BEETHOVEN: Sonatas para violín y piano (Menuhin / Kempff)Escuchar todas estas sonatas en un par de sentadas me ha recordado al menos dos cosas: que ya desde el opus 12 Beethoven había transcendido el papel secundario asignado al violín por cualquier compositor anterior y que, no obstante, su evolución fue continua, dejándonos por ejemplo una magistral opus 96 a la altura de sus afamadas Primavera o Kreuzer.
La versión de Menuhin y Kempff es sin duda una de las más afamadas. Teniendo en cuenta el tiempo transcurrido desde la fecha de grabación (1970) y cómo ha afectado a la evolución de los usos interpretativos, sigue siendo una extraordinaria muestra de la sensibilidad artística y de la musicalidad de sus dos autores. Lecturas cálidas, contenidas y más intensas en los pasajes líricos que en los dramáticos. Las personalidades de Menuhin y Kempff son muy diferentes; alguno dirá que no siempre empastan bien. El violinista judío aporta una cierta nota de desequilibrio: brillante en los scherzos y en algunos contenidos extras, como el Rondó en Sol Mayor o en las Variaciones sobre el tema “se vuol ballare”, amablemente emotivo en los movimientos lentos y con toques de humor aquí y allí, me resulta algo arbitrario en su enfoque e irregular en la ejecución; ni la afinación ni el sonido de la cuerda parecen impecables en algunas de las piezas mayores, como la sonata Primavera. En cambio, al pianista alemán se le notan menos los años en los dedos y, además, aporta una equilibrada visión de conjunto en la que la claridad estructural no va en detrimento de la expresividad en cada uno de los matices de articulación y dinámica escritos por el compositor –al menos eso me parece, no he escuchado ninguna de las obras partitura en mano.
Aunque las versiones de Perlman y Ashkenazy siguen siendo mis favoritas, estos cuatro cedés de Deutsche Grammophon merecen una recomendación sin ningún titubeo.