papel corto y de poco brillo, su actuación fue la mejor que le hemos visto en Valencia.
Y dejo para el final, como no, el milagro de Plácido Domingo, un portento con una presencia escénica que ya quisieran muchos la mitad.
Al terminar el evento, acompañado por los presentes Radamés, Dufol y Rubini, a los que se nos unieron los ausentes Manuel y Amolaopera, fuimos todos a compartir viandas, buen vino y alguna coña, con coro, orquesta, trabajadores del Palau, cantantes y familiares de todos ellos. A parte de disfrutar de anécdotas varias de las que nunca osaría comentar, y de que las risas se mezclaron con el sentido homenaje a Plácido que le rindió TODO el mundo, tuvimos el enorme honor de conocer y saludar el barítono mongol de nombre impronunciable que calentaba motores para deslumbrar a Tip y compañía y con el que hilvanar una conversación fue casi imposible, aunque divertidísimo. Las zapatillas de deporte que llevaba son dignas de abrir un hilo aparte.
Saludos
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