Roberto Devereux (Donizetti). San Francisco Opera. War Memorial Opera House. San Francisco. 8-IX-2018Pues ha llegado esta función de la que hemos hecho una cierta previa en el hilo y no ha defraudado. Globalmente ha estado por encima de las funciones en el MET hace dos años (que menciono como referencia, pues varios uneleros vieron esa producción en el teatro o en los cines). En primer lugar, y como mencioné respecto de su Anna Bolena de Toronto en abril,
Radvanovsky ha profundizado en el personaje y ofrece una interpretación más completa que en Nueva York. La principal diferencia es que está más suelta y segura en los primeros actos (impresionante ovación al final de su primera aria). No es perfecta, claro, ya hemos hablado que este papel es casi imposible y se le pueden poner pegas a la coloratura y otros puntos. Pero la suya es una creación dramática impresionante, que llega a la magistral escena final en plena forma y nos deja pegados al asiento.
Estuvo bien acompañada por la Sara de una
Jamie Barton que sigue alternando entre papeles wagnerianos y belcantistas con aparente facilidad y, desde luego, sin perder unos agudos impresionantes. Pero el mayor salto de calidad respecto al MET estuvo en el tenor: de un blandito Polenzani pasamos a un
Russell Thomas que, esta vez sí, está en un papel a medida de sus características vocales. Convenció desde el principio y, aunque esta ópera es de la soprano, tuvo un gran momento con su escena de la torre, reforzada quizás por su interpretación de un Devereux más confiado y carismático que de costumbre, que se ve perplejo frente a su negro destino. Como Nottingham, Artur Rucinski canceló y estuvo sustituido por
Andrew Manea, Adler fellow de segundo año que estuvo bastante superado por el papel, pero lo afrontó con arrojo y mérito dadas las circunstancias.
Riccardo Frizza dirigió con bastante ímpetu (quizás demasiado de prisa en algún momento), pero en general de manera notable y acompañando muy bien a los cantantes.
La producción de
Stephen Lawless, compañera de la
Anna Bolena que vi en Toronto en abril, ambienta la acción en el escenario del Globe Theatre, sugiriendo el carácter público de la vida íntima de estos personajes, con cortesanos espiando en todo momento. Correcta. Cabe mencionar que en toda la escena final, en lugar de quitarse la peluca como hacía Gruberova, la reina aparece ya desde el principio en camisón, medio calva y totalmente desquiciada. Una elección peligrosa, pero una Radvanovsky claramente entregada la hace funcionar.
Varias personas me dijeron que había sido de las funciones que más habían disfrutado en años, a pesar de lo malo que es Donizetti. ¿Se piensan que la soprano estaba improvisando el papel o qué? En fin.