"Volvamos a lo antiguo y será un progreso"... "Odio entre hermanos" no es uno de los títulos más reconocidos de Mankiewicz, pero es un peliculón. Aunque el director no aparece como guionista por motivos gremiales, los diálogos tiene ese tono incisivo, punzante y granítico, marca de la casa. Pura filigrana son los zarpazos y las réplicas de absoluta intensidad erótica entre Richard Conte y Susan Hayward, pero no menos memorables son las frases hilarantes en boca de Edward G.Robinson, quien se come la pantalla cuando aparece, y también cuando no está, a través del omnipresente retrato suyo que preside el salón de la casa.
Por lo que respecta a "Sueño de amor eterno" (traducción desmelenada,
made in Spain, del original "Peter Ibbetson") es una película que hay que ver manteniendo las distancias y con cierto conocimiento de causa. De romanticismo exacerbado e "hiperhuracanado", fue uno de los títulos míticos e idolatrados por la corriente surrealista comandado por André Breton. Con todos estos antecedentes, sorprende que el director elegido fuera Henry Hathaway, un tipo más dado a las temáticas prosaicas y primarias. Es cierto que hay momentos que piden más desmelene y convicción, pero también sorprenden otros por la belleza plástica y la exquisita estilización de las imágenes (por ejemplo, esas rejas de perenne presencia que delimitan lo real de lo onírico), sustentadas por la exuberante fotografía de Charles Lang, unas veces expresionista y otras veces de luminoso lirismo. Una pena que la pareja protagonista (Gary Cooper y Ann Harding) no dé la talla, ambos envarados con los diálogos y con escasa cintura y registros para sortear las dificultades.