Acabo de ver esta Bohème en la página de Facebook del Teatro Real, donde sigue disponible el vídeo de la función del día 29 de diciembre. Tenía entrada para el día 4 de enero pero me puse enfermo y no pude ir, cosa que me dolió porque siempre es un placer ver la Bohème, esa historia tan romántica y de música tan grandiosa. Y eso que también conlleva una dosis de azúcar: tanto pastel en los jóvenes tórtolos en los dos primeros actos que luego da lugar a tanto sufrimiento por su separación y la muerte de Mimí en los dos siguientes. Sin embargo, tengo la impresión de que no me he perdido gran cosa, y eso me alivia un poco.
En vídeo no puede juzgarse con igual justicia una función así que lo que escriba será aproximado.
La puesta en escena me ha parecido regular. Richard Jones consigue una funcional versión clásica a nivel estético, pero no bella. De acuerdo que tampoco se trata de hacer la buhardilla palaciega de Del Monaco, pero la producción de Jones palidece frente a la del italiano. La buhardilla es fea, esquelética y da la sensación de que qué milagro que los nohemios no hayan muerto de frío porque no tiene tejado.
El acto segundo es el mejor logrado porque pese a que es inane frente a la espectacular recreación de la calle parisina de Del Monaco da la sensación de movimiento: el escenario giratorio primero recrea una galería de tres arcos con tiendecitas, para luego girar y mostrar el coqueto Café Momus, que aquí parece lujoso. Comparto lo que dijo un correo sobre lo bochornoso del vals de Musetta, eso de quitarse las bragas y cubrirse la cara con los cabellos mientras canta al amor no es de ser una chica sexualmente liberada, sino de ser una ridícula. Así como lo de los dibujitos horribles de tías en pelotas en el acto cuarto, no podía ver peor cosa la pobre Mimí mientras su vida se apaga.
Lo que me parece cutre es que se vea a los técnicos operar el cambio de escena como se ha dicho aquí, y el cambio a telón descubierto del escenario giratorio a oscuras, cuando en los entreactos vemos la famélica casa moverse de un lado a otro.
Me ha parecido que la dirección de Paolo Carignani ha sido de mero acompañamiento, aunque con algún momento destacable.
Nunca he tenido la buena o mala suerte de ver en vivo a Stephen Costello. Sé que no ha recibido buenas críticas pero uno no puede evitar llegar a la conclusión de que físicamente es atractivo, lo que beneficia a su personaje. Y es que yo me dejaría cuidar, consentir, mimar, amar y todo lo que haga falta por este tiazo de ojazos azules. Pero eso sí, que no se vaya mucho por arriba. Decir esto de un tenor protagonista es fulminante: el Che Gelida Manina no va a pasar a la historia y menos con esas notas altas quebradas. Sus primeras frases suenan a tenor de carácter. Luego mejora, sobretodo a nivel interpretativo. Pero poco más se puede decir, hasta que lo vea ¿o le sufra en vivo?
En cambio Anita Hartig me ha gustado, sin ser la quinta maravilla. Al igual que su galán, es una cantante muy bella y transmite la fragilidad de Mimí. La voz parece bonita y me gustó mucho en el Donde Lieta Uscì. También se luce en el acto cuarto, pero en vivo será otra cosa.
Joyce el Khouri ha hecho una Musetta de voz pastosa en el vals pero apreciable en el final de la obra. Para mi gusto, con luces y sombras.
El resto de bohemios tuvo un nivel entre regular y aceptable.
Supongo que en vivo habrá tenido más sombras que luces, por eso aquí mi aproximación es bastante limitada de lo que debió de ser en vivo. La función fue un éxito de público y muy celebrada en Facebook. Pero creo que el Real con las obras de repertorio no debería limitarse a hacer solamente caja sino también a buscar mayor excelencia artística.
Me dio pena perderme pese a todo esta función de La Bohème, pero muy pronto tendré otra oportunidad para disfrutar de esta obra maestra en vivo, aunque el resultado sea más modesto. Ya se lo contaré...
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