Estuve también en la función del 26. Y no pasé calor; ni frío, por desgracia.
En total desacuerdo con las opiniones tan negativas y sobre todo con las expresiones tan poco afortunadas
que se han vertido por algunos foreros hacia Peretyatko. Que seguramente no será La Próxima Vetetuasaber. Y que seguro que no es tampoco la típica Gilda jilguero ni tiene su fuerte en el sobreagudo. Pero para mí sí posee un material muy interesante en el centro, desgrana momentos muy logrados como el inmediato anterior a su muerte, y en fin, sostiene más que perfectamente su papel. Lo que más me sorprende es que la generalidad de las opiniones coincida en que no se trata de una voz "bella", aunque ya se sabe que eso de la belleza es muy subjetivo. Para mí, evidentemente sí se trata de una voz muy bella, con cuerpo en centro y grave, aunque seguramente el rol de Gilda no sea el que mejor le convenga. No he podido escuchar a Oropesa para comparar entre ambas.
Por lo demás Peretyatko tiene a estas alturas una trayectoria de bastantes años, que responde por sí sola a según qué cosas que se han escrito en el hilo.
Rodríguez, a quien escuchaba por primera vez, me pareció una estupenda voz manejada por un cantante no tan estupendo. En este caso sí que estoy de acuerdo con las crónicas que vienen hablando de un cantante de expresión más bien monocorde. Aunque también es verdad que los cantantes (todos) se vieron obligados a expresarse permanentemente al límite para superar el muro de sonido procedente del foso. De todos modos, se trata de un artista joven y con grandes posibilidades, que seguramente gane muchos enteros una vez que llegue a trabajar en profundidad sus roles con grandes maestros y en producciones "de verdad".
Buenos agudos los del tenor Pretti, cantante joven, con color italiano, también a seguir, como el bajo Mastroni.
Sobre la dirección de Luisotti he leído básicamente alabanzas y tampoco estoy de acuerdo (el 26 empuñaba la batuta Jordi Bernácer pero entiendo que el planteamiento y por tanto el resultado de las funciones se debe adscribir al maestro italiano, que ha dirigido al parecer todas las demás). No se puede dirigir Verdi, y más en general no se puede dirigir ópera, con semejante despliegue de decibelios, haciendo literalmente imposible la labor de los cantantes, y menos si el sonido es tan tocho, con presencia tan exagerada de los metales y ritmos marciales sin venir a cuento. Me pareció una dirección completamente antiverdiana. El nervio y la intensidad no van, creo, por el camino de epatar a base de meter ruido.
En cuanto a la producción, me pareció tan poco relevante que incluso lleva a preguntarse retóricamente si hubo producción. En realidad fue más bien la típica reposición de una producción rodada diez mil veces, en la que cada solista hace un poco lo que mejor le parece, en el esquema propio de los teatros de repertorio. Cuando no creo que el Real sea un teatro de repertorio como el de Viena, ni que la calidad de sus conjuntos estables sea comparable con la de los vieneses. El concepto que parece subyacer, como en el
Devereux de apertura de temporada, es que para montar un buen Verdi basta con alinear tres buenas voces, y resulta que las cosas no son tan sencillas, como demuestra la floja impresión global que deja la faena.
Qué falta nos hubieran hecho dos o tres años más de Mortier.