Una obra que quizás no esté dentro de mis favoritas o de simpatía, pero aquí estamos haciendo el esfuerzo.

Los responsables de la noche:

Elektra....................Nina Stemme
Chrysothemis...............Adrianne Pieczonka
Klytämnestra...............Waltraud Meier
Orest......................Eric Owens
Aegisth....................Burkhard Ulrich [Debut]
Overseer...................Susan Neves
Sirvienta..............Bonita Hyman [Debut]
Sirvienta..............Maya Lahyani
Sirvienta..............Andrea Hill [Debut]
Sirvienta..............Claudia Waite
Sirvienta..............Roberta Alexander
Confidente..................Susan Neves
Trainbearer................Andrea Hill
Joven Sirviente..............Mark Schowalter
Viejo Sirviente................James Courtney
Guardián...................Kevin Short

Director..................Esa-Pekka Salonen

Un poco difícil comentarla, como cualquier otra ópera.

Iniciamos.

Seguidilla de opiniones de las sirvientas sobre la situación o el comportamiento de Electra, con voces destempladas, chillantes, punzantes, filosas, muy del gusto del señor Strauss, para su lenguaje violento e insidioso en esta ópera.

Un poco de paz llega con el primer monólogo de Electra a cargo de la señora Nina Stemme: Agamemnon!
Agamemnon! , donde se lamenta primero por la soledad con motivo del asesinato de su padre.

Luego narra de forma desgarradora la suerte de los homicidas y su deseo de venganza para volver a las glorias del soberano, quizás con el apoyo de su hermano Orest.

Todo ello en una progresión punzante de la orquesta y de la voz misma, todo ello en un quehacer muy convincente y seguro de doña Nina, hasta llegar al paroxismo y la apoteosis exhultante de la orquesta y con la del MET qué puede pedir.

Con la llegada de Chrysothemis, la paz llega por un momento nada más, pero cuando le cuenta que la paraje homicida quiere también deshacerse de Electra, los fuego de nuevo empiezan.

No hay tanto constraste tímbrico con la señora Adrianne Pieczonka.

Ahora la señalada es Elektra, como la causa de los males de sus hermanas y especialmente de Chrysothemis, al castrarla en sus aspiraciones de maternidad, al estar condenadas al encierro esperando a un hermano vengador que no llegará.

Todo ello en un canto más convencional, pero retrata muy bien el personaje por parte de doña Adrianne.

El tejido orquestal se sosiega ligeramente ante las súplicas de Chrysothemis, pero luego el brillo straussiano regresa ante sus aspiraciones en la vida.

La dinámica y la excitación orquestal llega ante la inminente aparición de Klytamestra y los temores y advertencia hacia Elektra, por el carácter voluble de la señora.

En este rollo de reproches ahora le toca el turno a doña Waltraud Meier, recrear el personaje de Klytamnestra, con voz de mezzo un tanto desgastadona pero incisiva.

Duda de las palabras de aduladoras de Electra.

El tono orquesta baja de intensidad con las palabras "conciliadoras" de Elektra con su madre, que quiere escuchar pero damas de la corte la previenen con manifestaciones que la hacen titubear.

Ese estado de ánimo de la señora y sus dudas, son recalcadas magistralmente por la Meier que luce el tipo de señora mayor.

Finalmente logra que la dejen sola para "conversar" con su hija, en medio de lo se anuncia como un largo dúo al estilo de don Richard.

A cuatro años después del estreno de Salomé se remonta esta ópera, por lo que para un servidor algunas cosas al oído se escuchan tan familiares.

Estos diálogos tan grandilocuentes de la pluma de Hugo von Hoffmannsthal, debían ser gratísimos para el señor Strauss.

En este momento, no se puede llegar sino a la conclusión de la locura del remordimiento por parte de Klytamnetra, en medio de baños de sangre imaginarios y reales.

Luego de insinuaciones de sacrificios, toca el turno de hablar mal de Orest, al que la señora no tiene temor alguno o cuando menos eso quiere hacer creer.

La excitación orquestal vuelve al turbarse el personaje.

El repentino deseo de acercarse a la madre, rápidamente cambia ante los insultos a Orest y Elektra, le recuerda de nuevo el tema de la muerte de su padre y que ella debe ser la sacrificada por tal hecho.

La señora Stemme se deleita en el registro agudo con verdaderos cuchillazos que a cualquier madre asustarían.

Algo le cuentan a la señora que le disipa el temor y ello lo refleja de nuevo Strauss con un glorioso estallido orquestal.

El anuncio es que Orestes ha muerto.