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GEORGE LONDON Y EL ORADOR
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Aunque breve, la parte del Orador, o Sprecher, de
Die Zauberflöte no es en absoluto menor. Sus apenas seis minutos en escena suponen el primer encuentro de Tamino con una fuerza del bien al tiempo que anticipan, en su sabia escritura musical, al Wagner de los monólogos de Wotan, Sachs o Gurnemanz, o sea, al Wagner del drama musical.
En el caso de George London, el Orador no fue evidentemente un papel distinguido en su trayectoria, si bien tampoco lo abandonó cuando su carrera marcaba sus metas más altas; así, en 1956 lo incorporó a su repertorio en el Metropolitan de Nueva York. Seis años antes, de nuevo con Karajan y un milagroso elenco en el que mandaban Anton Dermota e Irmgard Seefried, London dejaba su Orador para la EMI.
<center>Zuruck! ... Zuruck!</center>
Los micrófonos escuchan la voz de London en su temprano esplendor: si el primer
Zuruck! es ya imponente, el segundo, resuelto en un magnífico mi bemol, diríamos que aterra. Pero el Orador se supone un hombre sapiente. London no es violento, mas tampoco venerable. Es una opinión muy personal. A veces, esa voz de tintes un tanto mefistofélicos parece querer retener a Tamino a la fuerza [3:03]. Aun así, el cantante es siempre eminente y sus últimas intervenciones rezuman nobleza.
Bobada: he
aquí un papel para George London.