Excelentes crónicas, queridos amigos. Ahí va también mi reseña:
Como en este 2017 recién comenzado el Liceo y el Real tienen programado un Holandés, Valencia, que no va a ser menos, va y programa uno. Y lo programa así, deprisa y corriendo, y para ser lo que podía haber sido no estuvo mal del todo. Se programó una sola representación, que luego se pasaron a dos, viernes y domingo. Se cerró el cast a última hora y claro, al final el elenco es un pastiche de cantantes wagnerianos consagrados, viejas glorias, debutantes y cantantes fuera de estilo. Y para ser lo que fue no estuvo mal del todo.
Y como se programó en viernes trece, pasa lo que pasa, la ceremonia de la confusión. Unos se equivocan de hora y otros nos equivocamos de fecha. Menos mal que una señorita (más bien señora) muy amable nos recolocó convenientemente aún con la entrada para otra fecha, cosa que ni yo ni la que revisó la entrada al entrar, valga la redundancia, nos dimos cuenta. Cuando estaba a punto de soltarle una colleja al pobre caballero empecinado que se hallaba en mi localidad, o más bien yo en la suya, me percaté. Bochorno y disculpas repartí a partes iguales. Cafre que es uno.
Cambiemos de tercio. Como ahora todos somos buenos, es una co producción (la primera) entre los dos Palacios valencianos, el Palau de la música de Valencia y el Palau de les arts. Yo casi añoro los tiempos en que los dos palacios se echaban los trastos a la cabeza, los tiempos en los que las dos hembras-beta de la música valenciana se ponían a parir desde sus atalayas. Los tiempos en los que Mayren y Helga, Helga y Mayren se odiaban convenientemente, se contraprogramaban, y a escasos metros de distancia usaban a la prensa para caldear sus desavenencias. Y es que hasta que no terciaron Ayuntamiento y Generalitat (sobre todo Rita), la pelea de gatas nos entretuvo, y fue motivo de algarabía y divertimento. Y es que no hay nada como una buena trifulca. Ahora, sin embargo, todo es pan, amor y fantasía.
Como ya ha descrito el gran Dufol, la semi escenificación de Allex Aguilera fue mejor y más matizada, más compleja que muchas de las que hoy se representan a golpe de talonario. Pero hay que contar que el escenario del Palau de la música de Valencia es el de un auditorio y tiene sus limitaciones. Unas sábanas colgaban al fondo, en el centro del coro con proyecciones tipo Livermore, (una niña por la playa, una tempestad, un barco, una cara de uno de los intérpretes que nos mira fijamente). Los cantantes interpretaron con vestuario de época y conveniencia, obviamente sin partitura y con dirección de actores compleja dada las limitaciones. Si no fuera porque la orquesta estaba presente y que el coro estaba sentado, con partitura y de gala, hubiera colado como algo mayor. Lo peor, aparte del infame peinado del holandés (¿era necesario?), fue que al no disponer de espacio cantaban en demasía al fondo, en el coro, teniendo que atravesar la orquesta y en Wagner, eso, no es tarea fácil.
La orquesta que empezó destemplada (lástima de obertura), pero a partir del segundo acto mejoró mucho dirigida por ese gran director que es el Israelí Yaron Traub, al que tras once años como titular de la Orquesta de Valencia han cesado hace escasas dos semanas de regalito de año nuevo. Lo echaremos de menos, trabajo no le ha de faltar. La orquesta se fue entonando y acabó de forma magistral esa maravilla que es el postludio orquestal con el que acaba la obra. Alguna persona (fueron varias), supongo que acusadas de problemas graves de vejiga e incontinencia, osaron levantarse y abandonar la sala durante el postludio al percatarse de que eso se acababa. Para actuaciones como esas está completamente justificada la re instauración de la pena de muerte o cuando menos prohibición eterna de entrada a cualquier tipo de recinto musical cual ludópata en un bingo.
Las voces, como ya han dicho, bien mis compañeros de foro y sin embargo amigos, de todo, como en botica.
Catherine Foster fue una excelente Senta. Es una soprano wagneriana como la copa de un pino. Sus agudos, como alfileres, que lanzaba impolutos aún finalizando la obra, eran frescos, nítidos y timbradísimos. En sus dúos apabullaba al partenaire de turno. Era la primera vez que la veía en vivo y me encantó. Debe de ser una fantástica Brunhilde.
José Antonio López que fue el Holandés no es un Helden baritone. Es demasiado lírico, le falta empaque, contundencia, fiereza. Y justito en los graves. Además tiene aún demasiados colores en su voz. Creo que debería unificar su cromatismo y su emisión. Lo note a ratos claro y a ratos oscuro. A ratos limpio y a ratos entubado. A ratos audible y a ratos inaudible. Pasito a pasito. Y le deseo lo mejor y muy buena carrera al buen barítono murciano.
Eric Halfvarson fue un Daland convincente con emisión importante, algo engolada y con su voz ya un poco descascarillada. Iba un poco a su bola y su fiato acusó el paso del tiempo. Su voz nos es el trueno que fue de Inquisidor en Don Carlo, pero sigue teniendo mucha presencia.
Erik fue Charles Workman. Había oido mucho y mal de él y en contraste, en su primera actuación tras la balada de Senta, me sorprendió gratamente, ya que su voz no sonaba tan desastrosa. Pero llegó el aria final del tercer acto, galleó y se vino abajo. A duras penas pudo acabarla sufriendo y haciéndonos sufrir con él en cada agudo que calaba y estrangulaba siempre al borde del abismo.
La pobre Marina Rodriguez-Cusí no debría meterse en estos papeles. Completamente fuera de estilo fue una Mary que no califico por aquello del paisanaje.
El timonel fue un joven Francisco Corujo al que aún le queda camino por recorrer.
Y dejo para el final lo mejor, el enorme coro de la Generalitat. El coro titular de Les Arts, que por ende de la co producción fue ayer el del Palau de la música. Soberbio. ¡Qué fantástica labor está haciendo con estos cantantes el gran Francesc Perales!. Excelsos. Gran primer acto, excelente coro de hilanderas, pero ¡qué decir del tercer acto!. El duelo entre el coro de espectros y el de marineros simplemente espectacular Y sin grabaciones, todo a pleno pulmón. ¡Qué buena es la buena música cuando se interpreta bien!.
Acabaré como no, por enviar saludos a Don Manuel, excelentemente acompañado; a Dufol al que traicioné imperdonablemente al rehusar un vino après-opéra (la jefa manda mucho); y al pobre José Luis a quién no pudimos ver por eso del viernes trece y que creo que andaba con el cuñado del Ferrol.
Saludos
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