Razones para un ocaso
Como se desprende de las fechas ofrecidas en su perfil, el éxito no le llega pronto a MacNeil. Parece un caso similar al de Bergonzi, que en Italia no obtuvo una posición preeminente hasta la década de los 60. Por otro lado, es habitual leer o escuchar que su decadencia fue temprana, señalando que a principios de los 70 era un cantante en dificultades. Es fácil que los aficionados que no escucharon a Cornell MacNeil más que en sus grabaciones se hayan formado una imagen de su carrera muy influida por dos hechos: el final de su carrera discográfica en 1967 y sus intervenciones en óperas registradas en vídeo (DVD) durante sus últimos años de carrera. Es el caso de la retransmisión de “Rigoletto” desde el MET (1977), “La Traviata” cinematográfica de Zeffirelli o la “Tosca” de 1985. De alguna forma el indudable ocaso de estos registros audiovisuales ha completado la laguna existente a lo largo de un década, olvidando que son testimonios de un cantante ya en la cincuentena. Pero, ¿fue realmente temprano o anormal el declive de MacNeil? En primer lugar hay que señalar que mantenerse en forma durante casi dos décadas no es habitual en el mundo de la ópera y MacNeil hasta principios de los 70 no mostró signos capitales de ocaso. Sí: el timbre perdió morbidez, apareciendo cierta cualidad cortante; el famoso vibrato ancho sobre el
pasaggio empezó a hacerse más perceptible y errático; la facilidad para la media voz y sostener tesituras elevadas no era la misma (las notas altas siguieron ahí hasta el final, en cambio). Con los años aparecieron desigualdades, la base de todo, la respiración, empezó a fallar y la zona alta quedó desprotegida: en 1975 aparece como Rigoletto (en Macerata) y su actuación bordea el desastre, pero entonces aún existía más irregularidad que un declive definitivo. Aquel mismo año cantó Carlo di Vargas en el MET con estos resultados:
'Urna fatale... Egli è salvo' (1975)
Lo que se escucha es un canto de una nobleza rara, de ninguna forma el típico Carlo brutal y de una pieza. La voz muestra inflexiones algo guturales, pero el vibrato es apenas perceptible y el
legato sigue siendo ejemplar como muestra la compleja sección de “Disperso vada”, resuelta con facilidad y pulcritud en las vocalizaciones. Atención a la cadencia, noble, timbrada, fluida. Su
cabaletta es sencillamente grandiosa: el fraseo cortante, la bravura sin desmayo, la incomparable
puntatura final.
Se trata de un cantante de 52 años. Escuchando esta grabación quizá hay que pensar que la voz sencillamente no puede ser la misma después de veinte años cantando: un papel como Rigoletto, con sus temibles exigencias de un canto ligadísimo en zonas altas, se escapaba de sus posibilidades (aunque aún tardó demasiado en retirarlo de su repertorio) pero en otros vemos que seguía siendo válido. En todo caso, cuando surgen cada vez más grabaciones de los años 60, es imposible ignorar el hecho de que su apogeo duró más de una década durante la cual, en palabras de
Ed Rosen: “Ningún barítono que escuchara en vivo cantaba Verdi mejor que MacNeil cuando estaba en forma.” No hay muchos cantantes a quienes pueda atribuírseles tal hegemonía.
Sin embargo sobre el declive de Mac se han escrito muchas cosas que iremos viendo. Ya se sabe que uno de los asuntos más fascinantes sobre los cantantes es la especulación acerca de las razones por las que declinan. Iremos escuchando ejemplos para trazar un retrato de este ocaso y comentar las claves del mismo.
"Alla vita che t'arride" (Oviedo, 1974)
"Eri tu" (Oviedo, 1974)
http://www.box.net/shared/lu49tro0s8 "O monumento" (Macerata, 1972)
http://www.box.net/shared/uzjijsqw4w "Pescator, affonda l'esca" (Macerata, 1972)
Si hay ocasión, comentaremos éstas y otras audiciones.