Con cierto retraso escribo la crónica, de mi primer viaje, quizás peregrinación a la Colina Sagrada. En el primer entreacto le mandaba un mensaje a un amigo que me ayudó a preparar el viaje, le decía: “Aun en estado de shock tras un primer acto hermoso y emocionante (probablemente lo más bello que he visto en un teatro)". Creo que esto lo resume todo.
Quizás ir a la ópera a Bayreuth te predispone a la emoción, al menos cuando lo haces por primera vez. Los años de espera por las entradas, los meses de anticipación para seleccionarlas,…. Y no menos importante es que ese día sólo existe esa ópera, pues no tienes tiempo para nada más. No es menos el impactante el ambiente que se encuentra uno allí, antes de entrar en el teatro, en los jardines, con una copa de espumoso alemán o una cerveza en la mano.
Y luego está el teatro. La anticipación sigue porque las puertas sólo se abren minuto antes de la representación. Toda esa gente elegante esperando poderse sentar en esos asientos tan poco cómodos, que no incómodos, esa almohadilla para la espalda, que no para las posaderas, esas puertas que se cierran con llave, esas luces que se atenúan y esas primeras notas que suenan. Uno ya está listo para disfrutar. Impacta pensar que todo ese ceremonial que pensó Wagner para que la gente se concentrase en su música sigue funcionando hoy.
Mis referencias sobre Parsifal son escasas, pero aun así puedo decir que en esta función todo funciona a la perfección, esa orquesta, ese coro y un elenco sin altibajos notables, nadie desentona, nadie destaca sobremanera.
El gran triunfador de la noche, en todo caso, fue Georg Zeppenfeld con un Gurnemanz poderoso. Su saludo final fue acogido con bramidos (más que bravos) y pataleos. Quizás un punto por debajo estuvo el Parsifal de Andreas Schager, pero creo que fue un muy buen Parsifal, no sé por qué pero me recordaba a Kollo, muy aplaudido también al final del segundo acto y al final. Poderosa Kundry de Pankratova, braveada tras el segundo acto. Conmovedor el Amfortas de Ryan MacKinny, quizás quien menos me entusiasmó. Muy aplaudido el Klingsor “macarra” de Derek Welton.
Muchos bravos para Hartmut Haenchen al frente de la impresionante orquesta del festival. La orquesta subió al escenario a saludar y fue aclamada con aplausos, bravos, bramidos y pataleos. Curioso verlos subir en vaqueros, bermudas, sandalias….. ¿Qué pensará Haenchen cuando los dirige con su frac? En fin, creo que con ese sonido, como si bajan al foso en bañador. Lo mismo se puede decir del impresionante coro del festival.
Me fascinó la regia de Uwe Eric Laufenberg. Casi un mes más tarde le sigo dando vueltas a la simbología. Localizada en una iglesia abandonada en algún lugar de Siria o Irak, hace una profunda reflexión sobre la espiritualidad y la religión hoy. Hay multitud de guiños actuales, ninguno inapropiado. No es cierto que tenga un mensaje antimusulman, como se ha dicho, sino que se centra, muy correctamente, en la contraposición de la auténtica espiritualidad, representada por Parsifal, y la falsa o interesada espiritualidad, que representa un Klingsor que primero recurre a un Mahoma en el que no cree con su alfombra de oración e inmediatamente a un Cristo en el que tampoco cree aunque quiera ejercer de fanático coleccionando crucifijos y autoflagelándose. Y esta contraposición es el mensaje central que Wagner buscaba. Lo cierto, es que es una puesta en escena que tiene enjundia suficiente para horas de conversación. Logra elevar al máximo de la emotividad dos momentos clave: la escena de la transfiguración y el final. No estoy muy familiarizado con el libreto y mucho menos mi mujer, que pasó incluso de leerlo por considerarlo un rollo, y aun así la puesta en escena nos ayudó a seguir perfectamente la trama y a disfrutarla plenamente. El segundo acto me resulto menos impactante, pero el primero y el tercero los terminé con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta. Por cierto ¿alguien me puede aclarar que pinta el monigote sentado en una silla durante toda la ópera en el alfeizar de la cúpula? Algún significado tendrá, supongo.
No sé si Parsifal es la ópera perfecta que defiende mi apreciado Le Gouverneur, pero sí que es una obra superlativa que se puede disfrutar desde una posición erudita, de coinosseur musical o de simple aficionado a la música, que simplemente se sienta en el teatro, incluso con los ojos cerrados, y se deja llevar la magia de Wagner.
En resumen, una experiencia impactante para servidor. Volveré.
El audio del Parsifal de este año, lo pueden encontrar en este link:
http://www.dailymotion.com/video/x5xxtu2