Con esa ametralladora, algún pato habrá cazado, amigo.
La idea era más bien iniciar una excursión por cuentos infantiles o cuentos de hadas que hayan tenido alguna relación con la ópera. Ni siquiera cuentos con niños, aunque me apetecería traer por aquí
La vuelta de tuerca, a ver adónde nos llevaba la comparación.
De entre los más célebres cuentos de hadas llevados a la música escénica, pienso en
La cenicienta de Charles Perrault como caso más recurrente a lo largo de la historia de la música. En el campo de las artes coreográficas hay dos grandes obras inspiradas en él, una es el famoso ballet
La cenicienta, con música de Serguéi Prokofiev, y la otra, un tanto menos conocida, el ballet también titulado
La cenicienta cuya partitura fue escrita por Johann Strauss hijo y completada por Josef Bayer. Sirve el mismo título en cuanto a materia operística para
La cenerentola de Gioacchino Rossini y
Cendrillon de Jules Massenet, y se puede afinar más con el mismo cuento en formato de ópera de cámara de Pauline Viardot. A la primera de ellas le dedicó
Antxi un excelente trabajo. Dichas óperas tratan el cuento con bastantes diferencias sustanciales en cuanto al tratamiento de situaciones y personajes. Se pueden seguir apuntando más fábulas de Perrault, como
La bella durmiente, otro de los célebres cuentos de hadas que ha alimentado la inspiración de la música para la escena. Se tiene aquí el ballet
La bella durmiente con música de Chaikovski, y posteriormente una breve y muy poco divulgada ópera de Ottorino Respighi titulada
La bella durmiente en el bosque. El propio Humperdinck se ocupó de la versión de los hermanos Grimm, cuyos cuentos
Der Mond y
Die Kluge analizó
Loge con ayuda de Sherlock Holmes.
En el ámbito germano, el
Märchenspiel o
Märchenoper se había convertido en todo un subgénero, que recuperó en buena medida Humperdinck como una especie de variante popular de la deriva para
connaisseurs del postwagnerianismo y, al mismo tiempo, como una alternativa “decente” al verismo italiano. Esa era, al menos, la estrategia de Cosima Wagner de la que se habló en su momento. En el siglo XVIII, se denominó a estas obras
Feenmärchen,
Märchenspiel,
Volksmärchen o
Feerie. Los representantes de este género esperan, en su mayoría, que la mano de Zelenka los saque del olvido. Podríamos citar a Philip Jakob Riotte (1776-1856), Joseph Drechsler (1782-1852), Franz Xaver Schnyder von Wartensee (1786-1868), Albert Lortzing (1801-1851) y August Conradi (1821-1873), antes de Humperdinck. De ellos el más influyente en el autor de
Hänsel und Gretel fue Lortzing, a través de su ópera
Undine. De una generación posterior son Hans Pfitzner (1869-1949), autor de
Das Christelflein, que acabaría siendo bastante amigo de Humperdinck, o el propio Siegfied Wagner (1869-1930), del que algo contó también el amigo
Loge aquí.