<center>GEORGE LONDON Y MOZART
Mentre ti lascio, o figlia, K 513
Rivolgete a lui lo sguardo, K 584
Per questa bella mano, K 612</center>
En contra de lo que en principio podría pensarse, dada la naturaleza de la voz de London, dura, grande, oscura, aparentemente poco flexible, Mozart fue un compositor al que se acercó en reiteradas ocasiones. Su Don Giovanni, en concreto, merece un sitio entre los grandes del siglo pasado.
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Era en parte lógico, pues en Viena, donde London se había convertido pronto en un ídolo, Mozart estaba a la orden del día. Pero también lo llevó lejos de las fronteras austríacas, y fue muy aplaudido, por ejemplo, en Nueva York, en el Colón de Buenos Aires, en París y en el Covent Garden de Londres, con Karl Böhm y un reparto que venía de la Ópera de Viena: Elisabeth Grümmer (Donna Anna), Sena Jurinac (Donna Elvira), Léopold Simoneau (Don Ottavio), Erich Kunz (Leporello) y Ludwig Weber (Commendatore). Fue el 15 de septiembre de 1954, y de entonces son los siguientes fragmentos:
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Non sperar, se non m'uccidi
Là ci darem la mano
Fin ch'han dal vino
Tu m´invitasti a cena</center>
London perfila un Don Giovanni noble, altivo y un punto satánico, a veces incluso temible, como sugieren las dos escenas con el Comendador, auténticos desafíos entre dos fuerzas diabólicas. Yo invitaría a escuchar la temperatura que alcanza la escena final en el cuarto archivo, donde los poderosos intrumentos de London y Weber (atención: tiene aquí 55 años) se miden en las mismas puertas del infierno antes de llegar a ese desafiante y mefistofélico grito final.
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Poco después, con Rudolf Moralt en el podio de la Sinfónica de Viena, London llevaba la ópera a los estudios y volvía a coincidir con el bajo austríaco, ahora con la voz algo más cansada, pero siempre imponente:
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Don Giovanni, a cenar teco m´invitasti</center>
Otra parte mozartiana con la que London alcanzó grandes triunfos fue la del Conde Almaviva de
Le nozze di Figaro. Fue el papel con el que debutó en Glyndebourne (1950) y en Salzburgo (1952), y naturalmente también lo llevó al otro lado del charco, tanto al norte (Nueva York) como al sur (Buenos Aires). En la famosa y extraordinaria grabación para la EMI en 1950, con un reparto sensacional que incluía a Elisabeth Schwarzkopf, Irmgard Seefried (cómo cantaba Mozart esta mujer, vive dios), Sena Jurinac, Erich Kunz y el lujazo de Elisabeth Höngen como Marcellina, London se hizo cargo de un papel que puede serle esquivo por voz (atención al contraste con los demás cantantes), estilo y temperamento, si bien la parte está, obviamente y a pesar de los tempi que le pide Karajan, bien cantada.
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Susanna, or via, sortite
Esci omai, garzon malnato
Signore, cos'è quel stupore?
Conoscete, signor Figaro
Voi gignor, che giusto siete
Crudel! Perché finora
Hai già vinta la causa</center>
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Elisabeth Schwarzkopf y George London</center>
Ocho años después y en vivo, el
Hai già vinta la causa, coloratura incluida, sonaba así:
Hai già vinta la causa
Nos queda el Orador de
Die Zauberflöte, pero ahí espera un duelo con Hans Hotter.