Vista la Walkiria de Levine en el Met.
Tras un Oro bello, arrebatador y al estilo del viejo Hollywood, llega esta Walkiria en la que el nivel general baja visiblemente. La tradicional y espectacular visión de
Otto Schenk y
Günther Schneider-Siemssen intenta calcar las acotaciones del libreto de Wagner dentro de lo que le es posible y siempre desde su punto de vista. El hecho de ser la única alternativa clásica en DVD de la Tetralogía hace que se mitifique bastante una producción que vista con profundidad, es mejorable. La densidad de la obra, donde se ponen de manifiesto todos y cada uno de los sentimientos de los protagonistas, cuyos cruces definirán el resto de la historia se visibiliza en una oscuridad visible hasta en la iluminación, que es poco abundante en esta ópera ya que toda ella transcurre prácticamente de noche. El primer acto tiene lugar en una amplia cabaña de madera, donde se ve el fresno donde Wotan clava a Nothung, esta vez visible. Cuando Siegmund canta el Winterstürme se abren de repente las puertas y se ven unos árboles de los que emana la brisa nocturna de primavera. El segundo tiene lugar en un paso montañoso, con un cielo nocturno con nubes oscuras, de tormenta. Un momento interesante es la aparición de Brunilda a Siegmund, cuando se hace la luz en medio de la noche cerrada: el montaje consigue un efecto precioso e este punto. El tercer acto tiene luces y sombras: por un lado es espectacular la recreación de la roca de las walkirias, pero la oscuridad de luego está medianamente resuelta: las walkirias hacen su entrada sin más (entendemos que por la dificultad de poner caballos y cadáveres de héroes en escena), pero un momento tan musicalmente luminoso se ve apagado por la falta de iluminación en escena. Un momento de juego de luces es el interludio cuando se quedan solos Wotan y Brunilda, con sus sombras visibles. El fuego mágico es espectacular, con la lanza de Wotan lanzando chispas cuando golpea el suelo e invoca a Loge, y la iluminación naranja llena el escenario con humo. Al final, un halo de luz se abre paso entre las llamas para dejar salir al dios, mientras su hija ya duerme protegida por el escudo y cae el telón.
Aquí se ve toda la utillería clásica: espadas, vaso de cuerno donde Sieglinde le da a beber a Siegmund el hidromiel, cascos, y un largo etcétera. Esta vez el vestuario de
Rolf Langenfass no acierta siempre: por un lado los trajes de Hunding y Wotan están bien logrados, pero no así los de los welsungos, que están muy recargados de pieles, el de Fricka también resulta acartonado y las walkirias debajo de sus escudos tienen un camisón naranja bastante chirriante.
En cuanto a la dirección de actores, esta puesta en escena quizá no trabaje demasiado el drama, lo que en esta obra hace que se termine uno por aburrir ya que es un poco estática comparada con las otras, pero los artistas tienen tan interiorizados a sus personajes, que saben transmitir sus emociones. Schenk les da esa libertad con la que suple sus limitaciones como director de actores: son libres para dar rienda suelta a sus creaciones, que afortunadamente son muy buenas en lo escénico. Wotan y Brunilda se comunican con una ternura que conmueve, o muy tierno el momento en que al morir, Siegmund reconoce a su padre y le acaricia, antes de morir.
James Levine dirige la orquesta del Met. La obra empieza con una electrizante interpretación del preludio del primer acto, a la altura de las más grandes versiones gracias al espectacular sonido de las cuerdas (qué maravilla de contrabajos), pero luego se acomoda mucho. Durante el resto de la obra se dedica más a acompañar a los cantantes que a destacar, aunque el fuego mágico final consigue emocionar.
Jessye Norman es una Sieglinde magnífica, con un timbre de voz seductora, así como su dicción, y unos graves excelentes. Magnífica en el primer acto y al final, emocionante en "O Heilige Wunder", con unos agudos potentes.
Kurt Moll es un Hunding temible, con una voz excelente y una interpretación que atemoriza con la brutalidad de su personaje.
Gary Lakes tiene voz para el Siegmund, pero no destaca como intérprete, dedicándose solo a cantar. Cumple con sus "Wälse" largos, pero el agudo al final del primer acto es un gallo monumental en "So blühe der Wälsungen blut". En el segundo acto cumple pero el personaje sigue sin aparecer del todo.
James Morris hace un gran Wotan pese a la peculiaridad de su voz, que aquí adquiere un aterciopelado sonido baritonal en sus dos grandes monólogos. Emocionante en lo interpretativo y más que digno en lo vocal en sus Adioses del tercer acto.
Christa Ludwig como Fricka está peor que en el Oro, con un agudo chillado y siendo una sombra de lo que fue, pero mejora a partir de la mitad de su aria.
Hildegard Behrens ya no está en su mejor momento en estas funciones, con el agudo ya calado en sus gritos de guerra con los que hace su entrada. Quizá nunca fue del todo una voz para Brunilda, dando siempre una de cal y otra de arena: alternando momentos maravillosos con otros donde cala las notas, pero además de su interesante registro medio que aún no está del todo tocado; es su interpretación es lo que salva la función. Todo un animal escénico, su temperamento dramático suple las limitaciones de la voz para hacer una Brunilda solvente: sabe cómo interpretar a Wagner con cada gesto o mirada: Behrens es pasión, guste o no su voz y consigue vendérselo bien al espectador en Wagner y Berg (siempre me pareció un poco histérica en Tosca).
Las Walkirias están en un nivel digno, propio de los solventes comprimarios del Met.
Ya quisiéramos ver hoy en día un reparto así. Seguiremos pronto con el Sigfrido.