Yo creo que es porque de niño no jugaba a vestirme de Capitán Trueno y clamar con una espada de madera el vituperio de los cobardes hijos del León de San Marcos. Ni tampoco a ponerme una cortina como capa de Sarah Bernhardt y ofrecer mi cuerpo a un maldito antes de matarme. Pero, sea por lo que sea, la cosa es que a mí la Gioconda no me gusta. O sea, hay momentos bellísimos (Voce di donna, Finale I, Cielo e mar, Laggiù nelle nebbie remote, Danza de las horas) y otros de innegable impacto (indudablemente,
Suicidio!). Pero en su conjunto, me acaba importando UN PIJO si Enzo Grimaldo príncipe di Santafior ha sido scoperto, o si una le ama come il fulgor del creato y la otra siccome il leone, o si el barco se incendia, o si la jettatura de la Cieca afecta a las regatas, o si los invitados a la fiesta con ballet que ha dado el bajo para presentar en sociedad el asesinato de su mujer se llevan bien o mal entre ellos, o si la pócima superguay era esa o la otra, o dónde está el cuerpo de Laura o el de la Cieca o qué hace el barítono con una guitarra. Es que me da todo igual.
Con lo cual, casi lo único que me lleva a escuchar Gioconda a estas alturas de la vida es Maria Callas. La cual, en esta grabación, muestra unas capacidades vocales aún amazónicas y comienza a subrayar la importancia (que luego se acrecentaría) que le dio a la expresión de cada frase y cada palabra. Su
Suicidio! es, qué duda cabe, electrizante, pero resuelto aún con algún recurso al efecto (algunas glotis y algún jadeo) totalmente insólitos en la discografía de tan exigente actriz. En esa línea, si bien Callas "tiene" ya aquí el personaje como ninguna lo ha tenido, hay que reconocer que son las frases de mayor slancio las que emocionan al oyente (
Invan a rei baci sognati,
Se lo salvi e adduci al lido,
Volesti il mio corpo, demon maledetto) quedando la parte sufriente del personaje (que se supone un oasis de humanidad en una Venecia de odios) menos destacada.
El resto tiene bastante tela. El vilipendiado Gianni Poggi, en realidad, no lo hace mal. La voz tiene su atractivo, la línea es aceptable y los agudos son solventes, pero ni el instrumento es muy suntuoso ni su fraseo tiene ningún interés. Fedora Barbieri está mayor y errática, pasada de vueltas en intentar convencernos de que todo lo que le pasa a su personaje es superfuerte (aparte de que esa moda de "Si hago la puntatura al Sib4 me quedaré planeta y medio baja… ¡pero lo voy a hacer, porque soy la Barbieri!" afortunadamente ya pasó). Con los estupendos Nabucco, Simon Boccanegra y Arlesiana que nos dejó, me da muchísima pena que una de las grabaciones más conocidas (por intervenir la Callas) de Paolo Silveri sea esta Gioconda que le pilla fatigadísimo de voz, maligno de folletín en el fraseo y calante hasta el escándalo en los agudos. La línea de canto de Maria Amadini es amateur, y Gulio Neri tiene un timbre oscuro y misterioso en cuyo encanto se agota su prestación.
Antonino Votto es the opposite a la alegría de la huerta y el concertante del acto III necesitaba más ensayo, pero el coro, pese a una emisión muy all’antica de Íbamos todos para comprimarios de la Scala, y aunque no nos cogieron, miren qué bien hacemos cascherààààààà, está bien preparado.