Con motivo del 95 cumpleaños del gran Franco Zeffirelli, volvía la obra maestra de Verdi a la Scala. Por supuesto que uno de los motivos obvios por los que se agotaron todas las entradas en escasos días era poder ver una de las mejores Aídas de la historia, pero también había mucha expectación por el debut de Daniel Oren en el templo milanés. Pues bien, no defraudó en absoluto. El israelí nos brindó una función exquisita en cuanto al balance de sonido, apasionada, efusiva, y elegante y refinada cuando la partitura lo demanda, siempre al servicio del cantante. La suya fue una visión efectiva pero no monótona de la ópera verdiana, y el público se lo agradeció en cada pausa, y al final de la obra, siendo probablemente el que mayor éxito tuvo la noche del estreno. De la archiconocida producción de Zeffirelli, poco hay que decir, ya que se puede ver en este teatro desde el año 1963, siendo entonces la Aida, la gran soprano turca Leyla Gancer, a la que homenajearán en la función de este sábado 12 de mayo.
La pareja protagonista, es la misma que pudimos ver en este mismo teatro dos meses atrás en Simon Boccanegra, lo que me parece poco creativo para un teatro de estas características. Si bien Marcelo Álvarez iba a cantar un par de funciones, al final como ya es costumbre desde hace tiempo, ha cancelado, recayendo todas las funciones en el tenor italiano Fabio Sartori. La suya es una voz agradable, de calidad, aunque el agudo se debilita, debido a que no está resuelto del todo la zona del pasaje, donde fue muy evidente en la archiconocida aria "Celeste Aida", donde estuvo al borde del gallo no en pocas ocasiones, y el agudo final fue corto y destemplado. Me temía un abucheo como el de Roberto Alagna, pero el italiano tiene la simpatía del público milanés, aunque sólo se pudieron escuchar tímidos aplausos. Fue de menos a más, firmando un Radamés convincente en los últimos actos, con la voz ya mejor colocada, con potentes agudos, y filados de factura, que convencieron al público, principalmente en el dúo con Aida. En el debe una deficiente labor actoral, Radamés no vale cantarlo y ya está, y eso es lo que hizo el italiano. Aida fue la soprano Krassimira Stoyanova, poseedora de una voz muy bonita, de mucha calidad, con una técnica depurada, aunque con una falta de metal y de expansión que por desgracia evidenciaban que está fuera de su repertorio. Su "Retorna al Vincitor" fue sin duda uno de los mejores momentos de la noche, aunque se echó en falta una Aida con más peso vocal, la gran escuela de la búlgara ganó el pulso a su escasa proyección, estando en esa línea durante toda la noche, mostrándonos unos pianissimi de gran factura y un canto siempre refinado. Debe mejorar mucho su dicción italiana, que se evidenciaba aún más en uno de los grandes dúos de la ópera Amneris-Aida, donde Violeta Urmana brilló a gran altura. La lituana comenzó con la voz destemplada, reservándose durante todo el primer acto, pero fue de menos a más durante la función, donde pudimos escuchar a una de las grandes voces de mezzo de los últimos años, que aunque ya en clara decadencia, sigue mostrando una gran musicalidad, un centro bien construido, y una clase en el fraseo, que demostraba que estamos ante una de las grandes. Muy creíble resultó su escena final, donde se mostró muy implicada con el personaje. Amonasro fue el barítono George Gagnidze que viene de cantar el mismo rol en el Teatro Real, y que me sorprendió gratamente. Fue un padre entregado, en el precioso dúo con Aida, con un timbre baritonal muy atractivo, y con unos agudos bien emitidos y proyectados, convenciendo al público milanés. Vitalij Kowalkov fue un lujo como Ramfis, y Carlo Colombara fue un adecuado Re. El coro de la Scala siempre es un valor añadido a cada función, y en una obra tan "suya" no iban a ser menos.
En resumen una función muy disfrutable de casi 4 horas de duración, ya que si no me equivoco se representan todas las danzas y bailes de la partitura. Si pueden, no duden en ir y disfrutar de una obra maestra, con la recién galardonada como mejor orquesta del mundo, y en un entorno envidiable.
|