Este hilo repasará los registros oficiales disponibles de MacNeil. Conviene adelantar la conclusión que se extraerá de la serie una vez la hayamos completado. La discografía en estudio de MacNeil no nos ofrece la imagen más satisfactoria del cantante. Existen varias razones para que esto fuera así, empezando por el hecho de que no registrara algunos de sus papeles fundamentales como Carlos I, Nabucco, MacBeth o Scarpia. A continuación podemos señalar dos evidencias que muestran que MacNeil no estaba especialmente cómodo en este medio: en primer lugar la suya no se trataba de una voz a la que favoreciera el micrófono del estudio, es decir, no era especialmente
fonogenica, como dirían los italianos. Por sus voluminosas resonancias, su tendencia al
vibrato vigoroso, este timbre parecía desarrollarse plenamente sólo en las salas de ópera, sobre todo las mayores, no captando el estudio toda su riqueza aterciopelada de armónicos. El micrófono incluso resaltó el vibrato amplio de finales de los 60, que en realidad no fue determinante. Por otro lado, debido a su temperamento lírico, MacNeil tendía a la inercia dramática, algo que compensaba la tensión de la interpretación teatral pero que en el estudio quedaba algo más en evidencia. Por último, entre todas sus grabaciones no existe una realmente redonda, siendo sólo las de “Rigoletto” y “Luisa Miller” las que mejores críticas han conseguido. Desafortunadamente, no estableció una relación estable con ninguna compañía, terminando su trayectoria discográfica en 1967 con un segundo “Rigoletto”.
Desconociendo el registro de “The Consul” de 1950 para Decca, que no he conseguido encontrar, la primera actuación discográfica de MacNeil que revisamos es la siguiente:
Puccini: La fanciulla del West (Tebaldi, del Monaco, Tozzi; Capuana, 1958) Decca
Rance es un papel que el uso ha asociado a voces más bien rudas, potentes y agresivas. Con cierta razón en un papel que pide en la partitura “con voz áspera y estridente” en algún pasaje y que desde luego se acerca más de lo habitual en Puccini a la escritura verista. Sin embargo no debemos olvidar que fue un estilista,
Pasquale Amato, quien estrenó el papel. Amato debía unir a la declamación excitante un canto noble y apasionado; ésta es la línea de MacNeil, que realmente se encontraba menos cerca del verismo que del melodrama debido a la esencia lírica de su canto, una dicción que no llegaba a la nitidez de los barítonos italianos y la falta de temperamento usado a efectos “realistas”.
Sin embargo nada más iniciar su aria
“Minnie, dalla mi casa”, uno puede asociar su timbre, penumbroso y resonante, con el papel de un hombre recio como el Sheriff. A su favor también juega la sensualidad de su terciopelo, realmente sombrío en el registro inferior. Naturalmente se pierde algo del contraste con Johnson, resultando un Rance más amoroso de lo habitual: Puccini exige “con voce aspra e tagliente” y sin embargo escuchamos una sincera declaración de amor cuando acentúa: “Nessuno mai mi amò, nessuno ho amato”. Un Rance menos feroz pero más humano. Por supuesto culmina el aria con una facilidad y potencia sobresalientes.
En la complicada y magnífica
escena con la que acaba el Acto II hay momentos estupendos como su súbita explosión “Ma dimmi che non l'ami!...” (realmente soberbia) En cambio le falta la truculencia de un Guelfi durante el juego de cartas (“Io penso solamente che ti avrò fra le mie braccia alfine”). Como resultado de una escena en la que falta algo de tensión por todas las partes (es difícil creerse que se estén jugando una vida por sexo) resulta hasta desconcertante la indiferencia con que se despide de Minnie cuando pierde la partida: unas “Buenas noches” propias de alguien “que está pensando en otra cosa” (Giudici) Desafortunada Tebaldi con sus estridentes risas y sus durezas al atacar los terroríficos ascensos finales al sib.
Hasta donde sé, MacNeil no cantó en vivo el papel, que en el MET fue "propiedad" de Anselmo Colzani durante la década de 1960.