Votemos pues...
Entre Mitropoulos y Solti, sin duda alguna, el griego. Un hombre que utilizó su influencia en los EE,UU. para promover músicas fuera de lo habitual (por ejemplo, Krenek) y que dejó testimonios (sobre todo, en directo) de su tremendo oficio en un repertorio muy amplio (esas Elektra, Fanciulla, Forza desde Florencia, por ejemplo). Solti también tuvo un repertorio muy (¿más?) amplio, y nos dejó un legado discográfico inmenso (incluyendo—con el primer Anillo en estudio—un documento que, nos convenza más o menos, es un hito indiscutible). Sin embargo, su acercamiento a casi todo el repertorio es (para mi, claro esta), de una vulgaridad pasmosa, buscando (y logrando) el efecto fácil, a costa de otros aspectos de la música. Como lo describió un amigo mío, “un orgasmo en cada compás” no redunda positivamente en el resultado final. Por tanto, un voto para Mitropoulos.
En la final, la cosa está más reñida. Karajan hizo cosas maravillosas (aun en sus controvertidos últimos años, como bien se ha apuntado en este hilo). y para un admirador de Wagner como soy yo, hacer caso omiso a monumentos como el Tristan de Bayreuth del 52 o el Anillo en estudio, no es fácil. Pero, un hombre de su talento e influencia se mantuvo generalmente al margen de la música de su tiempo (y cuando lo hacía, tampoco es que acertara mucho—aún recuerdo con horror la tardía obra de Orff De temporum fine comoedia, una de las composiciones más feas que he escuchado en mi vida). Y en el repertorio que le era afín, también transitaba siempre en terreno seguro—a veces con resultados notables, claro; pero no nos engañemos, tampoco se hinchó Karajan a dirigir I due Foscari, La fanciulla del West o Mefistofele en Salzburgo (o en cualquier otro sitio). Claudio Abbado, en cambio, fue un hombre de una carrera sorprendentemente coherente, comprometido con su tiempo pero con unas raíces fuertes en la tradición tanto de su patria como del gran repertorio Centroeuropeo. Su Simon Boccanegra, su Macbeth, su Wozzeck, su Khovanshchina, su Rossini, su Fidelio (que muchos pudimos disfrutar en vivo en Madrid) son logros extraordinarios que, en algunos casos, han entrado con razón en la leyenda. No todo fue perfecto (ahí está el segundo Barbero en DG, que sinceramente es una mancha en el curriculum de todos los que en él participaron, y no sé por qué llegó a grabarse y publicarse). Recriminarle a Abbado que, como italiano, no dirigiera Puccini o cualquier compositor de la giovane scuola (actitud en la que no estaba solo, véase Giulini), cuando no tenía empatía alguno con ese repertorio, no sé si es del todo justo (tampoco tenemos noticias—que yo sepa—de que Karajan haya dirigido nunca Rossini o Moses unos Aron. Un voto para Abbado, por lo tanto.
P.D.: Too late, por lo que veo. ¡Qué se le va a hacer!
_________________ Ritter
« Hannibal de Bréauté, mort ! Antoine de Mouchy, mort ! Charles Swann, mort ! Adalbert de Montmorency, mort ! ... »
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