4. TEMPORADA 1928: BORIS GODUNOV
Con este capítulo terminaremos este (quizá demasiado excesivo) hilo dedicado a Chaliapin.
Leamos unos fragmentos de la autobiografía de Chaliapin en los que da cuenta de su preparación del papel de Boris Godunov (tomado de una recensión del crítico Oppenheim):
“En el verano de 1898 fui invitado a pasar una temporada en la casa de campo de T.C. Lyubatovich en la provincia de Yaroslavl. Ahí, junto con Sergei Rachmaninov, nuestro director, empecé a estudiar Boris Godunov. Rachmaninov acababa de graduarse del Conservatorio. Estaba lleno de vitalidad y era excelente compañía. Era un artista de primer nivel, un músico magnífico y un pupilo de Tchaikovsky. Fue él quien me alentó particularmente a estudiar a Mussorgsky y a Rimsky-Korsakov. Me enseñó algo sobre los fundamentos de la música y la armonía, en un intento por completar mi educación musical.
“Boris Godunov me llamaba la atención a tal grado que, no contento con aprenderme mi papel, canté la ópera entera: todas las partes, las masculinas y las femeninas. Fue entonces cuando comprendí la utilidad del estudio de una ópera ‘completa’, y en consecuencia empecé a estudiar así otras obras enteras, incluso aquellas que me eran familiares.
“Entre más me sumergía en la obra de Mussorgsky, más me percataba de que uno podía actuar la ópera como si fuera de Shakespeare. Para mí todo dependía del compositor de la obra. Me emocioné mucho cuando me acerqué por primera vez a la biografía de Mussorgsky. En verdad que quedé impresionado —y horrorizado— de que haya tenido un talento tan magnífico y original, pero que vivió en la escualidez, la pobreza, y que después murió de alcoholismo en un sanatorio inmundo. Era increíble...
“Además de revisar minuciosamente la música de Mussorgsky, empecé a estudiar desde un ángulo histórico. Para ese fin leí a Pushkin y a Karamzin. Pero eso no era suficiente, deseaba ir más allá y en consecuencia me acerqué al famoso historiador Klyuchevsky, quien casualmente estaba pasando el verano en la provincia de Yaroslavl, y pedí su ayuda.
“El gran académico me recibió cordialmente. Me ofreció té y luego me dijo que había gozado de mi interpretación de Iván el Terrible. Le pregunté si me podía contar algo de Godunov. Sugirió que diéramos un paseo por el bosque. Nunca olvidaré esa increíble caminata entre altos pinos, con el suelo sembrado de pinochas.
“El pequeño anciano a mi lado tenía un corte de cabello que asemejaba un molde de budín, una pequeña barba blanca más bien angosta, pero ojos inteligentes que brillaban a través de sus anteojos. A cada rato se detendía y, en una voz rasposa, con una sonrisa socarrona en el rostro, representaba la conversación que supuestamente ocurrió entre Shuisky y Godunov casi como si hubiera sido testigo presencial del acontecimiento, seguido de su descripción de Varlaam y Misail como si los hubiera conocido personalmente. Describió el encanto personal del pretendiente al trono. Hablaba mucho, y sus descripciones eran pintorescas, llenas de color. De hecho, podía imaginarme a las personas que describía. ¡Cómo deseaba que pudiera cantar, para que los dos interpretáramos juntos la obra completa! Esta experiencia con Klyuchevsky me dejó una impresión profunda.
“Mientras hablaba de Boris, el personaje surgía de mi imaginación como una figura poderosa, de gran interés. Pronto empecé a sentir simpatía por este zar poderoso e inteligente quien, aun procurando el bien de Rusia, acabó creando el vasallaje. El viejo historiador enfatizó la soledad de Godunov, su agilidad de pensamiento, su esfuerzo por introducir la cultura occidental en su país. Escuchándolo, uno sentía que era como si Vassily Shuisky había resucitado, y que en ese momento confesaba su error en haber destruido a Godunov.
“Pasé la noche con Klyuchevsky, y al día siguiente partí muy agradecido por esa lección de historia que me había dado este hombre notable. Después de eso, a menudo regresé a pedirle consejo.
“Comenzaron los ensayos para Boris Godunov. De inmediato me percaté de que mis colegas no veían las cosas a mi manera y que la existente escuela de ópera no satisfacía los requerimientos de esta obra… Incluso yo era, desde luego, un producto de esa misma escuela de canto, y nada más. Esa escuela me enseñó cómo sostener el sonido, cómo ampliar y reducirlo, pero lo que no me enseñó fue la psicología del personaje interpretado. Era claro que a nadie le habían instruido estudiar la época en que había vivido un personaje histórico (...) Para mí no era suficiente que nos enseñaran a cantar una cavatina o una serenata o una balada; nos debían enseñar a comprender el significado de las palabras que cantábamos y los sentimientos que evocaban…
“Seguramente la debilidad de esta escuela de ópera se hizo patente en los ensayos, sobre todo cuando las palabras enunciadas pertenecían a un poeta de la talla de Pushkin o Karamzin. Para mí no era posible actuar si no recibía la respuesta esperada de mi compañero, especialmente si no estaba sumergido en el ánimo de la escena. Shuisky era mi principal preocupación, aunque ese papel lo cantaba Shkafer, un artista muy inteligente. Sin embargo, al escucharlo, uno no podía menos que desear que le dieran el papel a aquel viejo historiador.
“La decoración, la escenografía, la orquesta y el coro de la Compañía Mamontov eran correctos, pero ahora me percaté de que los mayores recursos del Teatro Imperial podían escenificar una mucho mejor producción de Boris Godunov.
“Llegó el día de la representación. Desde la producción de La dama de Pskov (de Rimsky-Korsakov), me había convertido tal vez en el artista más popular de Moscú y el público acudía en masa a las producciones en las que yo participaba. Al principio Boris fue recibido por el público con frialdad y apatía, y yo estaba preocupado. Pero de pronto la escena de la alucinación electrificó a los oyentes, y la ópera acabó triunfando. Me pareció extraño que esta ópera nunca antes había creado tal impacto, a pesar de que la obra es shakespeareana en su fuerza y belleza. Las representaciones subsecuentes acercaron al público todavía más a la obra, y ahora parecían comprender su encanto desde el primer acto.
“Por más que me he preparado, por más que he estudiado y me he esforzado, nunca he pisado el escenario con la sensación de dominar esta ópera. Es una obra que cobra vida y crece en el acto de representarla. Mi recompensa ha sido el conocimiento que de ella he ido adquiriendo con cada interpretación. Esta suerte de ‘vivir’ el papel es lo que, con cada producción, me ha permitido ampliar y profundizar mi conocimiento del personaje... En esto radica el crecimiento real, la verdadera comprensión de la ópera.”
Bien, pues escuchemos aquí todas las intervenciones de Boris en esa ópera, tomadas de esas representaciones de Julio de 1928. Para que evitarme el exagerar con los epítetos (esta grabación me parece uno de los monumentos del canto grabado), leeremos la opinión de Gonzalo Badenes (tomado de su libro "Voces") quien considera que "sus cuatro apariciones a lo largo del drama son memorables".
"En la escena de la coronación (ataviado con un gran manto bordado de oro y pedrería, sobre la cabeza la tiara, en la mano el cetro y el globo terráqueo) aparecía Chaliapin imponente, con expresión dura, implacable y astuta:
http://www.box.net/shared/6cta003zgy
Pero sus primeras palabras, susurradas dolorosamente, revelaban de inmediato la angustia mortal del Zar. Despues entonaba su plegaria con infinita dulzura, para estallar impresionantemente en la invocación, con un impresionante crescendo"
"En la escena del gabinete, Chaliapin aparecía prematuramente envejecido, con indumentaria sencilla. EN este acto, su genio dramático alcanzaba su cumbre".
http://www.box.net/shared/xfyelf0byz
(Como Badenes no lo comenta, lo comento yo: al comenzar este fragmento, oimos a Boris hablando con su hijo, cantado por una fantástica y joven Margherita Carosio, en italiano -todos cantaron en italiano, menos Chaliapin-. Increíble cómo Chaliapin nos hace VER, sentir su amor paternal, su orgullo respecto de su hijo y como, inmmediatamente se sumerge en la mayor de las pesadillas, de las reflexiones amargas)
"Pasaba de la voz hablada a la cantada, de la expresión íntima y amorosa a la mayor desesperación. Su aceptación del poder absoluto, musitada con absoluta humildad, llevaba en el emocionante monólogo, lleno de temores a su lacerante súplica, dicha con un inimitable temblor en la voz"
"Luego, en la escena de las alucinaciones:
http://www.box.net/shared/1fdjp0jpj5
Su dicción visionaria, su locura ante el espectro del zarevich, se comunicaban al público hasta tal extremo que, en una representación, al gritar "tchur! tchur!" el público miraba aterrorizado al rincón donde Boris creía VER al niño ensangrentado"
Y qué decir -digo yo- de su despedida, plegaria y muerte? Para mí, lo he repetido muchas veces, una de los momentos más emocionantes (si no el que más) que yo haya oido nunca. Creo que la primera vez que me cayeron unas lágrimas escuchando música fue con esto, hace ya muchos años.
Despedida, plegaria y muerte
Cómo se dirige a su hijo al comienzo, con qué amor, con qué dolor! Atención (3:20) a esa frase:
"Cuida de tu hermana, hijo mío,
serás el único protector de nuestra Xenia,
¡inocente paloma!"
Esa media voz, esa tensión, ese susurro, aunque fuese lo único que quedase grabado de Chaliapin ya lo haría grande.
Y un poco más adelante (4:12), ya en la plegaria, la ternura con la que canta:
"¡Oh, Señor Dios, te lo suplico,
mira las lágrimas de un padre pecador!
¡No te lo pido por mí,
no es por mí, Señor!"
Pasando del susurro a la confianza en Dios al susurro de nuevo. Todo el resto de la plegaria es pura magia, aquí sí que escuchamos esa alma cantando de la que nos hablaba Lauri - Volpi.
Ya al final de la plegaria (6:10)
"Krylami svetlymi vy okhranite moyo
ditya rodnoye ot bed i zol, ot iskusheniy"
Es decir:
"preservadlo con vuestras brillantes alas
de la desgracia y el mal y de la tentación!"
Alucinante el pianissimo mantenido durante varios segundos sobre "iskusheny" ("tentación"), sencillamente antológico.
EN cuanto a la muerte, qué decir, Chaliapin 100%...rabia, orgullo (impresionante su agudo en "Todavía soy el Zar!!" (9:29), para derrumbarse acto seguido.
Los gritos desesperados en "perdonadme, perdonadme" (10:02) con los que Boris muere y el coro susurrando "é morto!" cierran esta interpretación con un escalofrío.
En fin, uno de los momentos más gloriosos de la historia del canto grabado (para mí) y un hito absoluto.
Con él cerramos capítulo dedicado a Chaliapin, gracias por vuestra atención...