DON PASQUALE (Donizetti). Pittsburgh Opera. Benedum Center for the Performing Arts. Pittsburgh. 27-IV-2019
Como sabemos, la carrera de la soprano LISETTE OROPESA ha explotado en el último año, principalmente a causa de varios éxitos europeos. En los EE.UU., a pesar de iniciar su carrera en el Met, llevaba un tiempo con apariciones en teatros de segunda o incluso tercera fila, que últimamente se están convirtiendo en cancelaciones. El verano pasado canceló sus Pescadores de perlas en Santa Fe y en general parece que será difícil volver a verla en una ópera al oeste del Misisipi o en teatros de provincias. Sin embargo, una cita ha sobrevivido y es su regreso a Pittsburgh para participar en una nueva producción de Don Pasquale. Curiosamente, dado lo exagerados que suelen ser los departamentos de prensa y publicidad yanquis, la compañía no parece haberle dado mucho bombo a su participación.
En cualquier caso, el sábado no decepcionó y realmente bordó su papel de Norina. Con carisma, gracia y derroche de técnica, sobrada de agudos y demás filigranas, fue un éxito desde «Quel guardo il cavaliere». Ello a pesar de que la orquesta no ayudó precisamente.
Hasta cierto punto, su presencia dificulta ajustar el baremo para el resto de la función, pues la soprano actualmente juega en una liga diferente al resto del reparto. En cualquier caso, cabe destacar el buen papel del barítono JOSHUA HOPKINS como Malatesta, un joven cantante que ya me causó buena impresión en «It's a Wonderful Life» de Heggie el pasado otoño en San Francisco. Muy bien compenetrado también con Oropesa en el dúo del primer acto.
El talón de aquiles de la función lo constituyó el tenor JAVIER ABREU, totalmente desprovisto de agudos y sin ninguna brillantez. En su gran aria, galleó al final «dal mio core cancellar» y después en «E se fia che ad altro oggetto» ya no intentó ni oler ninguna nota aguda. Un desastre. Con tablas, vis cómica, pero falto de sutileza el Don Pasquale de KEVIN GLAVIN.
Como aludía anteriormente, la orquesta de GARY THOR WEDOW no estuvo muy fina, sino más bien basta y ruidosa.
La producción de CHUCK HUDSON es interesante. Nos presenta a Pasquale como una versión masculina de Norma Desmond. Durante la obertura, unas simpáticas proyecciones nos narran sus años de gloria en el cine mudo pero al empezar la acción estamos ya en los 50 y claramente vive anclado en el pasado, hasta el punto de habitar una mansión monocromática. Norina es una aspirante a «starlet» y de hecho su aria de entrada es una escena que está grabando para su próxima película, mientras que se aprovecha del vestuario existente en el plató para planear su papel de Sofronia con Malatesta. Todo ello funciona bastante bien. En los cambios de escena de la primera parte se nos completa la historia de Don Pasquale, con su caída en desgracia en la nueva etapa de Hollywood (con nuevas películas). En el segundo acto, los miembros del coro son personajes famosos de la época, desde John Wayne en un uniforme de caballería a Elvis, pasando por uno que era la viva imagen de Sydney Greenstreet en Casablanca.
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