Verdi: Aida (Tebaldi, Bergonzi, Simionato, van Mill, Corena; Herbert von Karajan, 1959) Decca
En 1959 se produce un importante acontecimiento en la carrera discográfica de MacNeil:
Herbert von Karajan y
John Culshaw cuentan con él para registrar una “Aida” plagada de estrellas. La elite del canto verdiano de aquellos momentos (con las excepciones de los bajos) bajo la dirección de uno de los concertadores más geniales del S. XX. El resultado es una de las mayores decepciones de la historia de la ópera grabada. La presencia de una protagonista declinante, en permanentes dificultades con la elevada tesitura, ya habría sido un problema capital, pero el gran fallo del registro está en la técnica, que convirtió en actres principales a la
Filarmónica de Viena, su director y la caprichosa cuadrafonía de la grabación. Se ha contado que Culshaw – imaginamos que con la colaboración de von Karajan – previó una distribución de solistas y fuerzas corales e instrumentales que pretendía reproducir el efecto de una representación en el teatro. Esto terminó por desplazar a los cantantes a un segundo plano mientras la gloriosa orquesta aparecía captada con lujosa sonoridad – sólo se le puede achacar a von Karajan excesiva resonancia en ciertos pasajes; en realidad el fallo es de balance. En esta “Aida” casi sobran los personajes, relegados a intervenir aquí ya allá entre las oleadas de oceánico sonido.
En lo que respecta a MacNeil, Amonasro era un papel que ya tenía
in gola y que se adaptaba a la perfección a su timbre oscurísimo y compacto.
El Amonasro de MacNeil queda retratado como un autoritario monarca en pocas frases de su altivo recitativo
"Anch'io pugnai". El fraseo es amplio y pasa de lo grandioso en el extenuante
"Se l'amor della patria"al ambiguo patetismo de
"Ma tu, Re".
"Ciel, mio padre" (Tebaldi)
La gran escena del Acto III consagra la fusión verdiana entre canto y
parola scenica y exige no sólo un gran vocalista capaz de superar las enormes dificultades, sino un actor vocal.
Este Amonasro tiene un tono paternalista y confidencial con Aida, una sumisa y dulce Tebaldi (en esta escena más o menos cómoda) que sugiere el dominio que ejerce sobre ella. Sin embargo le falta un poco de punta en la descripción de los horrores de la guerra ("Pur rammenti") o en las indirectas con las que va presionando a Aida hacia su terreno ("Radamès so che qui attendi") La explosión hace desear una
scansione más martilleante del texto, que se pide "con furia salvaje" (sólo reservada al acompañamiento) Mejoran las cosas hacia el magnífico fa sostenido ("Gridano") al que sigue un muy eficaz "Per te la patria muor" , tantas veces gritado pero aquí de verdad
sotto voce e cupo, que no mantiene durante las frases posteriores. Aunque en el teatro no era raro que MacNeil cargara las tintas sobre la palabra durante este pasaje, aquí canta siempre, incluso en "Dei faraoni tu sei la schiava", con un verdadero cañonazo al sostener el sol bemol y sin caer en la declamación verista habitual ("schiava") La descomunal frase ("Pensa che un popolo, vinto straziato...") que escribió Verdi para desencadenar la catarsis de la escena - sublime, quizá la cumbre de la ópera - la traduce MacNeil con estupendo legato y un timbre que es la paternidad hecha sonido, incluyendo un pequeño sollozo integrado con fortuna en la línea vocal (aunque produce una pausa no escrita). Sin embargo hay que señalar que como casi siempre, no se respeta la indicación verdiana que prevé que el ápice sonoro se alcance en "popolo", teniendo que empezar a modular hacia el piano desde "Vinto", algo monstruosamente difícicil ya que hay escrito otro sol bemol. Conviene recordar como cantaba esta frase
Giuseppe de Luca, con mayor ligereza, buscando resonancias más brillantes y en punta que voluminosas (No obstante acentuando el "Vinto"). Esto nos lleva a concluir que los cantantes de la segunda mitad de siglo, al privilegiar timbres cada vez más pesados y oscuros, se ponían ellos mismos las cosas más difíciles. Está claro que sostener un arco tan grande con una voz de ese peso y volumen debía de suponer una exigencia física grande para MacNeil.