Richard Wagner – Der fliegende Holländer (EMI, 1968).
Theo Adam (Holandés), Anja Silja (Senta), Martti Talvela (Daland), Ernst Kozub (Erik), Annelies Burmeister (Mary), Gerhard Unger (Timonel). Orquesta Philarmonia y Coros dela BBC. Dir.: Otto Klemperer.
Últimamente había descubierto que a esta grabación que consideraba referencial le ponen peros opiniones bastante autorizadas, así que le he dado un buen repaso. Y qué quieren que les diga, me sigue sonando extraordinaria. De entrada, parece que más de uno entiende que la versión en un acto y el tema de la redención mejoran sustancialmente la obra; a mí me resulta una cuestión bastante menor. Otrosí dicen que la dirección de Klemperer es aburrida y anticuada. Lo primero es bastante subjetivo, pero no noto que los tempi evidentemente moderados del maestro supongan una caída de tensión en ningún momento; como mucho, podría pedir algo más de jovialidad en los coros que cierran el primer acto y abren el segundo. Lo de un Klemperer anticuado, de verdad que no lo entiendo: la morosidad (que por ahí supongo que van los tiros) está acompañada por un cuidado en la articulación y en el discurso narrativo que contrastan con los maestros (grandes y medianos) de la vieja escuela germánica. También ayuda al resultado la calidad de la Philarmonia y eso que mis sensaciones vienen de la vieja edición de EMI, de sonido algo opaco que seguramente habrá mejorado con la remasterización publicada el año pasado por Warner.
En cuanto a los cantantes, me sigue pareciendo uno de los mejores elencos disponibles en disco, si no el mejor en cuanto a más equilibrado. Theo Adam no es un artista al que valore sobremanera, pero esta es una de sus mejores creaciones: voz rotunda en toda la tesitura y fraseo más expresivo que en otras ocasiones. Su Holandés carece de los matices de un Hotter o de un London, pero transmite perfectamente a un condenado más sobrenatural que humano; con él sabemos desde el principio que el sacrificio de Senta es la única forma de consumar su amor. Precisamente por ello, el enfoque tan personal de Anja Silja es tanto más atractivo: su pasión va más allá de una vocación redentora, la Balada está llena de sensualidad, una sensualidad que busca y crea su propio objeto de deseo, revelándonos todo lo que echa de menos en su relación con Erik. (Me) da igual que el timbre de la cantante no sea el más bello del mundo o que alguno de sus agudos sea problemático, es una intérprete con mayúscula que en el escenario debió de hacer una Senta para la historia. Y en el gran dueto con el Holandés, se enfrenta a un personaje incapaz de compartir ese amor carnal porque solo anhela la muerte. Dos líneas de canto que van creciendo en intensidad, pero que nunca llegan a fundirse en el escenario. Una pesadilla para cualquier director musical, que Klemperer maneja admirablemente y uno de los grandes aciertos del disco.
El terceto estelar lo completa Martti Talvela, que es mucho más que una voz imponente; lejos de ese Daland mezquino y un poco ridículo de otros bajos cuasi bufos, escuchamos aquí a un negociante sin escrúpulos que manipula siniestramente a quienes tiene a su alrededor, otro condenado, en cierto modo, por su propio afán de riquezas. Su mano a mano con Adam es asimismo de los mejores de la discografía. El resto de los cantantes no llega a esas alturas, pero son todos ellos muy estimables. Kozub canta con calidez, belleza, inteligencia y algún que otro truquillo para manejar una voz que no me parece ya en su mejor momento. Annelies Burmeister es una Mary solvente y matizada, aunque demasiado distante para mi gusto, y Gerhard Unger, sin ser Konya, consigue que nos olvidemos de su edad real, que no es poco.
El coro de la BBC suena a coro de la BBC y es, como ya he comentado, el principal damnificado de los tempi de Klemperer en la primera parte de la obra, pero el maestro de Breslau lo “redime” en el tercer acto con una planificación eficacísima del encuentro de los marinos de uno y otro mundo. En definitiva, que aunque mi criterio sea cada día más sugestionable y proclive al revisionismo, en esta ocasión me mantengo tozudamente en mis trece.