Vamos a seguir recogiendo extractos de la biografía de Nilsson. Estos que os pongo no tienen desperdicio a la hora de entender el Festival de Bayreuth
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A menudo se habla de lo fácil que es cantar en Bayreuth y de que más fantástico modo el teatro lleva las voces. Con esto último estoy totalmente de acuerdo. En cambio opino que no era especialmente fácil cantar allí. Nosotros, los cantantes, tenemos además que luchar contra la orquesta. Yo sé que una era escuchada desde el salón, pero con esa tremenda ola de sonido que inundaba el escenario,era tentador el dar más de sí, que lo que en verdad se necesitaba. Cuando canté Brünnhilde en 1960, se daban "La valquiria", "Siegfried" y "El ocaso de los dioses" durante tres días seguidos. Esto lo aclaré sin problemas, pero me di cuenta que esto no podía ser bueno para ninguna Brünnhilde, ya que su voz se exponía a graves tensiones. Por ejemplo, ¡qué pasaba si una estaba indispuesta desde el principio y estaba obligada a cantar estos pesados papeles durante tres días seguidos! Les advertí de esto a los señores Wagner, los cuales decían que el público no aceptaría tener un día libre entre las óperas que componían el Anillo, ya que entonces su estadía en Bayreuth sería demasiado larga y cara. Les propusé entonces que si no era más importante para el sibarita público el escuchar cantantes descansados, que tener que ahorrar unos marcos por una habitación. Además, con una buena planeación, quizás se podría intercalar otra presentación en los días libres entre las partes del Anillo. Logre mi propósito y desde entonces se presenta el Anillo con dos días de pausa.
Las presentaciones en Bayreuth comenzaban a las 16:00. Se sentía trabajoso, dado que directamente después del almuerzo, había que encaminarse al Festpielhaus sin demora. Yo acostumbraba siempre estar en mi camerino dos horas antes de cada actuación. Después del primer acto la pausa era larga: una hora y media, si no recuerdo mal. Era entonces que el público comería algo, el Abendbrot de los alemanes. La segunda pausa era un poco más corta: 45 minutos.
No era fácil mantener la concentración durante estas pausas y a menudo se sentía como si la voz se quisiera ir a dormir. Entonces era momento de mantenerla en forma con los más diversos ejercicios. Entre el público existían muchos que tenían la mala costumbre de ir a visitar a los cantantes en sus camerinos, especialmente si llovía, puesto que así podrían pasar el tiempo o para más tarde pavonearse de haber hablado con uno de los cantantes. Esto era muy molesto. Yo no podía simplemente sentarme a charlar fríamente como si no tuviese nada más que hacer, para luego poder entregarme totalmente a un papel, y he de decir que los papeles wagnerianos son los más exigentes de toda la literatura operística. Yo acostumbraba cerrar mi puerta con llave y no responder a los insistentes golpes en mi puerta. Algunos no se daban por vencidos tan fácilmente, sino que volvían luego cada diez minutos. Alli me encontraba igual que un prisionero, encerrada en una jaula. En la puerta de Astrid Varnay estaba colgado un letrero igual al de los médicos, que decía: Keine Sprechstunde! (No hay consulta).
Luego de una buena cena podía ocurrir que los espectadores estubiesen satisfechos e hinchados. Una vez la esposa de Aga Khan, la princesa Begum, siempre hermosa de ver y sumamente elegante en sus capas, tenía que volver a su lugar, allí se encontraba un caballero que ya se había acomodado y por tanto desabrochado un poco el smoking a la altura del estómago. Cuando Begum pasó por el lado de este caballero, este se levantó pero en la prisa se olvidó de subirse la bragueta. Luego ya era tarde. El traje de Begum se atascó en la bragueta. No importaba cuanto tiraban y aflojaban, el vestido estaba atascado y negaba a soltarse, así que sí fué que ambos hubieron de disfrutar del segundo acto bastante apretados. Si fue el tocador para las damas o el de los caballeros el utilizado para realizar la separación es una incógnita. Begum recordaba el incidente con agrado, porque siempre lo contaba a sus amistades, y de muy buena gana.
La anécdota es total