Si en el cantar del Mio Cid reza la famosa frase "Dios, qué buen vasallo si oviesse buen señor» en este caso habría que darle la vuelta, porque la notable soprano que fue Cheryl Studer no merece peor vasallo, un paladín con menos luces.
Una soprano a la que la DG quiso convencer que era assoluto, pero no, el repertorio donde mejor rendía era el de soprano lírico plena o lírico-spinto alemana, la llamada Jugendlich-dramatischer Sopran. Elisabeth, Elsa de Brabante, Crisotemis, la emperatriz (papel que le ví en vivo en Viena), Siglinda (le ví con la orquesta nacional el acto tercero y, por tanto, la gloriosa frase "milagro sublime")
Una delicia también su Salomé en disco con una gran dirección de Sinopoli. En Madrid estuvimos a punto de verla en Traviata junto al Maestro Alfredo Kraus en 1995, pero renunció después de cantar el ensayo general.
El timbre de la Studer era de gran belleza, de un esmalte fúlgido, luminoso, tornasolado. EL registro agudo rutilante y su escuela de canto de gran clase, pero su fraseo, siempre elegante y compuesto, le faltaba variedad, así como incisividad a sus acentos. Su temperamento era inane, su ausencia de garra y calor le perjudicaban en papeles italianos, no digamos en una Odabella, incapaz para la expresión sanguigna, para la grinta, limitada a la expresión lánguida, dulce, sumisa...
Un ejemplo, escúchese a la Studer y luego a una Julia Varady en el parlato que suele suprimirse de la Kaiserin en el acto tercero de Frau ohne shatten, la americana parece una colegiala asustadiza ante los acentos de la gran Julia.
La verdad es que uno cree que lo ha leído todo en estos foros y mundos de Dios. He presenciado peleas entre Callasianos y Tebaldianos, he conocido partidarios tremendos de Gencer, Caballé, Scotto.... pero que se entronice a Cheryl Studer como la soprano única e inigualable no me lo esperaba, la verdad
Diversión para año nuevo.