Fecha actual 29 Mar 2024 0:25

Todos los horarios son UTC + 1 hora [ DST ]




Nuevo tema Responder al tema  [ 23 mensajes ]  Ir a página Anterior  1, 2
Autor Mensaje
 Asunto:
NotaPublicado: 21 Mar 2007 23:24 
Desconectado
Maestro de coro
Maestro de coro
Avatar de Usuario

Registrado: 31 Ago 2006 23:34
Mensajes: 476
Dios, qué mirada tan ipnotisante

_________________
www.kuraku-mundoahora.blogspot.com


Arriba
 Perfil  
 
 Asunto:
NotaPublicado: 16 May 2007 23:04 
Desconectado
Div@
Div@
Avatar de Usuario

Registrado: 18 Oct 2006 14:30
Mensajes: 2828
Ubicación: Mirando al cielo
No se pueden perder este artículo sobre ella sacado de El confidencial el 5/marzo/2005 www.elconfidencial.com

De los álamos lloro, Victoria
Por Incitatus



Hoy es uno de los días más terribles de toda mi vida. Un día funesto, brutal, una tarde en la que el sol de invierno brilla sobre mi cabeza con una crueldad y una vesania que no tiene límites ni piedad ninguna. Hoy me cuesta un verdadero esfuerzo escribir estas líneas. No querría, se lo digo a ustedes de verdad. Estoy tirado en la cama, sin fuerzas, sin ánimos, y no hago más que poner discos, uno tras otro, y llorar como un niño desamparado al que le han quitado lo que más quería, lo que más amaba. No quiero escribir este artículo. Sé que he de hacerlo pero no tengo valor, ni voluntad: no tengo ánimos ni los quiero tener. Sólo pido que todo el mundo me deje en paz hoy, que me dejen seguir tumbado en la cama, sólo quiero seguir escuchando esa voz milagrosa que me arranca las lágrimas una a una, como siempre hizo, pero hoy ya desde quién sabe dónde. Hoy se me ha muerto, a mí, a mi corazón perpetuamente enamorado, Victoria de los Ángeles.

Sé que también se ha muerto, viejecita ya, ochenta y un años, para el resto del mundo, para los melómanos, para los apasionados de la Ópera, para los críticos, para el público, yo qué sé. A mí todo eso me da igual. No me siento solidario con ese dolor, ni parte de él. Victoria se me ha muerto a mí, a mí personalmente, porque su voz, la más prodigiosa y elegante voz de soprano de la historia, cantaba para mí. Sólo para mí. Hagan ustedes la prueba y verán que tengo razón. Pongan ustedes discos de Kraus, de Pavarotti, de Mario del Monaco, de Callas, Tebaldi, Christoff, Raimondi, Björling, Von Stade, incluso del tremendo Leonard Warren, de la Schwarzkopf, Gigli, Caruso, Domingo, Hotter, Siepi, Krause, Caballé, Bastianini… Quienes ustedes quieran. Hagan la prueba. Pongan esos discos. Y comprobarán que todos esos inmensos genios, esas voces maravillosas y únicas, están cantando para el público. Para la gente. Para todos. Pero pongan ustedes ahora mismo en el reproductor de CD el milagroso disco En las alas del canto, grabado por EMI en 1966 por Victoria. O el disco de arias de ópera que Victoria permitió que se recopilase desde 1949 hasta muchos años después, y que también publicó EMI en CD en 1990. O el estremecedor disco de música española (Falla, Turina, Granados) que grabó en Alemania y que EMI publicó en CD en 1991. O los tremendos, ¡tremendos! Chants d’Auvergne que grabó en 1973. O, por decirlo de una vez, coño, que ya vale de melindres y de medias tintas y de ser políticamente correcto, la más impresionante Carmen de Bizet que se ha cantado o grabado jamás, la que Victoria hizo en 1960 con Sir Thomas Beecham, Nicolai Gedda, Ernest Blanc y la Orquesta y los coros de la Radiodifusión francesa.

Escuchen todo eso, si lo tienen. Y si no lo tienen, pues búsquenlo. Si les alcanza el corazón. Que ojalá.

Y se darán cuenta, irreparablemente, de algo estremecedor. Victoria no canta para el público. No canta para los oyentes, para los espectadores, para los posibles compradores de un disco. No. Victoria canta para mí. Personalmente. Para usted. También personalmente. Nunca para el público, para un público ignoto, anónimo, siempre muy numeroso, que la adoraba. No. Ella hacía saltar diamantes de su voz para usted, para mí, personal e individualmente: nunca oí una voz menos general, menos anónima, menos multitudinaria. Victoria cantaba y cantaba, infaliblemente, para mí, me amaba a mí con su canto, me hacía llorar de emoción a mí, me seducía y me enamoraba a mí. Nunca más en mi vida he experimentado, con ningún otro cantante, con ninguna otra voz, esa certeza de la proximidad, de la inmediatez, de la caricia personal, de los pelos de punta porque te estaba cantando como sólo se puede cantar en la oreja de alguien que te adora. Sólo con ella. Ella me adoraba, lo sé de cierto. Si no, no hubiese cantado así. Para mí. Para usted, que lee esto. Para tantos que la queríamos sin límite posible porque cantaba, porque nos cantaba, como nadie…

Ahora quiero contarles una historia maravillosa que yo viví hace algunos años. No puedo hurtársela a ustedes porque si lo hago no voy a dejar de llorar en toda la noche, deshecho de tristeza como estoy, y ustedes y yo tenemos un Quijote que leer. Yo, Incitatus, canté una vez con Victoria de los Ángeles, la voz más dulce, sabia y conmovedora de todos los tiempos. Y una mujer extraordinaria, encantadora como ninguna.

No recuerdo exactamente en qué año fue. Hace más de diez. No me obliguen a mirarlo en internet ni a buscar el programa de aquel día, que lo tengo. Lo que no tengo son ánimos para secarme las lágrimas, limpiarme los mocos y buscarlo precisamente ahora. Fui invitado al Palacio Real, junto con Pablo Larrañeta –uno de los mejores periodistas que conozco, y una persona a la que admiro sin límites por su profesionalidad y por su indestructible integridad personal: un tipo de una sola pieza–, para asistir a la entrega de la Medalla de Oro a las Bellas Artes que iba a recibir, de manos de los Reyes, mi veneradísima Victoria. Fiestón en el comedor de gala del Palacio de Oriente. Calculé mil personas, seguramente muchas más. Yo me moría por darle un beso a aquella mujer a la que adoraba sin mesura ni límite humano. Pero se la rifaban. Estaba completamente rodeada de gente. Y yo, ya lo saben ustedes, soy un caballo tímido y vergonzoso que detesta molestar, como Bryce Echenique. ¿Qué hacer?

Vi el cielo abierto cuando divisé a José Luis Pérez de Arteaga. En aquellos tiempos él aún se acordaba de mí –hoy ya no es así–, me apreciaba y hasta cantábamos juntos, entre bromas y veras, el Là ci darem la mano, del Don Giovanni de Mozart. Me lancé hacia él:

–Preséntamela, José Luis, por lo que más quieras te lo pido. Tú la conoces. Preséntamela, no puedo resistir un solo minuto más sin…

José Luis, que es un encanto, se rió mucho e inmediatamente hizo “las veces”:

–Querida Victoria, te presento a Inci, que te idolatra, que tiene todos tus discos, que se muere por darte un beso…

Ella, que estaba de espaldas, se volvió y me miró.

Yo, por instinto natural, al ver que ella me miraba, me puse de rodillas (todo el mundo puso una cara rarísima: todo el mundo menos ella y yo), le tomé la mano derecha y la besé con la unción con que se besa el Lignum Crucis. Ella soltó una carcajada maravillosa (una carcajada de plata que yo ya conocía por haberla oído en su Carmen) y me obligó a levantarme. Yo no estaba dispuesto. Pero ella, riéndose, tiró de mí hacia arriba.

–Pero querido Inci, qué haces…

Que van a pensar que soy Dios…

–Es que es usted Dios. O su voz, por lo menos.

–Ay, hijo, qué exagerado eres… Y qué alto. Con lo bajita que soy yo…

–Usted es, señora, la creación divina más hermosa, más excelsa, más conmovedora y más sublime que han dado los siglos presentes, pasados y venideros, y yo la amo a usted, yo la idolatro, la venero y le rezo cada mañana, tarde y noche en el altar que sólo para usted tengo elevado en el centro mismo de mi corazón.

Nueva carcajada de cristal. Muerta de la risa, me dio –creo recordar, no estoy seguro, porque yo estaba en aquel momento en el séptimo cielo– un beso de oro en la mejilla.

–Pero no me trates de usted, noi, que me haces vieja… Trátame de tú…

–Yo no puedo hacer eso. Yo no soy capaz de hacer eso. Yo llevo años coleccionando todos tus discos de usted, años temblando de felicidad con tu voz, con cómo canta usted… Aquel disco tremendo, En las alas del canto, lo que yo he llorado… ¿Te acuerdas? ¿Se acuerda usted de…?

Y, sin poderlo remediar, me puse a cantar, bajito, casi a su oído: “De los álamos vengo, madre, de ver cómo los menea el aire…”

Ahí fue cuando ella me miró con una tremenda intensidad:

–Pero tú tienes una voz muy bonita…

–Que usted me digas eso, Victoria de los Ángeles del Señor en el triunfo apoteósico de los cielos, a mí me puede matar de felicidad o mejor dicho de angustia. Que no lo tenga que decir yo: “Vos me matasteis…” (volví a cantar en voz baja: una melodía conmovedora, tristísima del Renacimiento español). Victoria de los Ángeles, en ese instante milagroso, me tomó de la mano (¡a mí!), miró a derecha e izquierda como una niña traviesa (nadie nos hacía ya caso) y me dijo, en un susurro: “Ven conmigo”. Tiró de mí, atravesó todo el comedor de gala del palacio, se las ingenió para abrir una ventana y me sacó a un amplio y solitario balcón que daba al impresionante patio de la Armería. Estábamos solos ella y yo en aquel balcón. Ella resplandecía. Me dijo

–De los álamos vengo. No recuerdo la tonalidad pero es igual, seguro que era Fa mayor o Re menor. Yo hago mi voz y tú me sigues con el tenor, que es la voz más bonita de las cuatro. ¿Vale? Venga, a ver cómo sale…

Y empezó a cantar. Yo, no puedo recordar cómo, empecé a cantar con ella. Dios, ¡a cantar con Victoria de los Ángeles! A seguir a aquella voz de oro purísimo, aquella voz que me miraba, que me sonreía, que me indicaba suavemente, con un gesto, más forte o más piano. Terminamos la canción. Ella, feliz, me dio un beso en la mejilla. Yo, transportado al cielo, volví a besarle la mano.

–Pero hay que ver qué bien cantas, Inci… ¿Te sabes Ah, fermosa, abridme, cara de rosa?

–Por supuesto. ¿Y tú te sabes Con qué la lavaré?

–¡Claro que sí, es maravillosa! Venga, tú haz la segunda: “Con qué la lavaré, la tez de la mi cara… Con qué la lavaré, que vivo mal penada…”

–“Lávome yo, cuitada” –le respondía yo, cantando feliz, mirándonos los dos a los ojos–, “con agua de limones. Lávome yo, cuitada, con penas y dolores”.

Y los dos: “Con qué la lavaré…”

Ni ella ni yo nos dimos cuenta de que el balcón se iba llenando de gente que entraba poco a poco sin hacer un solo ruido. Nos oían cantar y nos oían ser felices cantando. Victoria se mondaba de risa cuando yo le decía: “No, cariño mío, el Hoy comamos y bebamos hay que cantarlo mucho más rápido, más bruto, ¡tú imagínate que estás en una taberna del Eixample de Barcelona…!

–¡Qué dices del Eixample, bobo! ¡Ahí no hay tabernas! Será el barrio Gótico, o en el Raval… Venga, ¿cómo quieres que lo cantemos? Dale, dale… Yyyy úndos-tres…

El balcón se había llenado de gente asombrada que asistía a aquel divertidísimo milagro. Estoy seguro de que ni Victoria ni yo nos dimos cuenta de nada, embebidos en la música como estábamos. Hasta que de pronto, en medio de no recuerdo qué hermosura de Juan del Enzina, sonó una voz como un trueno:

–¡Es que no me estáis haciendo ni caso, coño…

!Victoria y yo callamos inmediatamente. El milagro, nuestra deliciosa pompa de jabón musical, se había roto. Volvíamos a la realidad. La gente que se agolpaba ante el balcón abrió paso. El Rey de España entró, con sus largas zancadas, en el diminuto espacio que ocupábamos, y le dijo a mi compañera de música:

–Es que te están esperando todos ahí dentro… Oye, perdona…

Luego se volvió hacia mí. Me miró con extrañeza pero con su enorme cordialidad

:–A ti no te conozco, me parece… ¿Qué hacíais aquí, con este calor? ¿No se está mejor dentro?

Yo incliné la cabeza y estreché la mano que el Rey, mecánicamente, me tendía.

–Estábamos haciendo música, Señor. Música del tiempo de los tatarabuelos de Vuestra Majestad. Bueno, estábamos cantando un poco… Entre amigos, Señor, si se puede decir así…

Victoria de los Ángeles, tan bajita, tan de pronto transportada, devuelta a la realidad que le correspondía (en la cual yo no tenía el menor sitio, como es lógico) me miró con una cara de irresistible complicidad, una sonrisa de gnomo divertido, me guiñó un ojo como diciéndome: “En un par de minutos hablamos, ¿sí?” Pero ya el Rey la tomaba por el brazo y se la llevaba hacia dentro, hacia los invitados de postín, hacia la gente importante, hacia el nutrido grupo de ilustrísimos que deseaban felicitarla y que, me atrevo a asegurarlo, no se sabían ninguno, pero es que ni por el forro, De los álamos vengo, madre.

Ya no pude habar más con ella. No la vi más. Se la llevaron.

Pero yo he cantado, amigos, con Victoria de los Ángeles. En un balcón. Muy poco tiempo. Y la hice sonreír. Tuve la dicha de ver sonreír para mí solo, durante unos pocos minutos, a la persona a la que más he admirado desde que nací.

Hoy se ha muerto, cargada de tristeza por una vida que se ensañó con ella con una crueldad inicua, brutal. Se ha apagado la gran voz de la ternura, de la dignidad, de la nobleza de alma… y del canto. Se ha apagado, pero no en mi corazón. No en mi memoria. No en mi amor ilimitado. Sigue, seguirá siempre cantando para mí, no sé si conmigo pero desde luego sólo para mí, íntima, personalmente. Desde el Cielo indudable del amor que siempre le guardaré. Todos los días, todos los días de mi vida.

P.S.- Pido perdón a los lectores y les ruego un momento de silencio. He interrumpido, desgarrado de pena, la lectura del Quijote. Seguiremos, todos juntos, la semana próxima. Hoy, de verdad, no puedo. No puedo. Hoy se ha muerto Victoria de los Ángeles. Lo repito: pónganse todos en pie, junten las manos, inclinen la cabeza: Se ha muerto Victoria de los Ángeles, uno de los más grandes milagros que Dios hizo jamás…




:nw: :nw: :aplauso: :aplauso: bravo INCITATUS


Arriba
 Perfil  
 
 Asunto:
NotaPublicado: 17 May 2007 5:07 
Desconectado
Soldado raso
Avatar de Usuario

Registrado: 22 Feb 2006 14:58
Mensajes: 2199
ay, dios... me has hecho llorar mal... :cry:

_________________
"Anxel si vedes seus ollos,
dille que estou sospirando
e sospirando me morro"


Eduardo Jorge Bosco


Arriba
 Perfil  
 
 Asunto:
NotaPublicado: 17 May 2007 11:15 
Desconectado
Comprimario
Comprimario
Avatar de Usuario

Registrado: 01 May 2007 13:14
Mensajes: 308
Ubicación: DONOSTIA
Un gran articulo y que ayuda aún a conocerla un poco mas

_________________
MI LUCHA ES DIARIA
KITIÑE/CRISTINA


Arriba
 Perfil  
 
 Asunto:
NotaPublicado: 17 May 2007 17:29 
Desconectado
Div@
Div@
Avatar de Usuario

Registrado: 18 Oct 2006 14:30
Mensajes: 2828
Ubicación: Mirando al cielo
El artículo "como la cantante", inolvidable y sentido :wink:


Arriba
 Perfil  
 
 Asunto:
NotaPublicado: 05 Jul 2007 10:02 
Desconectado
Figurante
Figurante

Registrado: 05 Jul 2007 9:46
Mensajes: 3
ADEMAS LA GENTE SE HABIA OLVIDADO DE ELLA ASI QUE SU MUERTE FUE MUCHO MAS DOLOROSA DE LO IMAGINABLE, EL MUNDO ESTA EN DEUDA CON ELLA


Arriba
 Perfil  
 
 Asunto:
NotaPublicado: 03 Ago 2007 18:53 
Desconectado
Div@
Div@
Avatar de Usuario

Registrado: 18 Oct 2006 14:30
Mensajes: 2828
Ubicación: Mirando al cielo
Creo que no han puesto estos vídeos, aprovecho el hilo:

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=HD3cCw7p860&mode=related&search=[/youtube]

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=1Q6MPb0Feq8&mode=related&search=[/youtube]


Arriba
 Perfil  
 
 Asunto:
NotaPublicado: 03 Ago 2007 19:02 
Desconectado
Div@
Div@
Avatar de Usuario

Registrado: 18 Oct 2006 14:30
Mensajes: 2828
Ubicación: Mirando al cielo
Una inolvidable:

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=64OGq88_XFQ&mode=related&search=[/youtube]


Arriba
 Perfil  
 
Mostrar mensajes previos:  Ordenar por  
Nuevo tema Responder al tema  [ 23 mensajes ]  Ir a página Anterior  1, 2

Todos los horarios son UTC + 1 hora [ DST ]


¿Quién está conectado?

Usuarios navegando por este Foro: Google [Bot] y 22 invitados


No puede abrir nuevos temas en este Foro
No puede responder a temas en este Foro
No puede editar sus mensajes en este Foro
No puede borrar sus mensajes en este Foro

   
     
Powered by phpBB © 2000, 2002, 2005, 2007 phpBB Group
Traducción al español por Huan Manwë para phpbb-es.com