Ildebrando Pizzetti - Assassinio nella cattedraleRuggero Raimondi (Thomas Becket), Paoletta Marrocu, Sonia Caramella (Mujeres de Canterbury), Salvatore Cordella, Massimiliano Valleggi, Antonio De Gobbi, István Kovács (Tentadores y caballeros), Saverio Fiore, Filippo Bettoschi, Elia Fabbian (Sacerdotes), Luca Caslin (Heraldo).
Coro ATER, Coro bianche del Conservatorio Piccinni di Bari y rquesta Sinfónica de la provincia de Bari. Dir.: Piergiorgio Morandi.Aunque Pizzetti me parece –junto a Casella- el compositor más interesante de su generación, hasta esta filmación en la catedral de Bari no había prestado gran atención a
Assassinio nella cattedrale, que solo conocía por la versión de su estreno en La Scala. No se trata de una obra fácil porque, al igual que la pieza teatral de T. S. Eliot en la que se basa, puede decepcionar a quien espere un gran conflicto dramático o una tensa intriga narrativa. La primera impresión, al menos en mi caso, fue de estatismo y monotonía. La ópera es casi un monólogo del arzobispo Beckett; los demás personajes hacen poco más que plantear sus intervenciones (los cuatro tentadores del primer acto) y el coro enuncia las antífonas correspondientes. Y Thomas Becket, más que el heroico protagonista de una épica resistencia ante la tiranía, es el portador de un discurso poético sobre los propios dilemas morales tratados en la obra, que Pizzetti traduce musicalmente a través de una especie de oratorio cuya componente teatral está más cerca de la antigua Grecia que del drama decimonónico.
Si
Assassinio nella cattedrale gira en torno a lo que dice el personaje de Beckett, está claro que el interés de su interpretación es esencial para poder apreciar la ópera. Esa es probablemente la razón de que no me dijera gran cosa la citada versión del estreno, a cargo de un vociferante Nicola Rossi Lemeni , incapaz de expresar algún matiz en el texto de Eliot-Pizzetti. Pero, oh sorpresa, la cosa cambia bastante con Ruggero Raimondi, cantante al que no aprecio mucho, pero que tiene un instinto escénico indudable y una gran capacidad de comunicación. En los largos pasajes semideclamados está en su salsa y su tendencia al brutto canto casi es de agradecer en el segundo acto de la obra, donde la acción está vista para sentencia desde el principio; para destacar, su Servi del Re, al comienzo del acto mencionado. En la misma línea, el primer corifeo servido por Paoletta Marrocu resulta incomparable con la Leyla Gencer del estreno si atendemos a cualidades canoras, pero su parte tiene “pegada”y tiene algunos momentos bastante inspirados. Muy digna también la labor de los coros, incluidas las casi siempre problemáticas voces blancas.
Al frente de la Orquesta de Bari está Piergiorgio Morandi. Aunque la acústica de la catedral no es óptima, la grabación es bastante superior a la que se obtuvo con la orquesta escalígera dirigida por Gavazzeni, tiene tensión y atmósfera aunque no carece de desajustes. En cualquier caso, hay que advertir que Pizzetti subordina en todo momento la parte instrumental a la vocal y que esta obra no es la mejor manera de paladear el talento del compositor del
Concerto dell’estate.
La parte escénica se limita a completar una estática distribución de los distintos componentes con una dramaturgia muy sobria y algunos insertos de acciones paralelas (Enrique II en su cámara, la llegada de los asesinos a la catedral) que no aportan mucho, pero tampoco molestan en exceso.