El problema de Renata Tebaldi, y del disco entero, no es tanto 1970 (que también, porque TELA muchos agudos y la afinación y articulación de bastantes frases, en cabeza la sincopada del quinteto, donde la idea misma de síncopa se llega a diluir) sino la bata de cola. Porque una Amelia pudorosamente encerrada en lo que queda (que es bastante) de ese timbre cuya belleza marcó una era, cauta en lo dramático y centrada en su legato paradisíaco se la habríamos perdonado (tanto y mucho más queríamos a Glenda), pero que, con una voz fatigada hasta el límite de lo admisible, encima se ponga del rollo Lecouvreur plusquamreinona y caiga al grave con esos énfasis de YaSéQueHabéisVenidoAVermeAMí (pues va a ser que no tanto, corazón) superficializa lo muy MUY bien que hace todavía algunas cosas (fundamentalmente, las frases ligadas en el centro). Triste despedida de las grabaciones completas de una soprano que había sido decisiva en la historia de la voz grabada.
Muy bien Bruno Bartoletti, fastuoso de voz Luciano Pavarotti (aguerridísimo amante -qué frases en el dúo y en el aria del despacho- pero aún no tanto el mesurado mandatario que sacrificará su amor por el bien general, personaje cuyo perfilado final logrará más tarde en su carrera), muy bien Milnes para lo que suele (agudos ahí-ahí de afinación que redime con un Sib mejor que el de Tebaldi al final del quinteto, pero más allá de eso, intenciones expresivas y musicales -
oh, speranze d'amor- muy de reseñar), exquisita Helen Donath, elegante y sin petulancias, y bastante mal de voz Regina Resnik, aunque una vez más, el marcianismo del personaje acude en su rescate. Espléndidos comprimarios. En suma, un Ballo muy disfrutable a ratos, pero que pone innecesariamente a prueba el amor del aficionado por la grandísima Renata Tebaldi.