Presentemos ahora
La Novela Teatral, siguiendo algunas explicaciones del libro que José Antonio Pérez Bowie dedicó a esta revista. Al contrario de lo que suele ser habitual en otras publicaciones de la época, como
El Teatro Moderno (1925-32) y
La Farsa (1927-1936):
"La Novela Teatral [...] no proporciona información alguna sobre la fecha ni el lugar de estreno de las piezas publicadas, así como tampoco sobre el reparto con que las mismas subieron a los escenarios ni sobre el nombre del compositor en las de carácter musical, por lo que la cantidad de datos con los que hemos operado es considerablemente menor. Ello se debe, sin duda, al carácter más modesto de la colección, a la que el objetivo de salir al mercado con un precio muy por debajo de publicaciones similares obligaba a una considerable pobreza tipográfica, manifiesta no sólo la utilización de un papel de pésima calidad y de unos caracteres difícilmente legibles, sino también la eliminación de toda información superflua susceptible de robar espacio al texto [...]
La Novela Teatral surge, en principio, con un propósito decididamente educativo; por ello, al menos en los comienzos de su andadura, sus intereses parecen decantarse más que hacia los estrenos recientes hacia la recuperación de textos considerados imprescindibles para consolidar la cultura teatral de los lectores; no obstante, éstos ceden pronto el lugar a los éxitos del pasado inmediato que permanecían en la memoria de los espectadores, de modo especial, los pertenecientes a la época de máximo esplendor del género lírico, los años a caballo entre los dos siglos [...]
Frente a esas carencias informativas señaladas, La Novela Teatral ofrece, en cambio, documentación sobre una parcela del mundo escénico que las otras colecciones descuidan y que contribuye a dotarla de un interés para los estudiosos de la escena de ese período: me refiero a la atención que dedica al llamado «género ínfimo», al cuplé, que se traduce en la publicación en 11 entregas de una antología donde, bajo el título de Tonadillas y tonadilleras, se recogen los éxitos más importantes de la época, con mención de sus creadores (letristas y músicos) y de los intérpretes que los popularizaron".La revista, con un formato de 19,5 por 13,5 cms.,
"consta de 447 números que se publicaron, sin interrupción, todos los domingos desde el 17 de diciembre de 1916 al 14 de junio de 1925", con la excepción de tres números que duplicaron la entrega semanal ordinaria. Las portadas de esta revista quizás fueron uno de sus elementos característicos. Como indica Pérez Bowie:
"La cubierta constituía, en cambio, la única nota discordante de la impresión general de pobreza que desprendía la colección, ya que se trataba de una llamativa caricatura de algún personaje conocido del mundo teatral impresa a cuatro tintas. El autor de tales dibujos, a lo largo de casi toda la vida de la revista, fue el granadino Manuel Tovar, y su trazo peculiar se transforma en seña de identidad de la colección tras superar algunas vacilaciones iniciales en las que la firma de Tovar alternaba con la del caricaturista Fresno (números 1, 4 y 7). La colaboración de aquél cesa a partir del número 423, en el que el dibujo es sustiuido por la fotografía de un actor o actriz".Pero veamos ya un ejemplo de esta revista, en concreto el número 20. Incluye el libreto del "boceto lírico dramático"
Doloretes -estrenado en el Teatro Apolo de Madrid, en 1901-, con letra de Carlos Arniches y música de Amadeo Vives y Manuel Quislant:
Libreto de Doloretes.La portada está algo "tuneada": se ven unos trazos de color añadidos por algún ancestro y el cuello de la camisa de Mesejo, originalmente de color blanco, está pintado de rosa.