Estamos en Navidad y todo es maravilla y bondad. Me pareció una función muy disfrutable: por la desenfadada música de Rossini, que hace que salgas del teatro y todo el mundo te caiga bien; por la puesta en escena, todo lo acartonada que se quiera, pero colorista, simpática, sencilla y acorde con la ópera; por los cantantes, que estuvieron en general bien y muy implicados. Además, se nota que se lo pasan bien y eso se transmite al público, que disfruta más. Amelie, aunque no lo dirá, también salió muy contenta.
Pensaba yo que Mironov, nueve años después de haberlo visto en este mismo papel en Madrid, habría desarrollado la voz, mejorándola, ensanchándola o potenciándola. Pues no, sigue exactamente igual. Bonito timbre pero, tan lánguido como su aria de presentación ("Languir per una bella"), se le escucha más o menos bien pero a veces provoca un poco el sonrojo.
Coincido en que Orfila estuvo espléndido, algo más apurado en las agilidades y en ocasiones algo muscular, pero metidísimo en el papel, divertido, simpático, sin caer en histrionismos. Se lo pasó genial, sin duda.
Me gustó Abrahamyan como Isabella, una voz muy interesante aunque como dice Lenz, se le entiende poco. Pero como yo no sé italiano, pues no me importa. También se lo pasó muy bien y estuvo enérgica en los momentos en los que tiene que poner firmes a los hombres que la sacan de quicio.
Bien los secundarios, integrados en esa locura musical extraordinaria que nos legó Rossini. El final del primer acto, mi momento preferido de esta ópera, a pesar de que me dio la impresión de que alguno se atrasaba un poco, resultó magnífico y muy simpático.
En fin, que salí del Liceo embriagado, aunque quizás también entrara ya así por culpa de Corcontas, que me sometió a un duro examen vinícola con un tinto de la tierra.
Dentro de unos días, Turandot.
_________________ Gran Duque de Seychelles.
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