JAMES KING: EL EMPERADOR DE "LA MUJER SIN SOMBRA"
Digámoslo claro: estamos ante un papel incantable.
Una tesitura complicadísima, la necesidad de contar con una voz robusta y potente, pero a la vez dúctil y, sobre todo, con un intérprete sensible convierten en casi una quimera la posibilidad de poder encontrar un tenor que le haga justicia.
La pregunta es sencilla: ¿hay un tenor que haya sido capaz de cantar, ya no perfectamente, sino con un mínimo de criterio, este papel?
La respuesta -entre otras posibles- es sí: James King.
Se conservan, hasta donde yo sé, tres registros de nuestro discreto tenor cantando el emperador: dos de ellos proceden de funciones en el Festival de Salzburgo (1974 y 1977) con un reparto de campanillas, en el que acompañan a King: Rysanek, Berry, Ludwig (1974), Nilsson (1977) etc.
El tercero de ellos, que es del que he tomado los siguientes fragmentos, procede de una representación muniquesa de 1976, también con un reparto impresionante: Bjoner (una emperatriz nada desdeñable), Varnay, Nilsson, Fischer Dieskau y el americano.
Qué aporta King al papel? Sobre todo pasión. El emperador de LMSS no es un ser regio, distante y refinado. Es un hombre decidido, apasionado...un cazador, en suma, como muy bien aparece caracterizado.
King -como, por otra parte, todos los tenores que han grabado esta parte- pasa apuros más o menos evidentes a lo largo de su interpretación, pero logra sacar adelante el papel con oficio, talento, inteligencia y técnica, impidiendo que las dificultades straussianas le superen y, sobre todo, que le hagan abandonar los parámetros de un canto que no es el colmo de la ortodoxia, pero que funciona sin necesidad de acudir a emisiones engoladas o gritos (como sí hacen colegas suyos que se han atrevido con el rol).
Pasemos a lo concreto...imagínense que cantan esta obra y así, en frío, tienen que cantar el
Amme, wachst du?
Se trata de la entrada del emperador, larga, difícil y que marca el cariz que el intérprete le quiere dar al papel, porque no va a tener muchas más oportunidades para enmendar posibles errores.
King, en esta grabación de Munich, dirigida por Sawallisch, deja bien claro cómo ve el papel y, a pesar de que está incómodo en más de un pasaje, logra darle empaque dramático a este fragmento, logrando mantener la increíble tensión que consiguiera Varnay en la escena anterior.
Oigámoslo:
Pero la auténtica medida de cuán cabronazo podía ser Strauss con los tenores, es el largo monólogo del emperador del acto II:
Falke, du wiedergefundener.
Desde la maravillosa introducción del violoncello -que en el fragmento que he colgado he conservado íntegra- hasta el final son prácticamente 20 minutos (!!!) en los que King se ve forzado a mantener una línea de canto que le exige mucho y a matizar con cuidado el gran contenido dramático de la pieza. Y lo peor es que, después de todo eso, vienen unos inmisericordes Las agudos con la orquesta a tope que son la ruina de cualquier cantante.
No voy a decir que la interpretación de King sea maravillosa, ni siquiera que, en comparación con otros emperadores, sea uno de los menos malos. Simplemente, diré que me encanta el valor que tiene King, lo bien que sabe hacer de la necesidad virtud, lo bien que sabe reponerse de todas las imperfecciones y hacernos disfrutar de una interpretación honesta, inteligente y valiente.
Oigámoslo:
Y ésta es mi pequeña aportación al cantante del mes de WImsey...