Segunda jornada. I Capuleti e I Montescchi.
Tras un día agotador rodeado de teutones que te ponen mala cara cuando les dices que dejen de hablar en alemán, que “in english, please”, para que a los 7 minutos vuelvan a pasarse a ese idioma endiablado, no hay nada mejor que una ópera italiana italianizante belcantista, del mejor belcantista posible, el genio de la melodía, el maestro Bellini, para que se vaya la mala leche.
Para acudir a I Capuleti no tenía duda, no necesitaba referencias, sólo necesitaba ganas de disfrutar de una música excelsa, magna, sublime. Y esas ganas las llevo de serie.
De vuelta a la Deutsche Oper por segundo día consecutivo, donde cuesta más el taxi que la entrada y con otro lleno absoluto, acudí con camisa, jersey y unos chinos y meeeek, mi segundo error. A Bellini y al estreno, en Berlín, está visto que hay que ir vestido de gala. La única bufanda, junto a otros dos despistados, era la mía. La gente iba vestida, como van aquí en Berlín cuando van de gala. Vamos que Alemania no es el paradigma del buen gusto en cuanto al vestir. Que mal gusto tienen los jodios. ¡Que gafas se me calzan!, ¡que zapatos!, ¡que corbatas!. Acabaron con las existencias de laca y tuvieron que importar más de la vecina Polonia. Tanto ellas, como ellos, pelos esculpidos y mantenidos con superglue. Y sus cuerpos y ademanes rígidos como recién salidos del congelador o como si se hubieran tragado un palo (forma de fina de decir algo que se puede decir de otra forma).
Y a la hora en punto empezó I Capuleti. Así como en Makropoulos el ambiente era relajado, aquí no se movía una mosca, no tosía nadie (tenía a un vecino que era como Josemi Rodriguez Sieiro pero con gafas raras que casi fenece tragándose la tos para no molestar). Y aplaudir, lo justo hasta el final cuando empezaron los braveos y pateos que se hicieron interminables. Son así.
Vamos al tajo, I Capuleti e I Montescchi es una obra maestra absoluta de ese genio llamado Bellini. Un operón que debería gustar atodos los amantes de la música. Arias maravillosas, dúos extraordinarios, solos instrumentales bellísimos…en fin, Bellini.
Sé que la interpretan, con mimbres parecidos, en el Liceo en mayo. Si puedo, repetiré.
El Capuleti e Montescchi visto en Berlín fue sobresaliente.
La gran orquesta de la Deutsche Oper fue dirigida por Paolo Arrivabeni, que cuando hablamos de belcantismo, y con esos excelentes músicos, el director italiano llega bien (chiste malo). Creo que la dirigió como mandan los canones, dando a la obertura un tempo ágil para luego pasar a ralentizarlo y dar la importancia suprema de la noche a lo que manda en Bellini, la melodía. Con cuidado exquisito a las voces que casi siempre cantan con poca orquestación y a los grandes solos que tiene la obra. Mención especial al de trompa de la aparición de Giulietta en el primer acto seguido de arpa, clarinete y flauta y al del segundo acto del clarinete. El trompa salió a saludar dos veces y el clarinetista una. Además, el hecho de ser versión concierto y tener a los músicos en el escenario, hace posible perderse con los detalles y apreciar mucho mejor los matices orquestales. Fenomenal.
Y vamos con las voces de menos a más, o más o menos.
Lord Capuleto fue Alexel Botnarcluc. Bastante malo. Timbre opaco, voz justa, proyección pobre. Un dechado de virtudes.
Lorenzo fue Marko Mimica. Aquí empieza lo bueno. Muy bien Don Marko. Voz de bajo cantante que proyecta perfectamente con un timbre bonito y estupenda línea de canto. Buen fraseo y conocimiento de estilo.
Tebaldo fue Celso Albelo. Yo empecé muy propenso a Albelo por aquello del paisaje y el paisanaje. Además era el único que iba vestido apropiadamente. Él iba de pingüino mientras los otros dos iban de camareros.
Pero que decir. Su voz es bonita, pero no corre por la sala. Su estilo es correcto y sus agudos conseguidos, pero empezó tenso y su mejor momento de lucimiento es al comenzar con "E`serbato a questo acciaro". Cierto que dio unos buenos agudos en forte mantenidos unos segundos, pero en cuanto se descuidaba la orquesta se lo comía. Fue de menos a más, pero nunca llego al nivel de las dos señoras que tenía en frente. Mientras ellas llenaban la sala y estremecían, él cantaba bonito. Supongo que con micro y en grabación se oirá distinto, pero en directo flojea. Y no canta mal, ni mucho menos. Tiene una hermosa voz y en la edad de hojalata él es de lo mejor que se puede oír. Y regula, pero es que los pianos no llegan. Un piano filado de DiDonato se oye más que un forte de Albelo.
Romeo fue Joyce DiDonato. Que lista que es la Yankee Diva. Sin cantar ya se ha ganado al público. Todos cantaban con atril y partitura. Ella sin atril ni partitura. Todos fijos y leyendo. Algún ademán interpretativo hizo Grimadieva. Albelo no levantaba la cabeza ni para mirar al director. Ella interpretando y moviéndose por todo el escenario, gesticulando, entrando, saliendo, yéndose a la esquina. Lo de versión concierto era para los demás. Ellos de Chaqué y esmoquin. Grimadieva de traje largo. Di Donato con traje masculino: pantalones ajustados, camisa blanca, chaqueta ajustada, foulard negro, pelo corto y peinado varonil, era Romeo.
Y además comienza de forma espectacular con un pianísimo que va creciendo para después filarlo dejándonos sordos en “Lieto del dolce” para continuar cantando de forma magistral “la tremenda ultrice”. Regulaciones fantásticas, coloratura impecable, saltos interválicos, graves penetrantes, medios y agudos excelente. Bueno, algún fallito en los más agudos. Espectacular el largo y maravilloso dúo del primer acto que nos recuerda a otros soberbios dúos de féminas de Bellini. Pues eso, la Yankee Diva, que como además me cae muy bien yo la pongo por las nubes incluso cuando los demás la critican.
Por decir algo menos positivo citaré tres cosillas. Al final del segundo acto se fue apagando, creo que estaba cansada. En su delirio interpretativo, quizás pecó de histriónica, cosa que resaltaba más al estar el resto clavados delante del atril. Y además, no sé si por los tacones que se calzó o porque carga más de los cuartos traseros, su andar era un tanto gallináceo. De todas maneras, la DiDonato me encantó.
Giulietta fue Venera Gimadieva. Extraordinaria. Nombre a recordar porque puede y debe llegar lejos. Voz estupenda, clara, rotunda. Con suavidad y elegancia en el estilo, regulando con gusto pero a su vez con volumen y proyección importante. Había momentos en que las dos féminas nos lanzaban cuchillos a nuestros tímpanos que nos aturdían y emocionaban a la vez. El famoso y largo dúo fue espléndido. Compuso una Giulietta dulce, inocente, romántica, en contraposición al Romeo brusco, atolondrado y violento de DiDonato. Intentó a su vez, y sobre todo tras ver a la Di Donato, actuar un poco (aunque sus partenaires masculinos no levantaban la vista de la partitura) y ponía caritas de enamorada y se daba arrumacos con la DiDonato, mientras con la mano izquierda pasaba las páginas de la partitura. Y cantaba mirando al público, no al suelo como Albelo. Enorme “Eccomi in lieta vesta…Oh! Quante volte” tras el maravilloso sólo de trompa y acompañada por el arpa y clarinete y muy buen “Morte io non temo”. Sólo por criticar algo, debería mejorar su dicción italiana. Sobresaliente.
Y para terminar sólo dos palabras, ¡Viva Bellini!
Saludos
Última edición por Mandryka el 08 Mar 2016 19:40, editado 2 veces en total
|