De la obra de Wieland Wagner tenemos escasísimos testimonios en vídeo y muchos (aunque no baste) en fotografías, que les dan un aura legendaria pero también inaccesible. Esos testimonios filmados, desgraciadamente son de pésima calidad y en blanco y negro, lo que no hacen justicia a un artista que trabajó e hizo milagros con la iluminación. De sobra conocidos son sus montajes filmados de Tristan y Walkiria en Osaka bajo Pierre Boulez, pero también nos ha llegado el primer cuadro del acto tercero de los Maestros Cantores en el propio Bayreuth en 1963. Este vídeo es el que nos ocupa.
Esta producción se estrenó, como sabemos, en medio de un gran escándalo, y sólo duró un año más. Al parecer casi toda la acción estaba montada sobre un teatro isabelino, contemporáneo con la época de la obra. Esta escena es la excepción. Los trabajos de Wieland, como ya he dicho, no tienen el mismo efecto en un pobre vídeo en blanco y negro, pero gracias a las fotos sabemos que el acto empieza con un pequeño taller en el centro del escenario, repleto de libros y zapatos, protegido por un techo. Al fondo en un telón pintado se encuentra la omnipresente ciudad de Núremberg. La pequeña estancia es el mundo de Sachs y donde actúan los cantantes, mientras que el resto del escenario es el mundo exterior. Wieland trabajaba la luz, pero también las expresiones. Los cantantes se mueven poco y con solemnidad, aunque a veces no favorezca a la obra.
David entra en escena y se encuentra a su maestro dando vueltas. Al principio puede cansar pero ya desde el monólogo de Sachs la cámara enfoca las expresiones y se aprecia un poco lo que Wieland quería transmitir. La entrada de Beckmesser es el momento más cómico y ágil, ya que entra con el Laúd destrozado, merodeando el tallercito-casa y finalmente tira el instrumento; recuerdo de la derrota de la noche anterior y dispuesto a fisgonear. Muy tierno el momento del encuentro de Eva y Walther, porque desde este momento Sachs renuncia al amor y bendice a la pareja de amantes. Cuando llegan David y Magdalena, Sachs canta la canción del bautizo en una posición de altura respecto de las dos parejas. Durante el quinteto, Wieland introduce una novedad: Sachs canta junto a una Eva radiante, tomándola de la mano y besándola paternal y tiernamente cuando acaba la pieza. Otra originalidad es el final de la escena: Sachs manda a David cerrar la tienda y éste coloca un cartelito sobre la mesa donde dice "Geschlossen", cerrado en alemán.
Wieland trata a su manera esta comedia con tintes profundos. No la trata como una obra tradicional y costumbrista, sino como a uno drama más de los de su abuelo. Aunque no sean musicalmente unos
Maestros de referencia, el reparto tiene un nivel que hoy consideramos legendario e incluso inmejorable. En él nos encontramos a un Josef Greindl ya tocado vocalmente, pero con tablas y autoridad suficientes para hacer un buen Sachs. Wolfgang Windgassen interpreta a un Walther rebosante de juventud, energía y con su habitual voz bellísima nos quedamos encantados. Cierto es que está también mayor pero su técnica nos lo hace olvidar, aunque esa capacidad ahorradora que caracterizaba a su voz podía jugarle alguna mala pasada cuando iba al grave. Carlos Alexander es un correcto Beckmesser, caracterizado con un traje negro perfectamente sacado de la familia Adams, o de Nosferatu. La voz no es grandiosa pero su actuación transmite lo grotesco del personaje, apareciendo gruñón, malicioso e inevitablemente cómico. Anja Silja, la bella musa de Wieland, aparece con una presencia casi etérea, con un traje fantasioso, coronada por una diadema curiosa. La entonces jovencísima soprano está en su mejor momento vocal, y en el mejor papel que le haya oído esta este momento: el de Eva. La canta con una voz dulce aunque con su característico agudo, que por suerte esta vez no molesta. En el quinteto está espléndida; y quizá sea este el papel que mejor fuera a su voz de aquél entonces, con permiso de Senta o Elisabeth. Ruth Hesse (con un traje parecido más bien al de una enfermera actual con una cofia enorme que el de una señora del siglo XVI) interviene poco como Magdalena, pero en el quinteto se le escucha un precioso grave.
Thomas Schipper dirige bien la orquesta, aunque no sea Kna o Böhm (quien la dirigió el año siguiente), pero es que con esa orquesta en estado de gracia, me parece que todo el mundo dirige maravillosamente.
Qué pena que las condiciones de su época no permitiesen grabar al menos el acto entero. Y que Wieland no viviera para ver sus producciones filmadas una o dos décadas más tarde. Este vídeo nos da una idea de sus originales ideas, aunque no para apreciar las emociones a flor de piel de quienes vieron sus producciones en el teatro.