MacBeth, la universalidad del mal
Como se ha comentado, había algo en la voz y el temperamento de MacNeil que lo acercaba más a los personajes positivos que a los negativos. Por la nobleza del timbre y el acento resultaba difícil que encarnara a un villano integral, es decir un ser hecho de pura maldad. Esto se correspondía con el mundo verdiano, donde raro es el antagonista de una sola pieza (Selim de “Il Corsaro”) o simplemente inicuo (Iago, pero siempre enmascarado bajo la cortesía) Verdi no podía interesarse por un personaje que el libreto redujera a una infamia sin origen, motivación o matices.
A pesar de encarnar la esencia del mal en la historia de la Literatura, Verdi nunca habría reinterpretado a MacBeth siguiendo el tradicional modelo de malvado operístico: unilateral y sin claroscuros. Para un autor tan preocupado por comprender el alma humana debía de ser fundamental que MacBeth fuera un hombre capaz de distinguir perfectamente el bien del mal, pero que se ve atraído sin remedio hacia el crimen a través del ejercicio despiadado del poder.
("
Mi si promette dal terzo un trono...
Ma perch‚ sento rizzarmi il crine?
Pensier di sangue, d'onde sei nato?...
Alla corona che m'offre il fato
La man rapace non alzerò")
Due vaticini compiuti or sono
Escuchamos también el monólogo
“Mi si affaccia un pugnal” con un MacNeil que comienza en un inquieto
sottovoce. Muy efectivo el pasaje a
voce spiegata “E' squillo eterno che nel cielo ti chiama o nell'inferno”.
Macbeth solo.
MACBETH
Mi si affaccia un pugnal! L'elsa a me volta?
Se larva non dei tu, ch'io ti brandisca...
Mi sfuggi... eppur ti veggo! A me precorri
Sul conuso cammin che nella mente
Di seguir disegnava!... Orrenda imago!
Solco sanguigno la tua lama irriga!...
Ma nulla esiste ancor. Il sol cruento
Mio pensier la dà forma, e come vera
Mi presenta allo sguardo una chimera.
Sulla metà del mondo
Or morta è la natura; or l'assasino
Come fantasma per l'ombre si striscia,
Or consuman le streghe i lor misteri,
Immobil terra! a passi miei sta muta...
(Odesi un tocco di campana.)
E' deciso... quel bronzo, ecco, m'invita!
Non udirlo, Duncano! E' squillo eterno
Che nel cielo ti chiama o nell'inferno.
Estos terrores reflejan la conciencia que persigue a MacBeth. Y lo sigue haciendo después de haber matado a Duncan. Este dúo con la Lady es crucial en la caracterización de ambos y uno de los puntos más altos de la ópera. La estructura de la página fascina por su libertad, que adapta la tradicional secuencia “Escena-
cantabile-
cabaletta” al desarrollo dramático y sicológico de MacBeth
Fatal mia donna
Al principio el remordimiento se manifiesta como terror irracional a la oscuridad, a lo oculto.
MACBETH
Tutto è finito!
(Si avvicina a Lady e le dice sottovoce:)
Fatal mia donna! un murmure,
Com'io non intendesti?
LADY
Del gufo udii lo stridere...
Test‚ che mai dicesti?
MACBETH
Io?
LADY
Dianzi udirti parvemi.
MACBETH
Mentre io scendea?
LADY
Si! si!
MACBETH
Di! nella stanza attigua
Chi dorme?
LADY
Il regal figlio...
MACBETH
(guardandosi le mani)
O vista, o vista orribile!
LADY
Storna da questo il ciglio...
MACBETH
Nel sonno udii che oravano
I cortigiani, e: Dio
Sempre ne assista, ei dissero;
Amen dir volli anch'io,
Ma la parola indocile
Gelò sui labbri miei.
Pero pronto se materializa al mirar la sangre en sus manos, repitiéndose las exclamaciones de horror más adelante ("Oh! questa mano! Non potrebbe l'Oceano Queste mani a me lavar!") La culpa cae sobre su conciencia, impidiéndole incluso concluir una oración.
MACBETH
Allora questa voce m'intesi nel petto:
Avrai per guanciali sol vepri, o Macbetto!
Il sonno per sempre, Glamis, uccidesti!
Non v'è che vigilia, Caudore, per te!
Este momento es escalofriante, la sobriedad de la música plenamente
shakespeareana Es importante la mención del sueño perdido, será en el sueño donde los remordimientos de la Lady saldrán a la luz. Por el contrario ella se mantiene constante, sin evolución alguna a lo largo del dúo; ve el problema moral tan fácil como lavarse unas manos sucias. Para MacBeth no hay forma de escapar del conflicto.
MACBETH
Vendetta! tuonarmi com'angeli d'ira,
Udrò di Duncano le sante virtù.
...
MACBETH
Ogni rumore mi spaventa!
(Si guarda le mani.)
Oh! questa mano!
Non potrebbe l'Oceano
Queste mani a me lavar!
...
MACBETH
Oh, potessi il mio delitto
Dalla mente cancellar!
Deh, sapessi, o Re trafitto,
L'alto sonno a te spezzar!
Esta parte exige un canto sumiso, interiorizando la lucha entre la obediencia a su mujer y la conciencia. Naturalmente, esta variedad de sentimientos enriquecen el retrato del personaje. MacNeil se adapta muy bien a los distintos acentos de la página y es muy aceptable su respeto por los contrastes entre los pasajes
sottovoce (“Fatal mia donna”, “Nel sonno udii che oravano”) y los indicados a voz plena (“O, vista orribile”, Oh! questa mano! Non potrebbe l'Oceano Queste mani a me lavar!) siempre con timbre excepcional y buena intención .
Sintiendo su derrota como algo inevitable a pesar de las profecías ("Raffermar sul trono / Questo assalto mi debbe, O sbalzarmi per sempre... Eppur la vita / Sento nelle mie fibre inaridita!") Se trata de la derrota moral, más que de una derrota militar (por otro lado ya indiferente para MacBeth) La conciencia, que ha perseguido al personaje desde la mismísima primera revelación de las brujas, ha obrado su trabajo de desgaste sobre su valor y su misma vida. Verdi pinta al hombre horrorizado ante su propio vacío ("Sol la bestemmia, ahi lasso! La nenia tua sarà!") De esta manera, ni siquiera el malvado más tremendo aparece como un guiñol deshumanizado. Éste es el verdadero final de MacBeth; la breve y menos inspirada
cabaletta con coro nos suena a impostura, el estentóreo grito de guerra de un cadáver.
Naturalmente para expresar esta aniquilación moral Verdi exige un canto matizadísimo y lleno de contrastes, elegíaco, una verdadera nenia. En cierta forma, Verdi considera que MacBeth es digno de piedad. Siguiendo el ejemplo del viejo Foscari, se continúa además una línea que culminará en Fiesco y Felipe II; la del hombre agotado por el ejercicio del poder. Lo cual no deja de resultar arriesgado, ya que con esta perspectiva, se humaniza a un tirano sanguinario, se le concede un alma, proceso que ha durado toda la ópera, pues sus dudas y su debilidad son constantes. Esto distancia a Verdi de los clisés operísticos, acercándolo así a la universalidad
shakespeareana.
En mi opinión, nadie como MacNeil en estas grabaciones de 1964. Con una voz mórbida, un fraseo
sfumatissimo, a flor de labios, casi podríamos decir que inspira cierta compasión. Como siempre, es notable como aligera un timbre rotundo y oscuro en frases líricas magníficamente ligadas y moduladas ("Non spargeran d'un fiore, La tua canuta età”) Atención a la dulzura de “Nè sul tuo regio sasso..." Es especialmente expresiva la
smorzatura sobre "La nenia tua sarà" que cierra la página. No hay rastro de demagogia ni del sentimentalismo genérico de un Milnes, por ejemplo.
El MacBeth de MacNeil recuerda lo que escribía
Eugenio Gara ("Le grandi voci") sobre
Carlo Galeffi: "Telramund, Tonio, Rance, interpretados por G. llegaban a ser malvados casi inconscientes, dominados más que nada por el complejo de culpa". En ausencia de versiones de los grandes cantantes de los años veinte, sólo
Cappuccilli (con el auxilio de Abbado) y
Taddei pueden estar al lado de BigMac.
"Pietà, rispetto, amore"
"Pietà, rispetto, amore"
Una de las grabaciones es de la retransmisión del MET con una eficaz
Irene Dalis (en sus arias resulta francamente inferior). Bonaldo Giaiotti (estupendo) y un soberbio Bergonzi completaron el reparto principal. La otra es "in house" con la Lady de
Nilsson (que no escuchamos). Recordemos que ese mismo año (1964) la soprano sueca había presentado el papel con poca aceptación de La Scala. Tampoco en el MET obtuvo éxito (John Ardoin habló de "aburrimiento") Por su parte, MacNeil no volvió a cantar el papel ni las discográficas fueron lo bastante sensatas para ofrecérselo.