Cavalleria rusticana / Pagliacci (Mascagni/Leoncavallo). San Francisco Opera. War Memorial Opera House. San Francisco. 12-IX-2018
La SF Opera tiene una temporada relativamente corta (para los estándares europeos), pero es capaz al menos de simultanear dos producciones. En este inicio del año, alternamos el Roberto Devereux del que ya he hablado con este típico programa doble. Tan típico que otra pequeña compañía de la bahía de San Francisco lo tiene también programado estos días. De hecho, a partir de la semana que viene otras dos compañías de la zona van a contraprogramarse, esta vez con el Rapto mozartiano; y en octubre habrá Tosca a la vez en la SF Opera y en otra ciudad del área metropolitana. Las próximas semanas, por tanto, toca huir a la costa este si queremos algo de variedad.
Pero me estoy distrayendo. Hablaba del programa doble por excelencia que, he hecho, inauguró la temporada oficial de San Francisco con una función de gala a la que acudió toda la alta sociedad local (y alguna nacional), o al menos los que se habían recuperado de la resaca de la gala de la SF Symphony, celebrada dos días antes. Muchas joyas, vestidos largos y fracs, además de alguna indumentaria algo más estrafalaria que ha decorado la prensa rosa local. Sin embargo, como no valgo gran cosa como reportero de sociedad, personalmente preferí empezar la temporada un día más tarde, con un Roberto Devereux con, a priori (y a posteriori), mejores mimbres.
Unos días más tarde me he decidido a venir. Debo decir que ha influido el hecho de que San Francisco, sea de las pocas compañía de primer nivel en este país que ofrece alguna entrada barata (digamos, por debajo de 40 $). Chicago tiene un auditorio aún más grande (3400 frente a 3200 butacas), pero no baja de los 80 $ (ahora mismo para [ i]La bohème[/i] no se baja de los 100 $ en unos asientos de muy mala acústica). Los Ángeles o Seattle están en los 70 $ como mínimo y Washington es aún más caro (y no hablamos de Santa Fe, que es caso aparte).
Continúo enrollándome y me doy cuenta de que es porque no sé por dónde empezar a comentar una función de lo más anodina. Quizá por la producción, firmada por un clásico del foro, José Cura. Este ídolo unelero ha tomado la decisión de ambientar la acción de las dos óperas en Buenos Aires y en días consecutivos, hasta el punto de que varios personajes de una de las óperas son figurantes en la otra. Mamma Lucia es testigo del «Vesti la giubba» (pero no dice nada, a pesar de que se debe oler que el dependiente de su tienda, que no es otro sino Silvio, va a acabar como su hijo). Sí habla más tarde, para pronunciar la famosa frase «la commedia è finita». En fin, una idea que difícilmente aporta algo a los que conozcan las óperas y que confundirá a los que no. Por cierto, la página web de la compañía amablemente explica que estas son óperas para «fans of The Godfather, American Horror Story, Fatal Attraction and The Sopranos». Podían haber añadido Toro Salvaje, o quizás mejor no, porque para ver a Turiddu y Lola bailando un tango durante el famoso intermezzo quizás era mejor no ver nada. Hay que decir que el decorado que combinaba todos los elementos de ambas tragedias era bastante atractivo.
En cuanto a los cantantes, rescato al elenco femenino de Cavalleria, empezando por Ekaterina Semenchuk, a quien ya vi una muy buena Santuzza en el MET en enero. Fueron también apreciables la Mamma Lucia de Jill Grove y la Lola de Laura Krumm. El resto no me despertó demasiado entusiasmo. Roberto Aronica casi inexistente como Turiddu, se lo oyó prácticamente solo en el brindis. Esperaba más de Dmitri Platanias, a quien solo había visto una vez en vivo y no me había dejado mala impresión (en un mal Rigoletto en La Monnaie hará unos cuatro años, que el batutero Rizzi nos destrozó a conciencia). Sin embargo, aquí, como Alfio y Tonio, ha estado muy blandito.
En cuanto a los Pagliacci, Lianna Haroutounian ha gustado mucho por aquí a público y crítica, pero a mí me dejó muy frío como Nedda. Tiene una voz timbrada y potente por arriba, pero que se queda en nada del registro medio para abajo. Y sin dramatismo, muy poco expresiva. Marco Berti ha estado en su faceta de gritón con ninguna sutileza. Mucho peor que en la Aida del MET hace dos años.
Callegari dirigió con cierta tensión teatral pero muy a lo bruto. Me temo que la Cavalleria se la cargó, aunque mejoró algo en Pagliacci.
En fin, la SF Opera nos ha dado una de cal y otra de arena en este inicio de temporada. Mañana repito con el Devereux (y hoy empiezo mi temporada en la SF Symphony, un programa con Yuja Wang tocando Ravel y la Appalachian Spring de Copland y creo que con proyecciones alusivas al cambio climático, con ocasión de un congreso sobre el tema que se está celebrando en la ciudad).
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