Después de una semana asistiendo a dos óperas entre las más vistas del repertorio (Lucia y Macbeth) interpretadas por dos megaestrellas del star system lírico cambié completamente de registro y me fui a ver una ópera completamente desconocida, de las que gusta editar a Ópera Rara, que probablemente ni se estrenó en su momento e interpretada por alumnos del Centro de Perfeccionamiento, llamado así porque son perfectos desconocidos.
Además se representó en el Teatro Martín i Soler que es ideal para óperas barrocas, ya que es pequeñito, recogido, con el escenario a escasos cuatro metros del público y con una orquesta pequeña (unos 18 músicos) se oye la música adecuadamente. El aforo de unas 400 localidades estaba ocupado en unas tres cuartas partes.
La obra es una sucesión de recitativos y arias da capo, con un dúo y una tormenta orquestal (la aparición de Marte, momento de los mejores de la noche). La música alterna momentos bellísimos con otros francamente plúmbeos y aunque desconocida como tal, su música fue traspuesta por Haendel a la más conocida “Amadigi de Gaula”.
Como he dicho tiene fragmentos muy bonitos pero adolece de un argumento que es una auténtica chuminada. Se trata de Silla (si, el mismo que el de Mozart), que es un tío malo malísimo y malaje, que persigue a todas las mujeres (menos a la suya y eso que se llama Metella) continuamente para calzárselas y para que el calce sea más efectivo, putea, tortura y ordena matar a los maridos y novios de las respectivas. Su mujer, a la única que no ataca, como eso de que Silla ande revolcando con ajenas no le es ajeno, libera de la muerte segura a los maridos y novios que se unen para derrocar a semejante gañán. Parece ser que van y lo vencen y a falta de cinco minutos para finalizar la obra Marte se le aparece y le dice: mira que eres cabrón, él va y se arrepiente y en los dos últimos minutos todos se perdonan e inician un futuro lleno de paz, amor y hermandad. Infumable.
En cuanto a la representación comencemos por la puesta en escena. La escena en general son dos marmóreas paredes en dos sectores circulares y un cuarto de círculo de grada de teatro romano pero moderno, mal restaurado, como el ex teatro romano de Sagunto, perdón el Teatro ex romano de Sagunto, tropelía imperdonable e inolvidable. Dichas paredes y gradas giran de forma independiente configurando distintos ambientes en una maniobra ya muy manida.
Dentro de ellas, una sucesión de tonterías con una dirección de actores de obra infantil de fin de curso y vestuario cutre salchichero, sobre todo en los romanos, entre todoacien y todojuguetes. Vale, que hay que ahorrar, pero con estilo, con un poco de gusto.
Como ejemplo de la tontería contaré que en el segundo acto salen cinco madres de la plaza de mayo de Buenos Aires, con el pañuelito en la cabeza y las fotos de sus familiares a las que colocan velas. Mientras esto sucede, Silla está en una orgía con dos figurantes en paños menores y el medio mimo que hace de Marte. A continuación salen cuatro romanos y degüellan a las madres de mayo. Todo coherente, vamos.
Ni que decir tiene que no me gustó. Ah! La escenógrafa fue Alessandra Premoli. Lo escribo para que caiga sobre ella mi abucheo.
Tras lo peor pasemos a lo mejor: la orquesta y la dirección.
Soberbio Fabio Biondi y que bien sonó la pequeña orquesta!. Reconocí a algunos de los músicos que hoy (día siguiente) interpretan Macbeth. Eso dice mucho y bueno de la flexibilidad de la orquesta valenciana.
Excelente el primer Chelo (de los dos que había), la trompeta (que bonita es una trompeta bien tocada!), y los oboes.
Biondi dirigió con arco en mano siendo él mismo el primer violín. Y dirigió magistralmente. Sonido claro, nítido aun cuando es un susurro. Sonido brillante cuando es un clamor. Excelente obertura y tormenta a toda orquesta y también excelentes solos sólo empañados por alguna voz concurrente
Tenemos director y tenemos orquesta y ya por ellos vale la pena este Silla.
A modo de anécdota, la solista de la flauta se lo pasó de coña. Actúa poco, sólo en el segundo y tercer acto y cuando mientras actuaba bailaba desde la silla y se rió (en voz baja) mucho con el otro flautista (ellos sabrán de qué). Y se sabe la música que baila ya que la acompasó muy bien. Para ser justos hay que decir que cuando le tocó actuar lo hizo muy correctamente.
Sobre las voces comenzaré diciendo que los seis papeles (tres masculinos y tres femeninos) son voces femeninas y que sólo hay una voz masculina, Michael Borth, que hace de Marte y Scabro, pero no canta (sólo tres minutos y por ellos no le valoraré), sólo hace mímica.
Las voces son algo mejores que las del Centro del año pasado. Al menos hemos ganado en volumen, y en general las mujeres que hicieron de mujeres cantaron mejor que las mujeres que hicieron de hombres. Me queda la duda de su prestación en un teatro grande y con una orquesta grande.
La mejor de la noche fue Federica Di Trapani (Flavia) embarazada toda la obra que al final pierde el hijo aún no sé por qué. Voz flexible, buena línea de canto y bonito timbre además de un volumen aceptable.
Después, en las buenas, igualadas, la mejicana Karen Gardeazabal (Metella), que debe de haber cantado muchos corridos y parecía que se fuera a arrancar con un “si Adelita se fuera con otro”, vamos que debe controlar sus impulsos y ganar en elegancia de canto; y la nipona Nozomi Kato (Celia), vestida absurdamente de requeté manga, con una voz de mezzo nada despreciable, siendo además la más implicada y la mejor intérprete como actriz.
La peor con diferencia fue el Claudio de Adriana Di Paola, que destrozó convenientemente con tremendos problemas en las agilidades, voz deslucida e interpretación floja, floja. Y no sigo porque no quiero ser cruel.
En tierra de nadie dejaré a Elisa Barbero de Lepido y al Silla de Benedetta Mazzucatto.
En fin, una hermosa obra barroca, que no es mi fuerte, mal escenografiada, espléndidamente interpretada por la orquesta e irregular en las voces.
Excelente plan en una tarde de miércoles en la que Negredo volvió a marcar.
Saludos
Última edición por Mandryka el 17 Dic 2015 14:29, editado 1 vez en total
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