Siguiendo con los montajes de
Wieland Wagner, le toca el turno ahora al legendario Tristan que
Pierre Boulez dirigió en Osaka.
En esta ocasión, sigue siendo de lamentar el que sea la imagen en blanco y negro ya que esta producción legendaria se resiente, pero lo bueno es que la calidad es un poco mejor a la de Walkiria. Wieland llega con este montaje a una de las cimas de su carrera artística, una producción abstracta y atemporal donde la iluminación y la escenografía nos transladan a un mundo onírico pero a la vez lleno de patetismo. El pesimismo flota desde el principio en el ambiente, rodeando a los personajes. De nuevo Wieland llega a trabajar los gestos y las emociones de los personajes, haciendo que en ocasiones canten a distancia y con una reducción de sus movimientos (aunque tampoco llega a convertirlos en estatuas) nos pueda llegar el enfrentamiento entre sus respectivos mundos psicológicos, llegando la confrontación de posturas al espectador de forma visible y clara.
El telón se abre en el primer acto para mostrar un pequeño monolito con un asiento de piedra, situado en una esquina mientras que en el fondo se proyecta la proa del barco. Representa la estancia de Isolda, mientras que los demás personajes y el coro de marineros están repartidos por el escenario, rodeando el camarote. El segundo constituye el momento más estético, con el famoso menhir celta largo y la iluminación haciendo el resto, aunque el blanco y negro no haga justicia a la magia. El tercer acto es el más impactante tanto a nivel escénico como actoral y musical en esta velada. Tristan e Isolde se funden en un largo abrazo tras beber el filtro. A principios del primer acto Tristan al escuchar al coro se va atormentado y no va a ver a Isolde. Durante su dúo, los amantes cantan sentados y juntos, transmitiendo su amor inmenso. Marke aparece como un hombre de gran nobleza, pero fatigado e inmensamente dolido por la traición de su amigo. Muy tierno el momento en que le abraza al final de su monólogo. Isolda levanta los brazos al cielo al ver a su amado muerto mientras la luz la ayuda a recrear ese momento intenso. Esta vez vemos una estructura rocosa que representa a las ruinas del castillo de Tristan, que se alzan amenazantes y con reminiscencias a los decorados rúnicos y célticos del Anillo del propio Wieland. En este acto veremos a Tristan cantar primero tumbado y luego alzarse y desgarrarse por la ausencia de su amada: un excelentísimo y referencial trabajo.
Boulez había sido elegido por Wieland para dirigir el Tristan en Osaka. Pero el nieto del maestro murió el año anterior y Boulez se quedó sin su mentor y llegó a Japón sin la preparación adecuada. Pese a la ayuda de la pareja protagonista, el estilo del francés distaba de ser romántico y dirigió la obra con su habitual aproximación moderna de tempi muy rápidos. Tampoco ayudó la bisoñez de la orquesta de la NHK, ya que los nipones nunca habían dirigido Tristan con anterioridad. El preludio es incómodamente veloz, no pudiendo disfrutarse el romanticismo y la transfiguración de la pieza. A medida que pasa la obra, uno deja de fijarse en la rapidez y termina percibiendo la dirección de la orquesta como poco relevante o de mero acompañamiento. La orquesta no da un mal resultado, pero en el primer acto se notan algunos excesos de volumen en algunos instrumentos. A destacar la bella melodía del pastor en el tercer acto a cargo del solista
Takehiko Nitori.
Esta filmación es la única en la que podemos ver a tres solistas de la época dorada de Bayreuth actuar juntos: los legendarios
Wolfgang Windgassen y
Birgit Nilsson como la pareja protagonista, y el no menos legendario
Hans Hotter como el Rey Marke. Y el resto del reparto, sin llegar a los niveles de Bayreuth, también alcanza el mismo nivel del divino terceto. Un nivel lamentablemente imposible de conseguir hoy.
Nilsson está en plenitud de facultades en el momento de esta filmación. Su poderosa voz y dominio del personaje están presentes, con sus conocidos agudos potentes y magníficamente emitidos. Una voz que no parece estar fatigada en ningún momento. Impresionante la maldición del primer acto, y sus intervenciones del tercero; con su magnético e inolvidable Liebestod final que lo deja a uno al borde de la silla. A nivel actoral su Isolda tiene autoridad pero a la vez es una mujer frágil y presa de sus sentimientos.
Windgassen no está ya en su mejor momento vocal, pero la suya es la mejor interpretación de la velada de largo. Sus expresiones nos muestran en el primer acto un Tristan atormentado. Un héroe incapaz de disimular su malestar pero sin perder la clase. Sin embargo, es en el tercer acto donde realiza una creación inolvidable; casi a la altura de la Tosca de Callas en Londres. El tenor alemán se reserva para este momento, cantando con una entrega y una resistencia que ni de lejos se encuentra hoy en día. Su interpretación nos muestra una agonía espeluznante de Tristan, que uno llega a sufrir con y por él. Consigue estar espléndido de voz. Han pasado ya 51 años y no ha sido superado: con la voz en declive y con mala calidad de imagen sigue siendo la más conmovedora representación del personaje que haya sido grabado en vídeo. Y vocalmente no tiene rival en épocas posteriores.
Hotter también está en su ocaso vocal, aunque como intérprete sigue siendo enorme. Su Marke llega a impresionar por la clase y la capacidad de transmitir la psicología del anciano rey que descubre el engaño y asume su dolor con auténtica nobleza. Pese a que sus medios están mermados su versión es conmovedora. E igualmente en el tercer acto está impresionante en su corta intervención.
Herta Topper es una gran Brangäne, a la altura de las clásicas del personaje. Tiene una hermosa voz de contralto y su aviso del segundo acto es excelente.
Frans Andersson es un Kurwenal que puede resultar vulgar comparado con Neidlinger o Wächter: su interpretación es socarrona en el primer acto pero mejora a medida que transcurre la función. Tiene una voz de volumen generoso y convincente en el acto final.
Los comprimarios están a un gran nivel, con un destacable
Gerd Nienstedt como Melot y el Timonel. Correcto
Sebastian Feiersinger como el pastor.
Georg Paskuda no tiene la voz más agradable del mundo para el joven marinero, pero es mucho mejor que los que cantan el personaje hoy en Bayreuth.
Este Tristan es historia de la ópera. Pese a las precariedad de la filmación es sin embargo de obligada referencia para los wagnerianos debido al gran trabajo escénico y la enorme talla artística del reparto que compensa la tediosidad de la mala imagen. No hace falta decir que el visionado es obligado.
Seguiremos con el Holandés para la ópera de Roma.