Supermaño escribió:
Más o menos, opino en la línea del Mago. Karajan, con sus cosas, está en lo más alto. Su importancia en la historia de la discografía queda fuera de toda duda y como director es un referente: puede uno valorarlo como quiera, pero nunca pasarlo por alto. Abbado fue un gran músico, pero no a ese nivel. Otro argumento (más subjetivo) para votar por el salzburgués es su personalidad como músico. Aunque hay una evolución evidente en su carrera, sus presupuestos estéticos se mantienen hasta el final. No se puede decir lo mismo de don Claudio, cuya conversión al historicismo (entendido a su manera) nos ofrece una trayectoria final bastante discutible, que significativamente fue en detrimento de su relación con la ópera.
Hablando de esta última, ambos directores abordaron un repertorio bastante amplio. Aquí el balance es más equilibrado. Creo que Abbado no estuvo nunca fuera de lugar, mientras que ciertas incursiones de Karajan suenan hoy muy problemáticas. En cambio, llama la atención la escasa atención de Abbado por una parte de la ópera italiana: es cierto que es un gran verdiano, pero no le interesaba tutto Verdi y hacia Puccini cabe hablar como poco de desinterés. En cuanto a los resultados, me parece que la principal cualidad de Abbado es el equilibrio: entre el cuidado de las voces y la instrumentación, entre el sentido del drama y la estructura musical. Algunas de las grabaciones que se han citado son impecables, casi perfectas. Karajan comparte con el italiano su preocupación casi obsesiva por la belleza, pero en él tiene una preponderancia clara el aspecto puramente tímbrico, al que a veces sacrificó otras dimensiones (pienso en Wagner). En relación con ello está, creo, otro de los aspectos más discutibles de Karajan: su tratamiento de las voces. No se puede decir que las maltratara, todo lo contrario, pero para él eran unos instrumentos más. Algunas de sus decisiones de reparto solo se entienden desde sus particulares planteamientos, pero el resultado vocal es el que es. A mí siempre me ha llamado la atención que los elogios de los cantantes hacia el austriaco suelen ser inversamente proporcionales a su personalidad (léanse las “perlas” que le dedicaron Ludwig, Gedda o Schwarzkopf, por poner ejemplos). También es probable que esto último tenga mucho que ver con el carácter del personaje: en calidez humana, hasta donde sabemos y nos han contado, Claudio Abbado gana por goleada. Pero eso no puntúa y, en conjunto, sigo viendo diferencia a favor de Karajan.
Coincido con usted en que Karajan metió la pata a veces mientras que Abbado fue siempre correcto. Pero es que Abbado no arriesgaba nada. Yo prefiero un artista que tiene algo sustantivo que decir, aunque con ello corra el riesgo de equivocarse. Mitropoulos también jugó esa liga: tiene decisiones que rayan el desvarío, pero sus aciertos iluminan la música como pocos lo han hecho.
Desde la escucha, mi sensación es que, más que hacer del cantante otro instrumento, Karajan hacía que la orquesta cantase. Y con él muchos cantantes lograron resultados poco habituales (por lo acertado) en sus carreras. En cuanto a su Wagner, está claro que él intentó un Wagner diferente, menos épico y musculoso que el de Kna… en realidad un Wagner más cercano al que se suele escuchar hoy día. Para mí su error más inexplicable es la elección de algunos repartos, que son completamente incomprensibles; como hablamos de alguien que sabía de música y voces, entiendo que los motivos debieron ser de otro tipo.
En cuanto a los encontronazos con Schwarzkopf y compañía, entiendo que más que a motivos musicales se deben a egos y vanidades. Hay una anécdota de Christa Ludwig. Cantaba con Janowitz y Herbert dirigía muy lento; la Janowitz le dijo a Christa que era imposible, que tan lento le faltaba el aliento; y la Ludwig, que tenía un par, se lo soltó a Herbert, que gruñó, protestó, le dijo que así era como había que tocarlo… y cuando retomó la música aceleró el tempo.
Por último, que estoy disperso y no quiero embarullar, en cuanto al tema repertorios, para mí Karajan y Bernstein son un ecuador en la manera de concebir la carrera de un director de orquesta. El director que graba a mansalva, hace giras y viaja por todas partes empezó en ellos… que, sin embargo, conservaron en parte un aspecto de sus predecesores: dirigían la música que les era afín. La generación de Abbado es la primera que se salta esa última premisa; con ellos comienza el director que, una vez que aborda Mahler, tiene que dirigir (y grabar) todas sus sinfonías. A mí eso no me parece un mérito.