Ya de vuelta en Madrid, y aún con los últimos acordes del ocaso resonando en mis oídos, comento la tetralogía:
La primera jornada resultó desalentadora. Desajustes de orquesta, sonoridad defectuosa, elenco desorientado...
Asustaba pensar que así transcurrirían las restantes jornadas.
A pesar de todo, tenia la magia de ser la primera puesta en escena en la nueva andadura del Teatro Pérez Galdós. Se respiraba entusiasmo.
Fue subiendo de nivel, ya en la Walkyria se noto muy para bien la coordinación entre orquesta, cantantes y sonoridad.
La mejor, la mas uniforme y con las voces mas apropiadas a sus respectivos personajes: Sigfrido.
Hay que tener en cuenta que actuaba una “compañía de opera” y que por muy Mariinsky que sea, y aun teniendo muy buen nivel, no figuraba en el reparto ningún nombre que hiciera subir el listón.
Por otra parte Valery Gergiev, se enfrentaba a un nuevo teatro aún ajustando sonoridad, se notaba falta de acople o de ensayo entre el y la limitada orquesta, además no le identifico como un director wagneriano,
Lo mejor, la interpretación de la Muerte y los primeros acordes del Sigrido.
Las voces me resultaron cortas, les faltaba extensión, a veces parecía faltarles agudos y graves. A su favor tenían la interpretación, se movían muy bien en escena, salvada la primera toma de contacto, se dejo ver la profesionalidad de todos.
Las mejores voces: Mime y la primera Brunnhilde, seguidos de Hagen, Alberich. Todos los demás correctos y en general con muy buena planta en escena.
Puesta en escena: Aunque con algunas “rusiadas” la escenografía mas clásica de las que conozco, y la verdad, se agradece cuando el bagaje de directos por el “anillo” no pasa de ser la puesta en escena del Real, mas dos magistrales versión concierto de Sigfrido y El Oro del Rhin. No cuento los DVDs., son otro mundo.
Fundamental conocer una puesta en escena con personajes en su papel.
Ahora ya puedo enfrentarme a cualquier novación.
La tetralogía empieza y acaba con el mismo cuadro, lo que me pareció todo un acierto.
Para no olvidar: la muerte del dragón.
En cuanto a las gigantescas figuras, que servían de unión y base durante toda la obra las asigné el papel de “decorado” profundizar en significados era ya demasiado, entretenida como estaba yo en cazar los leitmotiv.
Conclusión: Mi bautizo del “anillo” completo y en su tiempo, me ha parecido una experiencia única.
El Teatro y su gente, en especial Rafael Nebot, han contribuido para que este tetralogía me resulte inolvidable.
Volveré.
El análisis técnico lo dejo para los musicólogos y para O.A.
P.D., luego dirán algunos que no escribo....
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