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Otros malditos, otros errantes</center>
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La leyenda del Holandes Errante está relacionada con otras muchas. Entre ellas destaca una figura de la mitología cristiana de amplia difusión en la literatura y en la tradición oral de toda Europa: el
Judío Errante.
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En algunas fuentes llamado
Ahasverus, su pecado también es variable según quién nos lo cuente: la versión mas extendida nos habla del hijo de un zapatero judío, que insultó a Jesús durante la crucifixión o mientras portaba la cruz, por lo cual fue condenado a errar hasta su retorno”:
“El Hijo del Hombre se va, pero tu esperarás hasta que vuelva”. Por tanto, desde entonces debe viajar errante por el mundo hasta la Parusía (segundo advenimiento de Cristo). En algunos escritos se cuenta que cada cien años “sufría enfermedad y angustia de muerte”, pero luego sanaba y rejuvenecía hasta tener la edad de Cristo en su muerte. Se le avista en multiples ocasiones en Europa durante los siglos XVI, XVII y XVIII, incluso hay testimonios de su existencia en este siglo, en EEUU y hasta en Toledo recientemente. En España tiene otro nombre:
Juan Espera en Dios.
La redención del Judio Errante solo puede ser alcanzada con la llegada de Cristo, y por tanto siempre llora y añora el fin del mundo. La ópera de
Halévy,
Le Juif Errant, estrenada una década después del Holandés, nos muestra al final al Judío ante la corte celestial, de la cual el angel le expulsa para siempre, sin posibilidad de redención.
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No obtuvo mayor misericordia otro maldito, condenado por su pecado (haber “honrado” a
Venus, diosa del amor sensual) a peregrinar a Roma buscando el perdón del Papa:
Tannhäuser. Sin embargo, la falta de fe del Papa que le niega la posibilidad de redención es contestado por Dios por la intercesión de la mujer redentora:
Elisabeth. La misma mujer a la que el pecado de Tannhäuser ofendió muere por él e intercede para que su alma no sea condenada; el florecimiento del báculo papal es aquí la música de la redención por amor.
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Hasta los propios Dioses pueden ser victimas de su pecado y su maldición: veamos a
Der Wanderer-
Wotan, deidad que se ve envuelto en una espiral maldita que comienza y se alimenta de sus propias decisiones (a el no le condena nadie), y que no es libre de romper. En Sigfrido, y sobre todo en El Ocaso, se convierte en un ser derrotado por la maldición que solo espera el final para liberarse. La redentora que lo provoca y termina con la raza de los Dioses inmolándose es su hija,
Brunnhilde, tras conocer la compasión, hacerse humana, amar, ser traicionada y hacerse sabia.
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Pero el personaje que mas relación tiene con el Holandés Errante, y por ende con Ahasverus es
Kundry, la mujer maldita, la auténtica judía errante. Klingsor la llama Herodías (curiosamente, hay una identificación muy popular del Judío Errante con Herodes). Cuando vió al Redentor portando la Cruz, se rió de El: su pecado es la falta de compasión, la falta de amor. El redentor la miró a los ojos: ella es condenada a errar eternamente buscando a su redentor, a un hombre que la mire a los ojos y que la ame sin pretender poseerla. Su ciclo eterno es la búsqueda de expiación sirviendo, pero se rompe con el sueño mágico del que despierta para hacer que un hombre la mire y la desee, poseyéndola….lo cual condena al hombre, y Kundry se ve invadida de nuevo por las horribles carcajadas de falta de compasión, y a la tortura constante de la cual solo sale temporalmente sirviendo…
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El Holandés tenía la oportunidad cada siete años de buscar una mujer. Es de esperar que la historia se haya repetido mil veces: baja a puerto, conoce una muchacha, si ella es capaz de superar el miedo se prometen…; la mujer es un medio de redención, no un ser amado. Si ella no le es fiel, se condena eternamente, y el Holandés vuelve a su ciclo errante. Kundry tiene la oportunidad de salvarse con cada hombre al que se enfrenta. Tiene que encontrar su amor. Como Kundry no ama, solo sabe pedir amor seduciendo. El hombre seducido se condena, y ella vuelve de nuevo a su ciclo, la risa del No-Amor taladrando sus oídos.
Ambos encuentran la redención en la piedad. Senta espera al Holandes, a quien ya conoce dentro de sí, que ha hecho surgir en su pecho una compasión tan profunda que ha convertido la salvación del maldito en su único objetivo en la vida. El paso de la balada a la realidad nos sitúa en el mismo punto que se ha repetido cada siete años: Senta está en riesgo de condenación eterna si no permanece fiel. El Holandés teme abandonarse a la esperanza. La intervención de Erik desencadena la coda final de la balada: el Holandes renuncia a su redención huyendo para que Senta no sea condenada. Y Senta cumple su promesa inmolándose, y salvando así, en la muerte, a ambos.
Kundry encuentra la mirada de Parsifal e intenta seducirle recordándole a su madre. Pero el beso de Kundry hace despertar a Parsifal, que de pronto “comprende”. Comprende la herida de Amfortas, comprende la mirada de Kundry, comprende la condena. La compasión inocente y “tonta” que había sentido en la ceremonia del Grial se convierte en piedad sabia. Kundry reconoce la mirada de compasión, de amor, pero como no sabe amar desea “tener” al redentor de la manera que conoce, seduciéndole. Parsifal la rechaza por piedad y con ello le da la oportunidad de salvarse: de renunciar a él como hombre, de renunciar a su ser puramente “venusiano” y descansar de su condena, también por fin en la muerte.
(Curiosamente, la mujer redentora, el eterno femenino, se inmola siempre al redimir al maldito. Parsifal, el redentor, y Amfortas, el otro redimido, no mueren. Kundry si descansa “entregando el alma”…¿Eso tiene algún significado que se me escapa?)